Por regresión entendemos que el niño, el cual estaba aprendiendo cosas nuevas y avanzando, de repente toma un paso atrás y retoma costumbres que tenía más de pequeño.
Normalmente estas regresiones de los niños suelen coincidir con algún acontecimiento: empieza preescolar, tiene un hermanito, se le ha muerto el abuelito, se ha cambiado de casa...
Pero ni siquiera es necesario que se produzcan crisis ni sucesos especiales para que los niños tengan esos retrocesos en su evolución.
Con la misma naturalidad con que aceptamos que a los tres o cuatro años los niños progresan a una velocidad asombrosa, debemos aceptar que de vez en cuando necesiten dar un paso atrás para tomar un respiro. Nosotros debemos apoyarles, pues seguramente lo que necesiten sea atención.

Replegarse para avanzar
En el desarrollo infantil estos retrocesos son muy normales. Es como si los niños buscasen en ellos las fuerzas que necesitan para seguir adelante.
Su evolución normal no consiste en que unas conductas desaparezcan radicalmente de pronto para dejar paso a otras, sino que los comportamientos recién adquiridos coexisten durante un tiempo con los más primitivos, y es ocasiones estos vuelven a sustituir a aquellos por una temporada.
Lo normal es que el niño se haga pis encima, o comience a hablar como un bebé, y te pida un chupete o juguetes de bebés.
¿Qué pasa en casa?
A veces los padres no somos conscientes de las circunstancias que provocan las regresiones. Podemos atravesar una temporada difícil en nuestra relación de pareja, o estar estresados por un nuevo empleo...
Aunque no nos demos cuenta, los niños pueden verse afectados por estas circunstancias y, sin que nos expliquemos por qué, volverse más llorones, quejicas, pelmas o caprichosos.
Cómo podemos ayudar los padres cuando nuestro hijo da un “paso atrás”
¿Quieres conocer las regresiones más frecuentes en los niños y cómo actuar en cada caso?
- Hay que evitar decirle frases del tipo: «Ya eres mayorcito para hacer esas tonterías». Nuestro estímulo y nuestra comprensión funcionarán mucho mejor. Poco a poco el niño se dará cuenta de que puede captar nuestra atención y nuestro afecto sin necesidad de volver a ser un bebé. Jugar más con él y dedicarle más tiempo y atención son recetas que funcionan casi siempre.
- No enfadarse. Las regresiones suelen ser pasajeras, sobre todo si las manejamos con benevolencia, pero pueden hacerse duraderas si tratamos al niño con dureza por ellas.
- Mostrar comprensión. Una actitud rígida no es de ninguna utilidad. El desarrollo infantil es así.
- Desdramatizar. No se hunde el mundo porque un niño mayor pretenda tomar de nuevo el biberón como su hermano. Si hablamos sobre sus sentimientos superará mejor el trance.
- Pensar si nosotros alimentamos la regresión. ¿Hablamos con nuestro hijo imitando su lenguaje infantil? ¿Somos nosotros quienes estamos a punto de llorar cada vez que le dejamos en el cole? ¿En el fondo nos molesta que se haga mayor?