Aunque los más pequeños hayan aprendido a ir al baño y dominen bastante bien el control de esfínteres, es posible que en un momento determinado retrocedan y durante un tiempo necesiten volver a depender de ropa interior absorbente. Para los padres puede ser un hecho bastante confuso, ya que muchas veces esto se produce después de que se piense con firmeza que el aprendizaje ya estaba realizado, incluso meses después de que los niños hayan abandonado los pañales por completo.
Una regresión en el control de esfínteres no necesariamente tiene por qué ser una señal de que algo no va bien. En ocasiones puede deberse a ciertos cambios que impactan en su vida diaria, como la llegada de un hermano a casa o su introducción en una escuela infantil o centro educativo, así como alteraciones en sus horarios o su rutina habitual. También puede que lo cause una modificación en su dieta o algún problema de salud que cause gases o estreñimiento. O simplemente el menor todavía no estaba listo para manejar completamente el control de esfínteres.
Volver a empezar

Es cierto que observar cómo se retrocede en una habilidad tan básica puede resultar preocupante, pero generalmente es cuestión de tiempo que retomen el control y se despidan definitivamente de los pañales.
En primer lugar, hay que asegurarse con certeza de que están preparados para ello. Cada niño se desarrolla a su propio ritmo y puede que, en algún caso, el entrenamiento de manejo de los esfínteres se iniciara demasiado pronto, lo que puede motivar alguna pequeña regresión. Si orinan y defecan con regularidad, de manera predecible, y son capaces de mantener el pañal seco al menos durante al menos dos horas, es probable que sus sistemas digestivo y urinario ya sean capaces de contener las deposiciones el tiempo suficiente para llegar al servicio. También hay que prestar atención a su situación emocional, ya que este proceso de transición suele ser más sencillo cuando los propios menores manifiestan su deseo de realizar las cosas de forma autónoma e independiente.
Si todo indica que ya estaban listos y, aun así, se ha producido una pequeña regresión, hay que tratar de abordar el problema que la origina. Para ello, se tiene que valorar cualquier circunstancia que pueda afectar a sus vidas, desde factores emocionales a cuestiones de salud. Sin importar cuál es la raíz, es importante tener paciencia y conservar la calma, mostrar compresión, darles consuelo en los momentos complicados y ayudarles a retomar el control nuevamente.
Para ello, necesitarán mucha motivación y una rutina con la que se sea constante. Establecer horarios, algún que otro recordatorio y el refuerzo positivo serán fundamentales para que vuelvan a acostumbrarse a utilizar el baño con asiduidad otra vez. Es probable que el proceso no sea fácil y ocurra más de un accidente, pero no hay que olvidar que se trata de un aprendizaje que necesita su tiempo.
Si los más pequeños siguen mostrando dificultades a la hora de controlar sus esfínteres puede que una visita al pediatra sea capaz de esclarecer la situación y recomendar algunas pautas específicas para abordar las causas subyacentes que están provocando la regresión.