Uno de los pilares más importantes en la educación de los niños, es sin duda alguna, la familia. En ella se asientan las primeras bases de enseñanza y los primeros aprendizajes en valores. El vínculo afectivo entre padres y niños es indispensable para que exista una dinámica familiar positiva y un buen desarrollo emocional.
La colaboración y el respeto, son dos términos que realmente van unidos entre sí en la educación de los niños.
Colaboración como adultos, como padres, como educadores y como guías en su primera visión del mundo; debemos contribuir en sus descubrimientos y en forjar actitudes positivas, respetando de esta manera sus emociones, su manera de comunicarse, su inocencia y su capacidad de ver el mundo. Son dos de las palabras clave, que hay que tener en cuenta para favorecer su crecimiento y su conducta.
Actualmente nos está tocando vivir unos tiempos un tanto extraños, que quizás nos hagan olvidar momentáneamente, cosas tan importantes como el ritmo de desarrollo de nuestros peques.
Los niños son un lienzo en blanco y los adultos somos los encargados de ayudarles a rellenarlo de color con sus historias y sus experiencias. Será lo que, en un futuro, forje su personalidad e identidad.
Cuidar sus tiempos y sus momentos de juegos, es algo esencial para que no se pierdan esta etapa tan mágica de desarrollo, en la que cada momento cuenta y en la que ellos siempre deberán ser los personajes principales de su historia.
Vivimos en una sociedad en la que existe una tendencia a valorar más la capacidad de adquisición de conocimientos que el hecho de que los haya adquirido por experimentación y por su propia curiosidad, siguiendo sus intereses.
Respetar el ritmo de aprendizaje y desarrollo de un niño, implica fomentar en él la sensación de vivir en un ambiente positivo sin prisas, relajados y cómodos, para que ellos puedan consolidar todo aquello que van aprendiendo.
Debemos desterrar comparaciones y etiquetas que puedan ir surgiendo, para poder cuidar su autoestima y que puedan construir con nuestra ayuda una mayor confianza en sí mismos.
No debemos obviar que los niños deberían ser los protagonistas de su aprendizaje para poder desarrollar sus capacidades, mientras los adultos, nos mantenemos en observación para poder estar atentos en su proceso de comprensión y asimilación sin interferir en sus decisiones.
A los niños, hay que dejarles hacer y manipular, darles las herramientas para crear e imaginar, ellos viven sin relojes y sin tiempos con el único objetivo, cada día, de disfrutar y descubrir cosas nuevas.
Somos nosotros, los adultos, los que debemos adaptarnos a ellos y no al revés, somos los encargados de cuidar y trabajar sus emociones, para que la frustración y las experiencias negativas no desemboquen en una baja autoestima. Para que esto no ocurra, debemos entender en qué momento se encuentra, respetarlo, acompañarlo y dejarle ser niño.
Ellos deben encontrar su camino a través del juego y de la creatividad, sobre todo en la etapa de infantil, y nosotros, comprender nuestra responsabilidad de respetar sus ritmos naturales, atendiendo en cada momento a sus necesidades y sirviéndoles cada día como fuente de motivación.
Tenemos que ser capaces de encontrar el equilibrio para que se diviertan, aprendan y se sientan importantes, prestando atención a su individualidad y manteniéndoles en un entorno afectivo y feliz.
Educar a los pequeños es una tarea complicada a la que nos enfrentamos a diario, pero si realmente aceptamos, valoramos, respetamos y nos comunicamos con ellos de una manera positiva, el resultado será cumplir nuestro objetivo esencial, su felicidad.
Artículo ofrecido por Patricia Estela Murillo, Maestra de Educación Infantil (Zaragoza)