Los abortos son un fenómeno complejo y multifacético que va más allá de las condiciones embrionarias. Aunque estas pueden desempeñar un papel significativo, no son la única variable en juego.
Según Juan Antonio García Velasco, director de la clínica IVI -Instituto Valenciano de Infertilidad- en Madrid, “existen muchos mitos asociados con un embarazo que se interrumpe, que bloquea la mente y la actividad de muchas mujeres cuando esta amenaza está cerca”. “Y casi nada de lo que se transmite sobre este tema de abuelas a madres y de madres a hijas tiene nada de cierto”, advierte.
El experto asegura en su libro Quiero ser madre que no se aborta por un esfuerzo, por coger una maleta, por un susto, una mala noticia o una caída: “Casi siempre, en la inmensa mayoría de los casos en los que se ha producido un aborto, no existe ningún factor causado por la madre, su entorno o su actividad física. Se cree que si todo iba bien y ahora se ha parado es porque la embarazada ha hecho algo para que eso ocurra o no ha hecho lo que hubiese debido. No es así, no te preocupes. Es más, muy probablemente te hayas cuidado aún más de lo que debes -con más reposo o más tranquilidad- y, sin embargo, al final el aborto se produce”.
García Velasco explica que la razón, la mayoría de las veces, es una selección natural. “Por algún motivo, y no siempre somos capaces de verlo o diagnosticarlo, el embrión que se formó no estaba del todo bien y, por tanto, la naturaleza, que es sabia, lo para, deja de crecer y lo expulsa. Va a dar igual el reposo, la medicación o cualquier otra medida de apoyo: si el embrión no está sano, va a interrumpir su desarrollo”, indica.
Y concluye que la principal causa va a ser un error en los cromosomas que tiene ese embrión: “Hay trabajos que confirman que casi dos tercios de los abortos espontáneos que se producen en una mujer fértil se deben a anomalías en el embrión. Es una fase tan precoz del desarrollo que aún no se puede ver en la ecografía. Esto no quiere decir que los padres tengan alguna anomalía en sus cromosomas, sino que los cromosomas del padre, cuando se entrecruzan con los de la madre para formar los del embrión -un proceso que ocurre al azar-, generan un embrión que puede estar mal dotado cromosómicamente. Esto hará que o el embrión no llegue a implantar o que se implante en el útero pero acabe deteniendo su desarrollo muy precozmente”.
“El aborto del primer trimestre se produce en las primeras semanas, es decir, entre la quinta y la octava del desarrollo embrionario. Puede ser más tardío, pero en el 90 por 100 de los casos van a ocurrir aquí. A veces es muy llamativo porque se acompaña de sangrado vaginal y dolor abdominal, similar al dolor de la regla o dismenorrea, poniendo a la mujer sobre aviso. Pero en ocasiones no es así, y los síntomas del embarazo puede persistir -distensión en las mamas, sueño, cansancio, hipersensibilidad a los olores…- y en una revisión de rutina, comprobar por ecografía que el saco gestacional no ha crecido o que el embrión no tiene latido cardiaco, lo que es mucho más frustrante por lo inesperado de la situación. Tanto el primero -aborto incompleto- como el seguro -aborto diferido- tienen la misma causa: un embrión anómalo”, reitera.
El riesgo de tener un aborto espontáneo se dispara con la edad
El ginecólogo sostiene que estos errores esporádicos de los cromosomas del embrión están relacionados, como no podía ser de otra manera, con la edad de la madre. “De hecho, entre el 25% y el 30% de las mujeres jóvenes que buscan un embarazo tienen lo que se llama una pérdida gestacional precoz, es decir, les da positivo el test de embarazo en orina, pero después tienen la regla: no se llega a ver en la ecografía el saco gestacional”, advierte.
“Una vez que ya se ve el saco en la ecografía, el riesgo de perderlo por un aborto precoz es de un 10% a un 12% en mujeres por debajo de los treinta y cinco; pero superior al 50% con cuarenta años, y este riesgo aumenta de forma exponencial en esta década. Con varios abortos consecutivos se recomienda acudir a un ginecólogo o hacer un estudio en la pareja para descartar otras causas”, añade.
No son siempre los embriones
García Velasco indica que aunque es el responsable en la inmensa mayoría de los abortos precoces del primer trimestre, hay otras muchas anomalías que pueden producir un aborto: “Si sospechamos que el problema es el embrión, se puede recurrir a un diagnóstico preimplantacional para estudiar varios o todos los cromosomas del embrión. Pero hay más dificultades que pueden hacer que una gestación se interrumpa. Este es un tema aún controvertido, porque hay muchísimas pruebas que se pueden hacer en la investigación de una mujer que ha tenido varios abortos, y no por el hecho de que un estudio médico salga positivo en algo, significa necesariamente que sea la causa del aborto. Este punto es importante para determinar sobre todo qué actuación adoptar después de los estudios realizados”.
Diferentes anomalías y causas
El experto concluye en su libro que podemos estudiar diferentes alteraciones que dan lugar a los abortos, y dependiendo de las causas habrá que realizar unas pruebas u otras:
- Anomalías en la anatomía del útero: “Puede haber en el interior un tabique o septo, un mioma, un pólipo o alguna malformación que justifique que el embrión no pueda crecer bien. Una ecografía 3D puede ser muy útil en estos casos, y orientarnos sobre el problema”.
- Alteraciones hormonales: “Hemos visto anteriormente la importancia que tienen las hormonas en la reproducción. Habrá que estudiar siempre la prolactina, la función tiroidea, y sobre todo, las hormonas que nos ayudan a evaluar la “edad biológica”, la FSH y el estradiol, o mejor aún, la AMH o antimulleriana”.
- Procesos infecciosos: “Aunque poco frecuentes en nuestro medio, puede haber alguna infección que dificulte el crecimiento del embrión. A pesar de ello, la evidencia de que alguna infección sea la causa del aborto es poco probable”.
- Problemas en los cromosomas de los padres: “Son también poco frecuentes, pero a veces el padre o la madre tiene algún cromosoma alterado -traslocaciones- que no les da ningún problema, pero que en el embrión puede impedir su desarrollo completo. Esto sucede entre un 2 y un 5% de los padres que tienen abortos”.
- Test y causas aún controvertidos: Aquí el experto reconoce que el listado es “interminable y discutible”, por lo que recoge aquellos que puedan tener más relevancia:
- Problemas en los espermatozoides: “Pese a que el estudio básico del semen sea normal -seminograma-, puede ser que estos espermatozoides no estén del todo bien en su interior. Esto es lo que valora el FISH -estudia la distribución de los cinco o siete cromosomas que con mayor frecuencia producen abortos en los espermatozoides -y la fragmentación del ADN de los espermatozoides -estudia si el estrés oxidativo afecta mucho, poco o nada a los espermatozoides, y si merece la pena ser tratado-”.
- Trombofilias: “Agrupa un número de pruebas que valoran en la madre una dificultad en la circulación de la sangre con una tendencia a hacer microtrombos”.
- Problemas psicológicos: “La pérdida de un embarazo ejerce un duro impacto emocional en las parejas afectadas, y esta experiencia condiciona las gestiones siguientes, que se van a vivir con miedo y angustia hasta confirmar que evoluciona favorablemente. Son absolutamente normales sentimientos como enfado, depresión, ansiedad, o incluso culpa, tristeza o pena. Pese a que no hay datos que justifiquen el impacto psicológico como causa de un aborto, en estos casos siempre se aconseja apoyo emocional y un seguimiento semanal de las primeras semanas del embarazo”.
- Problemas inmunológicos: “A pesar del auge en los últimos años del estudio y tratamiento de un posible factor inmunológico, no existe evidencia alguna que justifique el tratamiento con fármacos -que además son inocuos- inmunomoduladores. Siempre hay casos que han ido mal, pero un paciente desesperado con un médico desesperado no pueden acabar haciendo un tratamiento basado en sensaciones. De hecho, así lo confirman las recomendaciones de sociedades científicas”.
- Estilo de vida y ambiente: “En general afectan poco, pero sí parece que el tabaquismo, el alcohol o más de tres cafés al día pueden favorecer el riesgo de aborto”.
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