Sabemos que las rabietas son una de las partes de la crianza más difíciles de llevar porque ponen a prueba nuestra paciencia. Llegan sobre los dos o los tres años, en un momento en el que el sueño, para muchos, es prácticamente inexistente, en el que hay que lidiar con otros problemas de conciliación y con otras preocupaciones también habituales en el día a día de un niño.

Un cúmulo de circunstancias que puede llevar a los padres a tratar estas pataletas de una forma poco respetuosa con el desarrollo del menor: les gritamos, cedemos a ellas con tal de que se callen y nos dejen en paz, los castigamos con nuestro silencio hasta ‘que se le pase’ porque ‘no es para tanto’ o, incluso, llegamos a castigarlos para que ‘reflexionen sobre lo que han hecho’. Estrategias tan repetidas como poco válidas, de acuerdo a la opinión de los expertos en educación y crianza infantil.
Sin ir más lejos, la pediatra Lucía Galán, más conocida en redes sociales como Lucia, mi Pediatra, sabe bien que todas estas estrategias no son las más correctas. Y lo dice, no solo como profesional, sino también como madre que se ha enfrentado a ellas.
Por eso, en su libro ‘El gran libro de Lucía, mi pediatra’ revela a todos los padres cuáles son los trucos que a ella le sirvieron con sus pequeños y que recomienda día a día en su consulta cuando llegan papás desesperados pidiendo ayuda.

Consejos para calmar rabietas, de Lucía mi Pediatra
“Seguro que ante una rabieta repentina alguien te ha dado el pésimo consejo: ‘lo que se merece es un cachete bien dado’”, afirma en su libro. Sin embargo, “evita siempre cualquier castigo físico, por leve que te parezca; si pegas a tu hijo, acabas con cualquier otro recurso de educación, negociación y aprendizaje”, continúa la misma profesional.
Después de una breve introducción en la que se pone en el papel de los padres y asegura entenderlos a la perfección (por la experiencia de su maternidad y por su profesionalidad) aporta los que para ellas son “mis consejos ante las rabietas” que nosotros pasamos a explicar a continuación:
- Reconocer que una rabieta puede ser tanto dramática como agotadora en algunos momentos y que, por ello, hay que armarse de paciencia. “Son una parte ma´s de la crianza de mtus hijos”, escribe
- Aprovecharlas como una oportunidad para seguir educando a los niños
- Háblalos con tranquilidad, escucha con atención lo que te explique (aunque para ti sea la mayor tontería del mundo, para él no lo es)
- Para evitar rabietas, nada como darles la oportunidad de elegir desde que son pequeños, a fin de que aprendan a expresar sus deseos: qué color le gusta más de camiseta, qué sabor de helado prefiere,… “le estarás otorgando alternativas para evitar conflictos”
- Con las cosas innegociables (como que si coge unas tijeras se puede cortar, que la sartén caliente le quema o que los dedos no se meten en el enchufe) hay que ser tajante por mucho que se enfade; eso sí, ser tajante no significa gritar, si no no ceder
- Mejor pocas normas y claras: “Tu hijo es un niño, necesita explorar el mundo, así que ofrécele alternativas adaptadas a su edad y evita decirle eso no se hace constantemente”; asegura la profesional. Quien, además, añade que muchos límites no hace felices ni a los niños, ni tampoco a las personas que tiene alrededor