La semana 33 del embarazo marca una diferencia clave en el desarrollo cerebral infantil. Durante años, la prematuridad se ha vinculado con riesgos en el desarrollo cognitivo, pero los focos estaban puestos principalmente en los nacimientos muy prematuros, aquellos que ocurren antes de la semana 28 de gestación. Sin embargo, una nueva investigación publicada en JAMA Network Open replantea este paradigma al revelar que el umbral crítico para la aparición de problemas cognitivos podría estar más cerca de lo que se pensaba: en la semana 33.
El estudio ha sido dirigido por un equipo del prestigioso Instituto Karolinska (Suecia) y forma parte del Adolescent Brain and Cognitive Development Study (ABCD), uno de los proyectos más ambiciosos sobre neurodesarrollo infantil. La muestra incluye a 5.946 niños y niñas nacidos entre 2005 y 2009, a los que se les realizaron evaluaciones cognitivas a los 9 y 10 años de edad. Los resultados son reveladores: los niños y niñas nacidos en la semana 33 o antes presentan dificultades persistentes en áreas clave como el vocabulario, la memoria de trabajo y la memoria episódica.
Lo más llamativo es que estos efectos se mantienen independientemente de factores genéticos o sociales. El equipo científico aplicó un control exhaustivo incluyendo variables como nivel socioeconómico, características maternas, salud neonatal, y hasta una puntuación poligénica (cogPGS) derivada de más de 5.000 marcadores genéticos relacionados con la inteligencia y el rendimiento académico.
Esto permite afirmar con bastante solidez que el nacimiento en la semana 32 o 33, por sí solo, puede representar un factor de riesgo biológico para el desarrollo cognitivo a largo plazo.

La evidencia demostrada por el estudio: nacimientos antes de la semana 33 y después
Los niños y niñas estudiados por los investigadores fueron clasificados según su edad gestacional al nacer: muy prematuros (28-31 semanas), moderadamente prematuros (32-33 semanas), prematuros tardíos (34-36 semanas), nacidos a término temprano (37-38 semanas) y a término completo (39 semanas o más).
A todos se les aplicaron pruebas como el NIH Toolbox, el test de memoria verbal Rey y la Little Man Task. Estas mediciones permiten obtener un índice compuesto de función cognitiva, así como resultados detallados en aspectos específicos como la memoria, el lenguaje, la velocidad de procesamiento y la atención.
Los resultados mostraron que el parto prematuro moderado se asocia con déficits cognitivos específicos durante la infancia, independientemente de la genética, el nivel socioeconómico y otros factores de riesgo. El sexo no es uno de ellos, apuntan los investigadores.

Por ejemplo, comparados con los nacidos a término completo, los nacidos entre las semanas 32 y 33 puntuaban más bajo de forma significativa en varias áreas cognitivas. Por ejemplo, el coeficiente estándar para el vocabulario fue de −0.36 y para la memoria de trabajo de −0.27, ambos estadísticamente relevantes. Incluso dentro de este grupo, nacer antes de la semana 33 marcó una diferencia crítica.
En cambio, los niños y niñas nacidos en la semana 34 en adelante, hasta la 38, no mostraban diferencias significativas respecto a sus pares nacidos a término. Esta distinción es esencial porque rompe con la idea de que todos los partos entre las semanas 32 y 37 pueden considerarse clínicamente similares en cuanto a resultados a largo plazo.

Qué implicaciones tiene el hallazgo
El hallazgo abre una reflexión importante para padres, educadores y profesionales sanitarios. En primer lugar, visibiliza la situación de miles de niños y niñas que, aunque no sean considerados prematuros extremos, pueden necesitar apoyo adicional. Muchos de estos niños y niñas pasan desapercibidos en las aulas a medida que crecen, y sus dificultades son en ocasiones atribuidas a “distracción” o “madurez lenta”, cuando en realidad tienen un origen biológico claramente identificado.
Además, el estudio pone sobre la mesa la importancia de realizar un seguimiento neuropsicológico desde los primeros años de vida, especialmente en aquellos niños y niñas nacidos antes de la semana 34. Esta monitorización no siempre forma parte de los protocolos estándar, pero podría cambiar su trayectoria educativa y social si se implementa a tiempo.
Este estudio también puede contribuir a decisiones médicas más informadas sobre la programación de cesáreas o partos inducidos. Los datos expuestos por el estudio en cuestión —y por otros estudios publicados anteriormente— muestran que cada semana adicional dentro del útero cuenta para el desarrollo cerebral, especialmente en áreas como el hipocampo y el córtex prefrontal.

En resumen, la investigación puede cambiar el modo en que comprendemos el desarrollo cognitivo en niños y niñas nacidos prematuramente, incluso de forma moderada. O al menos, ampliar su visión que se tiene de ello en la actualidad.
Según se lee en las conclusiones del estudio, sus hallazgos “sugieren que los riesgos biológicos, como el parto prematuro, pueden tener implicaciones duraderas para la cognición, independientemente de la genética y otros factores de riesgo”. Y es que, como mínimo, el estudio aporta evidencia concreta de que la semana de nacimiento sigue influyendo en el aprendizaje casi una década después.
Referencias
- Samson Nivins, Nelly Padilla, Hedvig Kvanta, Ulrika Ådén. Gestational Age and Cognitive Development in Childhood. JAMA Network Open, 2025. DOI: 10.1001/jamanetworkopen.2025.4580