¿Hay que obligar a los niños a saludar a los demás?

Entre la cortesía y la espontaneidad: el dilema de enseñar a los niños a saludar.
Obligar a los niños a saludar, sí o no

Muchos padres tienen la costumbre de obligar a sus hijos a saludar cuando llegan a un sitio o cuando reciben visita en la casa. Normalmente lo hacen con el objetivo de que los pequeños aprendan las reglas de la educación formal, y también porque tienen miedo de que esa persona se sienta ofendida. Sin embargo, ¿realmente debemos obligar a los niños a saludar?

¿Hay que obligar a los niños a saludar a los demás? - Seva Levytskyi/Freepik

¿Por qué obligamos a saludar a los niños?

Muchos padres obligan a sus hijos a saludar simplemente porque están repitiendo un patrón que aprendieron en su niñez, cuando a ellos mismos les obligaban a saludar a los demás. Ese acto mecánico no les permite reflexionar sobre las profundas implicaciones que tiene su actitud, ya que solo se limitan a seguir el orden autoritario que han aprendido. Sin embargo, obligar a los pequeños a saludar implica someterlos a los deseos de los demás, por lo que en realidad esta conducta se aleja mucho de los valores de respeto que intentamos inculcarles.

Por otra parte, los padres deberían preguntarse por qué sienten esa obligación. ¿Acaso lo hacemos porque queremos que los demás piensen que hemos sabido educar correctamente a nuestros hijos? ¿Nos preocupa que esa persona se sienta ofendida por la negativa del niño? ¿Nos interesa más lo que esa persona pueda pensar de nosotros como padres que lo que siente o desea nuestro hijo? ¿Queremos que nuestro hijo siga a rajatabla nuestras órdenes o queremos educar a una persona autónoma con iniciativa y capacidad de decisión?

El saludo es un convencionalismo que a los niños les cuesta aprender.

Los adultos solemos saludar por educación, los niños saludan desde el corazón. Y se trata de una diferencia abismal. Los niños suelen ser espontáneos y muestran sus emociones sin tapujos, por lo que cuando se alegran de ver a una persona o esta les resulta simpática, les saldrá natural saludarla o incluso echarse a correr y abrazarla.

Al contrario, si se trata de un desconocido o de una persona que no se ha ganado su simpatía, es normal que los niños no se muestren tan entusiastas. Sin embargo, al obligarles a saludar le estamos transmitiendo un mensaje claro: tus sentimientos no importan, debes priorizar los convencionalismos sociales. Desde el punto de vista de su desarrollo emocional, no se trata precisamente de una buena lección.

En otros casos, los niños no saludan simplemente porque son tímidos. No se trata de falta de respeto sino de inhibición. Y obligarles a hacer algo que no les place y va en contra de su naturaleza puede acentuar aún más esa timidez provocando una profunda sensación de incomodidad que genera inseguridad.

A esto se le suma que normalmente los padres realizan juicios de valor sobre el acto de no saludar y etiquetan al niño como “mal educado”. 

Enseñar a saludar por cortesía

Esto no significa que los niños no deban saludar. De hecho, se trata de una bonita norma de cortesía que predispone positivamente a las personas y genera una buena impresión. Los padres deben enseñar a sus pequeños a saludar, pero no presionarles a dar un beso o un abrazo si no les apetece.

El saludo, al igual que muchos otros temas en la educación infantil, debe ser acordado con los pequeños. No se trata de imponerlo sino de explicarles su importancia. Si al niño no le apetece dar un beso o un abrazo, un simple hola o un apretón de manos bastarán. Lo normal es que con el paso del tiempo los niños acaben saludando igual que los adultos, así que no es necesario presionarles.

Recomendamos en

Por qué el juego es la clave olvidada para aprender música desde la infancia: un elefante llamado Zolfa guía a los más pequeños

Mientras muchos métodos musicales siguen apostando por la repetición y la técnica desde edades tempranas, una nueva generación de propuestas pedagógicas recupera lo esencial: jugar, imaginar y emocionarse. Entre ellas, destaca un proyecto que convierte cada lección de piano en una aventura: Zolfa, un elefante azul que enseña con cuentos, partituras y mucha empatía.
  • Eugenio Manuel Fernández Aguilar