Más que un pasatiempo, la narración de historias en voz alta es una poderosa herramienta para el desarrollo infantil. Ayuda a mejorar el lenguaje, la imaginación y la inteligencia emocional, creando recuerdos únicos en familia. ¿Y de dónde viene esta palabra?
La palabra “cuento” proviene del latín computare, que significa “contar” o “calcular”. A lo largo del tiempo, el término pasó de referirse a contar de manera general (como contar números o hechos) a referirse específicamente a narrar relatos o historias.
En cuanto a la palabra “cuentacuentos”, el concepto en sí mantiene la raíz latina de “contar” y “cuentos”, que son relatos narrativos de eventos ficticios o reales. El término “cuentacuentos” hace referencia a quien cuenta relatos o historias de manera oral, manteniendo viva la tradición de narrar en voz alta.
La narración de historias es una práctica humana tan antigua como la misma humanidad. En un sentido amplio, el primer cuentacuentos fue probablemente un ser humano prehistórico que, alrededor de la fogata, empezó a relatar historias de caza o de lo que sucedía en su entorno para transmitir conocimiento y enseñar lecciones. Además de entretenimiento, servía para educar y transmitir valores.
El cuentacuentos hoy: más que una tradición
Aunque ha atravesado épocas de cambio, su relevancia en la educación actual no ha disminuido. Hoy en día, este rol es mucho más que contar historias: ayuda a los niños a desarrollar habilidades lingüísticas, cognitivas y emocionales. A través de la narración, los niños aprenden a comprender el lenguaje, a identificar emociones y a conectar con los personajes de manera profunda.
Convertirse en cuentacuentos no requiere ser un narrador profesional, pero sí puede tener un impacto profundo en la educación de los niños. ¿Por qué? Investigaciones han demostrado que la lectura compartida en casa potencia la conciencia fonológica y gramatical de los niños. Al escuchar a un adulto leer, los pequeños internalizan el ritmo del lenguaje y la estructura de las historias, facilitando así su futura alfabetización.
En un mundo donde las pantallas son omnipresentes, se ofrece una alternativa que fomenta la interacción y la creatividad. La narración oral permite jugar con la voz, los gestos y la imaginación, algo que el contenido digital, por muy atractivo que sea, no puede igualar.

¿Se está perdiendo la tradición de leer en voz alta?
A pesar de todos estos beneficios, ¿está la lectura en voz alta en peligro de extinción en los hogares? La facilidad de acceso a dispositivos digitales ha reducido el tiempo que los padres dedican a leerles cuentos a sus hijos. En algunos casos, las familias se ven más atraídas por el entretenimiento digital, lo que puede hacer que la lectura se pierda a favor de otros tipos de actividades. Además, en muchos hogares, especialmente en contextos urbanos o con horarios laborales exigentes, puede ser difícil encontrar tiempo para sentarse a leer con los niños.
Por eso, aunque los dispositivos tienen su valor educativo, ¡no olvides que todo puede comenzar con una buena historia! El hábito de leer en voz alta no solo contribuye a que los niños tengan mejor desempeño escolar, sino que también les permite crear recuerdos afectivos con sus familias.
Un lugar donde curarse
Curiosamente, los beneficios de la lectura en voz alta no solo se limita al ámbito académico. En varios hospitales, sobre todo en áreas pediátricas, se ha adoptado la lectura en voz alta como herramienta terapéutica. Los estudios realizados han demostrado que al escuchar historias reduce los niveles de estrés y ansiedad en niños hospitalizados, ayudándoles a relajarse durante procedimientos médicos y a lidiar con la soledad o el miedo.
Los terapeutas en estos entornos afirman que los cuentos tienen un efecto calmante, promoviendo la tranquilidad y creando un ambiente más positivo para la recuperación. Les permite, en cierto modo, desconectar de la realidad clínica. En algunos hospitales, incluso se ha incorporado la lectura como parte de programas de apoyo emocional para los niños y sus familias.

¿Cómo aplicarlo en casa?
Como te decíamos, no necesitas ser un experto en teatro ni contar con una gran biblioteca. Solo hay que usar dos ingredientes: ¡Entusiasmo y creatividad!
Los cuentos no tienen por qué ser estrictos. Si un niño quiere inventar su propio final o imaginar un personaje nuevo, anímalo. ¡Más disfrutará! También se puede involucrar en la historia porque esto no solo va a mantener su atención, sino que fomentará su capacidad de comprensión y empatía. ¿Y qué crees que hará el protagonista ahora? ¿Cómo te sentirías en su lugar? ¡Prueba con preguntas de este tipo!
Se puede optar por un pequeño “recreo literario” después de la merienda o usarlo como un hábito antes de dormir. Después de una jornada llena de actividades, los cuentos pueden ayudar a los niños a hacer la transición hacia la tranquilidad, relajándose y preparando su mente para el descanso.
