Rookie es el término que los anglosajones, sobre todo en Norteamérica, utilizan para referirse a los novatos en algo. Este término, muy utilizado en el ámbito deportivo (jugadores debutantes en una competición) se puede aplicar perfectamente a la maternidad/paternidad.
Y es que, por muchos libros y artículos que leas, y por muchas historias y consejos que te cuenten y escuches con atención (no siempre, reconócelo) antes de estrenarte, no hay forma humana de transmitir lo que significa ni de saber la dimensión real que supone la paternidad hasta que no vive en primera persona. La inexperiencia es un factor que siempre entra en juego. Y, en mi opinión personal como padre de dos peques, está muy bien que así sea, ya que permite vivir una evolución y aprendizaje personal a partir de cada experiencia con el primer hijo o hija.
Aprender de los errores
En nuestro caso, porque hablo en este caso también por la mamá de mis hijas, hay grandes diferencias entre las dos experiencias con la maternidad/paternidad que hemos vivido. Cometimos errores graves con nuestra hija mayor que, quizá, siguen teniendo consecuencias hoy en día.
Es el caso, por ejemplo, de haber creído que por el hecho de retenerla despierta hasta más tarde dormiría mejor y más horas por las noches. Jamás pasó. Solo la edad (estamos en ello todavía y tiene seis) y empezar a establecer una rutina adecuada a su edad y ventanas de sueño.
Cómo está anécdota o detalle, muchas más. Podría escribir largo y tendido sobre fallos que se cometen por la inexperiencia y todo lo que ella conlleva. Pero, visto con perspectiva, es completamente normal fallar, y no pasa cuando se hace pensando en que es lo mejor para nuestros hijos e hijas. Seguro que a nuestra hija mayor no le importa teniendo en cuenta todo lo bueno que su madre y yo hemos intentado darla.
Además, y esto también hay que decirlo, cuando dos o más hermanos o hermanas se llevan poco tiempo, es el primero el que más tiempo de calidad y atenciones recibe. Y esto es fácilmente comprobable en una tarde de parque charlando con los padres y madres de vuestro entorno.
Ni disponemos de tanto tiempo para dedicárselo en exclusiva ni la misma energía, y la experiencia, al menos en nuestro caso, nos lleva a dejar un poquito más de espacio, a intervenir un segundo más tarde, a activar el botón de la preocupación también algo después de lo que lo hacíamos con nuestra hija mayor.
Como reflexión personal compartiré que es bonito vivir la inexperiencia de la primera vez, y es una seguridad impagable haber pasado por ella de cara a experiencias sucesivas con la paternidad/maternidad. Y sí, la crianza es distinta con cada hijo o hija, pero es que también lo son nuestras circunstancias y nuestro conocimiento. Y, además, no tiene sentido intentar que no lo sean cuando tampoco existen dos hijos idénticos: tienen sus propias necesidades, que casi nunca son las mismas a las de sus hermanos y hermanas, y su propia personalidad.
Doy las gracias a nuestra hija mayor por haber sido una “conejillo de Indias” —por mal que suene la comparación, que me perdone si alguna vez lee esto dentro de unos años— excelente, con la que hemos aprendido muchísimo y lo seguimos haciendo. Es más, sigue siendo ella la que nos abre nuevas puertas a sus padres a medida que crece y madura.
Por lo tanto, en cierto modo, y así será siempre hasta que sean adultas nuestras hijas, vivimos de algún modo en plena convivencia de la inexperiencia (con la mayor) y la experiencia (con la pequeña), que además es reciente teniendo en cuenta el poco tiempo que se llevan entre ellas.
La moraleja de todo esto es que, si me permitís un consejo quienes no sois padres/madres, tomaros con tranquilidad los meses previos: leed y escuchad, por supuesto, pero sobre todo, vivid el momento, porque a ser papá/mamá se aprende con la primera experiencia en vuestras carnes. Que no os lo cuenten, llegará el momento de vivirlo. Y es intenso y precioso al mismo tiempo.