Una mirada optimista de las altas capacidades: "Es emocionante ver que su curiosidad es infinita"

Las altas capacidades suelen ser protagonistas de textos escritos con experiencias familiares a menudo negativas. En esta pieza, como padre de una con altas capacidades, trato de dar voz a todo lo bonito que tiene esta experiencia. 
Padre abrazando a su hija

Muchos papás y mamás a los que les dicen que sus hijos o hijas tienen altas capacidades y no saben mucho del tema se convierten de inmediato en un mar de dudas. ¿Es bueno o es malo? A menudo, sigue haciendo daño en nosotros el prejuicio de asociar superdotación intelectual con inadaptación social. Y tampoco ayudamos los medios de comunicación, que solemos centrarnos más en las cuestiones negativas. La asincronía en el desarrollo de los niños con altas capacidades, ese carácter que lleva a estos niños con altas capacidades a explotar como un volcán a los cinco minutos de salir de clase, o la hipersensibilidad que suelen mostrar, que no siempre es positiva. Pero, como padre de una peque con altas capacidades, quiero romper una lanza en el sentido opuesto: esta experiencia familiar tiene cosas maravillosas.

Soy el primer que he utilizado el altavoz de Ser Padres para confesar algunas intimidades de nuestra vida familiar, la cual tampoco cambió demasiado cuando nos enteramos hace dos años de que nuestra hija mayor tenía altas capacidades. Por ejemplo, conté que por entonces ya íbamos a la psicóloga especializada en infancia. Psicóloga infantil que nos dio muchos y buenos trucos  para tratar a mis hijas, y también sospechábamos que nuestra peque destacaba por algunas particularidades. Había empezado a leer y hablar con una fluidez asombrosa a una edad muy temprana y mostraba una curiosidad infinita por aprender cosas nuevas y por todo aquello que le rodeaba, especialmente cosas trascendentales como la muerte —luego supimos que los agujeros negros y la muerte son temas que interesan a los niños con altas capacidades intelectuales de forma prematura—.

Un padre observa a su hija - Getty Images

Esa curiosidad infinita no sabes si es muy común en peques de 3,4, 5 años hasta que no hay una profesora o un psicólogo que te dice que no lo es. Ni tampoco que se exprese así. Pero lo asombroso no son las altas capacidades en sí mismas, que es en lo que mucha gente se queda, sino que es la oportunidad que suponen para estos peques, especialmente aquellos perfiles que están más regulados emocionalmente —son minoría, pero nuestra hija forma parte de ella—.

Es asombroso como padre ver que tu hija responde a cualquier estímulo. Es un saco sin fondo en este sentido. Aluciné, como os conté en su día en esta pieza sobre cómo es tener una hija con altas capacidades y el día a día con ella, la primera vez que le llevé a un museo a raíz de una exposición sobre artistas femeninas que dieron en el cole —otro día habría que hablar de la importancia de los referentes femeninos para las niñas y de cómo hay mucho camino por recorrer en los coles todavía en este sentido…—: pensé que a la media hora, después de ver dos cuadros, diría basta y tuvimos que irnos porque el museo cerraba. Se tiró tres horas observando y pintando, con 5 años.

Un padre interactúa con su hija - Getty Images/iStockphoto

No lo cuento para presumir de hija, ni mucho menos, porque hay otros peques que muestran este interés por otras disciplinas. Lo cuento porque es el ejemplo perfecto de lo bonito que puede ser, como padre, tener una o un peque con altas capacidades y ver hasta qué punto te pide que la estimules. Podría poner infinidad de ejemplos, todos en la misma línea: es precioso observarle en medio de un espacio desconocido para ella; la primera vez que ha montado en avión y a ido a Londres, por ejemplo, cosa que ocurrió hace poco. Todo son estímulos en su cabeza dignos de su atención, y de ahí fluyen las preguntas, las reflexiones... y las repreguntas muchos días después. Porque esto, que vuelvan a cosas del pasado mucho tiempo después, es otra cosa asombrosa de las altas capacidades.

O su capacidad para retener e hilar la información que les interesa de un modo razonado, no de memoria, su capacidad para rebatir argumentos a una edad muy temprana, aunque eso suponga un reto mayúsculo (un problema, a veces) para sus padres, o aunque los defienda a veces desde la emoción equivocada (tiene 7 años, solo faltaba).

En definitiva, sirvan estas líneas para reivindicar lo maravilloso que puede ser la paternidad o maternidad con las altas capacidades en casa. No he dicho que no sea complicado, ojo. Y que no tenga sus riesgos. ¿Qué no los tiene, al fin y al cabo? Digo que podríamos llenar el vaso con optimismo y disfrutar de los muchos momentos en los que ser padre (o madre) de un niño o niña con altas capacidades es un motivo de asombro, de sorpresa, de orgullo... y de disfrute también.

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