En el proceso de criar a un hijo o hija con altas capacidades, es fácil sorprenderse con la intensidad de sus emociones. Una de las más difíciles de gestionar —para ellos y también para nosotros como madres y padres— es la ira. Pero ¿y si te dijéramos que, en realidad, esa ira, muchas veces, no es lo que parece? Que bajo su apariencia furiosa, explosiva e incluso desafiante, se suele esconder otra emoción mucho más vulnerable: la tristeza.
Los autores Alejandro Busto y Olga Carmona lo explican con claridad en su libro Hijos con altas capacidades. El reto de educarlos. En sus páginas nos invitan a cambiar la mirada y entender que la ira es, en muchos casos, un disfraz. Un disfraz que la tristeza se pone para no sentirse expuesta, juzgada, débil. Una forma de esconderse porque siente que no será aceptada tal como es.
Este fenómeno se da especialmente en niños y niñas con altas capacidades, quienes viven con una sensibilidad emocional muy intensa. De hecho, se habla mucho de la la alta intensidad en las altas capacidades, y esto incluye también el aspecto emocional. Perciben el mundo con una profundidad abrumadora, y su frustración, miedo o dolor pueden no encontrar vías adecuadas para expresarse. Así, aparece la ira, como una reacción secundaria, una máscara.
El gran reto para madres y padres es no quedarse atrapados en esa superficie engañosa. Porque cuando vemos a nuestro hijo o hija desbordado por la ira —gritando, golpeando, insultando o simplemente encerrándose en su mundo— lo más habitual es que nosotros también perdamos el control. Nos invade la frustración, la impotencia e incluso el miedo. Pero es justo en ese momento cuando más nos necesitan.
Frente a esta situación, los autores, dos de los mayores expertos en altas capacidades de nuestro país, proponen el alejamiento de las respuestas tradicionales: castigos, amenazas, retirar privilegios o enviarlos al “rincón de pensar”. En lugar de eso, plantean una educación emocional basada en el respeto mutuo, la contención y la empatía.
Te contamos cómo puedes lograr su consejo.

Consejos para gestionar la ira en las altas capacidades
Estos son algunos de los consejos que Olga Carmona y Alejandro Busto comparten en el citado libro para gestionar los episodios de ira en los niños y niñas con altas capacidades.
Presencia
No los alejes. Quédate cerca, con calma, sin invadir. A veces no querrán un abrazo, pero puede que acepten tu mano. Estar ahí es un mensaje poderoso de amor incondicional.
Conservar la calma
Si te dejas arrastrar por la ira, se quedan sin guía ni soporte. Eres el adulto, el referente emocional. Respira, retrásate emocionalmente y recupera el control.
Empatía
No lo hacen para fastidiarte. Están sufriendo, pero no tienen herramientas emocionales para gestionarlo. Acompáñalos con esta idea siempre presente.
Contención
Física y emocional. A veces será necesario sujetarlos suavemente para que no se hagan daño o dañen a otros. Otras veces, solo bastará tu voz tranquila.

Técnicas de regulación
Respirar hondo, correr, saltar o gritar en un lugar seguro pueden ser estrategias efectivas para canalizar esa energía abrumadora.
Prevención
Ayúdales a reconocer las señales corporales o emocionales que anticipan la ira. Este “entrenamiento propioceptivo” es clave para aprender a detener la escalada emocional a tiempo.
Reflexión posterior
Cuando todo haya pasado, habla con ellos. No ignores el episodio. Ayúdales a identificar qué ocurrió, cómo se sintieron y qué podrían hacer diferente la próxima vez.
Reconocimiento del esfuerzo
Cada intento de autorregulación, aunque no haya sido del todo exitoso, merece ser celebrado. Es un paso en su camino de maduración emocional.

Acompañar la ira desde esta perspectiva no es sencillo, pero sí profundamente transformador. Nos obliga a revisar nuestras propias respuestas automáticas, a trabajar nuestra paciencia y empatía, y a recordar, en medio del caos, que detrás de cada grito hay un corazón dolido que nos está pidiendo ayuda a su manera.
Educar desde esta mirada es un acto de valentía y de amor. Es comprender que la alta capacidad no solo implica un intelecto brillante, sino también una complejidad emocional que necesita ser vista, acogida y comprendida. Y que cada episodio de ira puede convertirse en una oportunidad para fortalecer el vínculo y enseñar a nuestros hijos e hijas que sentirse vulnerables no está mal. Que no necesitan disfrazarse. Que estamos aquí, siempre, para ellos y ellas.
Referencias
- Carmona, Olga & Busto, Alejandro. Hijos con altas capacidades. El reto de educarlos, 2021.