Muchos padres y docentes piensan que para aprender y memorizar hay que estar sentado en el pupitre de clase, quieto y en silencio. Como toda la vida. Sin embargo, la ciencia ha demostrado que hay otras formas de estar en clase mucho más atractivas para el alumnado que son, además, más eficaces en el proceso de aprendizaje: moverse en clase no solo no distrae, sino que puede mejorar la memoria y favorecer el aprendizaje.
Los expertos nos recomiendan a los adultos que pasamos muchas horas trabajando sentados frente al ordenador que hagamos pausas para levantarnos y movernos, estirando el cuerpo y activándolo. Pues bien, este tipo de pausas también son recomendables y efectivas en el ámbito educativo porque la memoria de trabajo, esa que utilizamos para retener números, vocabulario o fórmulas a corto plazo, se ve beneficiada cuando los niños realizan breves pausas de actividad física durante la jornada escolar.
Estas conclusiones no se basan en intuiciones, sino en múltiples estudios científicos que señalan una relación directa entre movimiento, plasticidad cerebral y rendimiento escolar.
En este artículo repasamos lo que dice la evidencia sobre el impacto del movimiento en la memoria, cómo se ha comprobado en distintos contextos educativos y de qué manera se puede aplicar tanto en el colegio como en casa.

El movimiento y la memoria: lo que dice la ciencia
La investigación en neurociencia y educación viene señalando desde hace años que el ejercicio físico activa mecanismos cerebrales asociados a la memoria. Entre ellos, el aumento del flujo sanguíneo y de oxígeno hacia el cerebro, la estimulación de neurotransmisores y la producción del factor neurotrófico derivado del cerebro (BDNF), que favorece la plasticidad neuronal.
En esta línea, un estudio sueco publicado en 2024 comprobó que las pausas breves y frecuentes de movimiento en adolescentes mejoraban la memoria de trabajo frente a periodos largos sentados. Los investigadores subrayan que no hace falta una sesión deportiva extensa: unos minutos de movimiento bastan para potenciar la retención.
En otra línea, Mazzoli et al. (2021) analizaron una intervención de cinco semanas con pausas activas en clase para niños y niñas con discapacidad intelectual. Los resultados mostraron mejoras en la memoria de trabajo y en la conducta en el aula, lo que refuerza la idea de que estos beneficios son aplicables también en contextos de diversidad funcional.
En España, Martínez-López y su equipo (2020) revisaron diferentes programas de actividad física escolar y concluyeron que los efectos positivos se observan tanto a corto como a largo plazo en cognición, especialmente en memoria, atención y funciones ejecutivas.
Incluso en niños con TDAH, un meta-análisis publicado en Frontiers in Psychiatry (2025) encontró mejoras significativas en memoria de trabajo y otras funciones ejecutivas tras intervenciones físicas estructuradas.

Cómo aplicar el movimiento en la escuela y en casa
La investigación apunta a varias estrategias efectivas para introducir las pausas activas en las clases, consejos o hábitos que son perfectamente extrapolables al contexto de casa si tu hijo o hija necesita estar muchas horas estudiando o haciendo deberes:
- Pausas activas cortas: cada 20-30 minutos, 2-5 minutos de estiramientos, saltos o juegos de movimiento. Según la evidencia disponible, antes de tareas de memorización intensa, una breve sesión activa puede marcar la diferencia.
- Aprendizaje activo con gestos: con los más pequeños, hay una forma muy efectiva de aprender: vincular el contenido al movimiento (dramatizar acciones de un cuento, caminar para resolver operaciones matemáticas) activa el llamado enactment effect, que mejora la retención.
- Aulas flexibles: permitir cambios de postura, trabajar de pie o moverse entre mesas favorece la atención sostenida.
- Caminatas y dinámicas grupales: actividades breves que implican desplazamiento también refuerzan la memoria y la cooperación.
- Sacar el aula a espacios exteriores: esta dinámica que llevan a cabo algunos maestros es muy eficaz para potenciar el aprendizaje a la par que el movimiento. Algo tan sencillo como dar clase en distintos rincones del patio. Un ejemplo que maximiza esta idea son las escuelas bosque.

El movimiento como herramienta pedagógica
En conclusión, la evidencia científica demuestra que, lejos de ser una distracción, el movimiento es un aliado del aprendizaje. Las pausas activas y las dinámicas que incluyen gestos o desplazamientos cortos mejoran la memoria de trabajo y la atención.
Para las familias, de igual modo que sabemos que no sirve de nada "calentar la silla" en el trabajo, sino que lo importante es ser efectivo durante el tiempo de trabajo, no hay que obsesionarse con que los hijos estén sentados sin moverse durante horas estudiando sin parar: dar espacio a pequeñas actividades físicas puede ser clave para que recuerden mejor lo que estudian.
Y para los docentes, supone repensar el diseño del aula y del tiempo escolar para integrar el movimiento como herramienta pedagógica. El reto está en adaptar los programas escolares para que todos los niños, independientemente de sus capacidades, puedan beneficiarse de estas estrategias. Y la buena noticia es que, como en otras muchas cuestiones en educación, hacerlo no requiere grandes inversiones, solo un cambio de mirada.
Referencias
- Kjellenberg K., et al. (2024). Short, frequent physical activity breaks improve adolescents’ working memory. BMC Public Health. DOI: 10.1186/s12889-024-19306-y.
- Mazzoli E., et al. (2021). Active breaks reduce sedentary time and improve working memory in children with intellectual disabilities. International Journal of Environmental Research and Public Health. DOI: 10.1111/jir.12826
- Martínez-López E.J., et al. (2020). Alternatives of Physical Activity within School Times and Effects on Cognition. A Systematic Review and Educational Practical Guide. DOI: doi.org/10.5093/psed2020a16
- Cortese S., et al. (2025). Physical activity interventions and cognitive outcomes in children with ADHD: A systematic review and meta-analysis. Frontiers in Psychiatry. DOI: 10.3389/fpsyt.2025.1578614.
- Hillman C.H., Erickson K.I., Kramer A.F. (2008). Be smart, exercise your heart: exercise effects on brain and cognition. Nature Reviews Neuroscience. DOI: 10.1038/nrn2298.