Las familias que deciden tener un solo hijo han ido creciendo en los últimos años en nuestro país de forma continuada, de hecho nos hemos convertido en uno de los países donde más ha aumentado el número de familias que tienen un solo hijo según los datos del último informe de la Fundación La Caixa sobre este asunto.
¿Qué diferencias hay a la hora de educar a un solo hijo o a más de uno? ¿Cómo enfocan los padres la educación del hijo cuando es el único que tienen?
Lo primero que tienen en cuenta los padres de hijos únicos es encontrar espacios donde su hijo o hija pueda estar en contacto con pares, desde espacios dentro de la familia con primos o allegados, hasta vecinos o amigos, lugares donde aprendan a compartir, a tolerar la frustración, a compartir y a desarrollar la empatía entre iguales.
Según van creciendo es importante tratarlos sin agobios, dejar que se equivoquen y que aprendan de sus errores, no presionarlos y sobre todo no hacerles sentir la carencia de no tener hermanos en la familia.
Valorar sus logros en su justa medida y dedicarles tiempo, en pocas palabras, desterrar etiquetas y prejuicios que han acompañado durante décadas el desarrollo de los hijos únicos, los que no han crecido acompañados de hermanos.
Ventajas de ser el único hijo o hija en casa
Una de las principales y más obvias ventajas que tienen los hijos únicos es la de obtener todo el tiempo la atención de sus progenitores, lo que llega a marcar una diferencia muy positiva en su desarrollo emocional y personal si lo comparamos con las familias en las que hay dos o más hijos.

Disponer de la atención de sus padres les proporciona una mayor confianza en sí mismos y una mejor autoestima, en términos generales según los últimos estudios desarrollados en este área.
Los hijos únicos suelen desarrollarse intelectualmente más rápido al tener que relacionarse durante más tiempo y con más frecuencia con personas adultas, si lo comparamos con los niños que tienen hermanos y hermanas.
Por ello en las primeras etapas de la vida tienen un desarrollo lingüístico mayor y un pensamiento más rápido que después, con el paso del tiempo, se va equilibrando.
También tienden a ser más ordenados al adoptar de forma natural el modelo de orden y trabajo que ven en sus padres y madres. Saben aplicarse en clase y suelen ser más responsables, en gran parte es por culpa de que sus padres están dispuestos a pasar más tiempo con ellos ya que no hay otros niños con los que repartir la atención en el hogar.
Suele ser bastante frecuente que desarrollen interés por la lectura, la pintura u otras actividades que puedan realizarse en solitario, de hecho se adaptan mejor a la soledad, llegan a conocerse a sí mismos mejor que los niños que tienen hermanos y también suelen ser más independientes, según los últimos datos publicados sobre ello.
Más semejanzas que diferencias
La figura del hijo único lleva décadas sufriendo una mala fama que no deja de desmontarse por parte de la ciencia. No hay diferencias en cuanto a niveles de ansiedad o problemas de conducta una vez que los niños llegan a la edad adulta, independientemente de si han tenido o no hermanos.
Si han tenido una buena educación durante su niñez, los hijos únicos han podido tener una condición magnífica de privilegio para madurar y crecer de forma sana, sin desarrollar la etiqueta de caprichosos, egoístas o malcriados.
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