La placenta se convierte en un órgano único del embarazo, la cual es fundamental para nutrir al bebé en desarrollo. Es decir, se trata de un órgano que únicamente se forma durante el embarazo. Suele adherirse a la parte lateral o superior del útero, y el bebé se adhiere a su vez a ella a través del cordón umbilical. Así, a lo largo de toda la gestación, juega un papel crucial tanto en el crecimiento como en el desarrollo fetal, al convertirse en el sistema de soporte vital del bebé.
No en vano, cumple las funciones de órganos esenciales como el hígado, los pulmones y los riñones, precisamente hasta el momento en el que el feto los desarrolla.
Así, lleva a cabo funciones respiratorias, nutritivas, endocrinas y excretoras, además de ejercer una interesante función inmunológica, suministra oxígeno y permite la salida de CO2, elimina los productos de desecho (urea, ácido úrico del feto y creatinina), metaboliza y libera sustancias alimenticias, produce hormonas esteroides y peptídicas y protege al feto de infecciones bacterianas y maternas, entre otros.
En la mayoría de las ocasiones, después del nacimiento del bebé le sigue la placenta. Lo que se conoce habitualmente como el alumbramiento o parto de la placenta. De esta forma, cuando este órgano es finalmente expulsado, el médico la examinará con la finalidad de asegurarse de que está intacta, y de que ha sido expulsada completamente.
Generalmente, el parto de la placenta tiende a ser más rápido que el nacimiento del bebé, y suele ocurrir entre 5 a 10 minutos después de dar a luz al pequeño. Eso sí, en caso de que el parto no haya sido vaginal, sino mediante cesárea, será el médico quien extraiga físicamente la placenta presente en el interior del útero, antes de proceder a cerrar la incisión.
Pero, ¿qué ocurre después de la expulsión de la placenta? En la mayoría de las ocasiones, después de examinarla y observarla, la placenta es retirada junto con el resto de líquidos y tejidos que han podido ser expulsados durante la etapa de alumbramiento del bebé. Sin embargo, algunas mujeres piden guardarla para hervirla y comérsela, o incluso deshidratarla y encapsularla en forma de pastillas. A continuación, te ofrecemos algunos ejemplos de lo que podrías hacer con ella después del nacimiento del bebé.
1. Placentofagia: Comerse la placenta
Algunas mujeres optan por comerse un poco de placenta después del nacimiento del bebé. Es posible que la matrona la corte en varios trozos, se elabore en forma de batido o incluso sea encapsulada en forma de píldoras o pastillas. Es algo que, de hecho, se ha vuelto enormemente popular en los últimos años.
Si bien es cierto que no existen pruebas científicas que hayan podido constatar que consumir placenta tenga algún beneficio o efecto en la salud, muchas mamás indican que sienten un aumento de energía después de su consumo, mientras que otras indican que las ayuda a sentirse mejor durante los altibajos hormonales que comúnmente ocurren después del parto. Mientras que otras, sienten que ayuda positivamente a la producción de leche materna.
Eso sí, es imprescindible tener en cuenta qué riesgos existen si se opta por la placentofagia. Por ejemplo, un informe publicado en el año 2016 informó que un bebé sano desarrolló bacteriemia por Streptococcus agalactiae B (estreptococo del grupo B), relacionada con el consumo de la placenta por parte de su padre.
2. Donación de la placenta
La mamá y el papá también pueden optar por donar la placenta. Si tejido denso y sumamente rico en nutrientes puede ser de enorme utilidad en distintos procedimientos reconstructivos, sobre todo para determinados procesos oculares, cirugías de la columna, o para la curación de quemaduras y heridas.
Si se desea donarla, es necesario comunicárselo al médico con anticipación. Además, no se debe olvidar que los padres también pueden donar algún otro tejido igualmente valioso, como por ejemplo podría ser el caso del líquido amniótico, la membrana amniótica o el cordón umbilical.
3. Hacer joyas y elementos decorativos

Lo cierto es que podría convertirse en uno de los mejores usos: convertir la placenta en una joya, ya que sería un recordatorio hermoso y constante del embarazo. Ya sea colgantes, pulseras de cuentas o aretes de pequeño tamaño. Cualquier opción decorativa es ideal en este sentido.
Es lo que ocurre también con la leche materna. Cada vez más madres se animan a tener un bonito recuerdo de la lactancia encapsulando una pequeña cantidad de leche materna en bonitas joyas y colgantes.
4. Plantarla
Si tienes un jardín o una terraza en casa, y deseas tener un lugar que a su vez sirva como un recuerdo muy bonito y natural de la gestación, puedes optar por plantar la placenta después del nacimiento.
Esto, por ejemplo, puede convertirse en un símbolo maravilloso del vínculo del bebé con la tierra, y destacar como un recordatorio visualmente único de cómo la mamá y el bebé estuvieron físicamente conectados entre sí.