Ser Padres

Alberto Soler, psicólogo: “El miedo se hereda de padres a hijos”

El psicólogo Alberto Soler explica cómo se hereda el miedo de padres a hijos e incide en la importancia de “permitir” que nuestros hijos sientan esta emoción que “no es negativa”. 

El miedo es una de las emociones más complejas a lo largo de la vida. Lo es su experiencia y gestión durante la infancia, pero también es muy complicado saber manejar, como adultos, el miedo en nuestros hijos e hijas pequeñas. Por ello, es igual de importante, o más, saber cómo ayudar a nuestros peques a gestionar el miedo y entender por qué este ocurre. “El miedo es una emoción que nos protege. Todos lo sentimos, y hay situaciones en las que es útil”, afirma el psicólogo y escritor Alberto Soler.

Soler da las claves acerca de por qué tendemos a deslegitimar el miedo que sienten nuestros hijos e hijas y explica por qué esto es un error a la hora de ayudarles a aprender a gestionar el miedo. “El miedo no es una emoción ni buena ni mala, pero sí es cierto que produce una sensación desagradable, que no nos gusta experimentar, y por eso se etiqueta como emoción negativa y animamos a nuestros hijos e hijas a que no lo sientan”, afirma el psicólogo en una conferencia organizada por la comunidad Educar es todo.

El escritor y psicólogo incide en que es el miedo una emoción que “nos ayuda a avanzar en nuestro día a día”, por lo que debemos no solo validar que nuestro peque lo sienta, sino “fomentar su expresión”. Para el psicólogo, si no deslegitimamos emociones como la alegría, tampoco debemos hacerlo con el miedo. “Tiene derecho a preocuparse, incluso debemos evitar frases que se nos escapan como ‘No te preocupes, que seguro que no es nada’, porque les estamos dando a entender que se están equivocando sintiendo esa emoción. [...] Da permiso a tu hijo para que la emoción se exprese”, dice.

Además, Alberto Soler aconseja a todos los padres y padres hablar acerca del medio de forma abierta con sus hijos e hijas. “Pensamos que si preguntamos por el miedo a nuestros hijos e hijas lo haremos más grande, y es justo lo contrario”, afirma. “Haz preguntas abiertas, escucha de forma empática, activa y cercana, y ayuda y acompaña para que aprendan a gestionarlo”, añade al respecto de cómo debemos enfocar una conversación con nuestros peques y adolescentes sobre el miedo que sienten. “Sin darles las respuestas, que sean preguntas abiertas”, incide.

“El miedo se hereda de padres a hijos”

Alberto Soler explica en la citada ponencia sobre el miedo que este se hereda de padres a hijos de dos maneras diferentes: “filogenéticamente y a través de la observación de hábitos”.

Los primeros miedos son aquellos que hacen referencia a los que se transmiten como especie. “Hay ciertos miedos que filogenéticamente la propia especie se ha encargado de ir transmitiendo de unas personas a otras. Se ha visto que ese miedo tiene un sentido. Imaginaos que no hubiéramos heredado el miedo a las alturas. Seríamos una especie que se extinguió porque se despeñó”, argumenta, antes de poner otro ejemplo: el miedo a las ratas. “Tiene su utilidad que, como especie, heredemos ciertos miedos”, dice.

Los segundos miedos, por su parte, son aquellos que se transmiten exclusivamente de padres a hijos. “Puede existir una predisposición genética, y los estudios concluyen que sí hay un componente genético pero no se ponen de acuerdo en el porcentaje de la carga, que realmente es muy pequeño”, expone Alberto Soler. La carga más alta con este tipo de miedos viene por la observación de los patrones cercanos: aprendemos de lo que vemos, también los miedos. “Si nosotros cada vez que salimos de paseo a la calle con nuestros padres, uno de ellos ve un perro y notamos que se pone nervioso, es difícil que nuestra relación con los perros sea de normalidad”, cuenta.

Tipos de miedos

Por otro lado, Alberto Soler recuerda también que los miedos se pueden clasificar como evolutivos o patológicos.

El psicólogo apunta que “El miedo patológico no se desencadena por un peligro real, nos genera malestar difuso que no sabemos manejar y nos impide llevar el día a día de manera normalizada”. Asegura que es un tipo de miedo “desproporcionado, y no tiende a desaparecer como sí ocurre con el evolutivo (miedo oscuridad, por ejemplo)”.

Los miedos evolutivos, a diferencia de los patológicos, los tienen todos los niños y niñas en función de la etapa de su vida. Es el caso, por ejemplo, del miedo a la separación de los padres, que se acentúa hacia los dos años de edad. “A partir de los dos años y medio, cuando ya empiezan a tener capacidad de abstracción, pueden imaginar y proyectar cosas que no existen en su mente, de ahí que aparezca el miedo a los monstruos, fantasmas, a la oscuridad, etcétera”, asegura Alberto Soler.

Ya en Primaria, los miedos tienen que ver con cuestiones “conectadas de su día a día”. Es el caso del daño personal, los problemas de salud o la muerte. “Son daños racionales”, dice Soler. En la preadolescencia, son los miedos “con tinte social —logros académicos, problemas sociales, autoimagen…—” los que toman mayor protagonismo, y estos mismos se disparan durante la adolescencia. “Están relacionados directamente con sus tareas principales, y estas tienen mucho que ver con las relaciones con iguales”, concluye Alberto Soler.

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