Que en una casa con niños estos hagan las cosas “porque lo digo yo” es lo más sencillo del mundo: solo necesitas voz y tono intimidantes, castigos y demás herramientas propias de una educación jerarquizada. Es cómodo, además, porque no suele haber respuesta negativa. La otra opción relativamente sencilla es hacer las cosas por los peques de la casa. Como tardan la vida en vestirse, les sigo vistiendo; como se van a manchar, les doy de comer yo… y así sucesivamente con todo aquello en lo que dejarles experimentar y hacer suponga una consecuencia para los adultos.
Los expertos en pedagogía y psicología infantil, también muchos pediatras, no se cansan de repetir la importancia que tiene fomentar la autonomía en los niños y niñas desde que son pequeños. Esto va de la mano de otro hábito saludable para los peques, sobre todo a medio y largo plazo, como es potenciar su responsabilidad individual.
Alberto Soler, en una de sus muchas charlas divulgativas, explica que “la autonomía es permitirles (a los niños y niñas) que encuentren sus propios límites, que se enfrenten a sus retos y que asuman las consecuencias”. Y cita como ejemplo a la familia que deja que su hijo e hija coma solo aunque se llene de tomate o que arriesgue un poco más de la cuenta en el parque aunque se lastime si se cae. Dice Soler que los adultos tenemos un “conflicto entre expectativas y realidad” porque “a veces consideramos que lo que implica mayor comodidad para nosotros, nos permitirá tener más libertad”. Esto es, que priorizamos nuestro bienestar o comodidad (no limpiar lo manchado, por ejemplo) a dejarles experimentar.
Algo muy parecido ocurre con la responsabilidad.
Cuando son pequeños, preferimos no hablarles de ello porque “son pequeños” o “son niños” y más adelante no les insistimos en que colaboren en casa haciendo su cama, recogiendo la mesa o siendo responsables de sus juguetes porque tardamos menos en hacerlo todo nosotros, que además lo hacemos “mejor”. Sin embargo, está demostrado científicamente, según Álvaro Bilbao, voz de referencia en la materia, que “educar en responsabilidad es una ventaja para el desarrollo cerebral del niño”.
Lo es a nivel emocional, dice el neuropsicólogo, porque “los niños que asumen responsabilidades desarrollan más confianza y autoestima”. Y también lo es a nivel intelectual, ya que “las regiones cerebrales que se activan cuando un niño se ocupa de sí mismo o asume una responsabilidad (región orbital frontal) están asociadas con un mayor autocontrol y capacidad de tomar decisiones”.

En definitiva, la ciencia avala que como padres y madres fomentemos la autonomía y la responsabilidad individual, dos conceptos que se retroalimentación aunque no sean exactamente lo mismo. Lo que yo digo, a título completamente individual, es que hacerlo resulta agotador.
Esta es mi experiencia
En casa hacemos por fomentar la autonomía de nuestras peques desde muy pronto. Por ejemplo, dejamos de usar la silla de paseo desde que tenían unos dos años, tratamos de que se vistan solas, cojan su ropa del armario, donde la tienen a su altura, hagan la cama o pongan y quiten la mesa. También fomentamos las decisiones participadas y mostramos a nuestras hijas que las decisiones y actos tienen consecuencias, que no castigos. Nada del otro mundo tampoco, vaya. Pues bien, parece que estamos escalando el Everest pero como sí en vez de cargarnos las piernas y acumular cansancio físico todo se fuera a la cabeza: acaba uno exhausto a nivel mental.
Te hartas de repetir, de pedir por favor, de explicar por qué es bueno para ellas que vayan asumiendo sus responsabilidades, incluso les hablamos de los derechos de la infancia y de cómo tenerlos también implica tener responsabilidades. Da igual: este “trabajo” genera conflictos y, sobre todo, agotamiento mental.
Por eso es bueno, en nuestro caso, alternarnos en los esfuerzos y soltarlo cuando necesitamos desahogarnos. Entre nosotros y también en la consulta de nuestra psicóloga infantil, de dónde sale uno con las pilas cargadas de nuevo para varias semanas, porque seguimos y seguiremos intentando fomentar la responsabilidad y la autonomía en nuestras peques.
Sabemos que fracasaremos a corto plazo, pero creemos en sus beneficios a corto y medio plazo. Para ellas y también para nuestro bienestar.