Reformulando la figura paterna: del padre autoritario a las paternidades del cuidado

Diversos estudios han demostrado ya que el modelo de padre autoritario “tiene un impacto negativo en la salud mental y en el bienestar psicoemocional de la infancia y la adolescencia”.

Padre e hijo

En su libro Paternidad aquí y ahora (Arpa), el psicólogo perinatal experto en paternidad Máximo Peña, apunta a diversas señales que indican que el patriarcado, entendido como un sistema de organización social que otorga privilegios y beneficios a los hombres, ha entrado en crisis, al menos en los países occidentales. Cuando esta dinámica de decadencia, apunta el hispano venezolano, se lleva al terreno de la paternidad, nos encontramos con la convivencia de dos formas antagónicas de ejercer la paternidad.

Por un lado, la clásica, la que mantiene esa idea a todas luces anacrónica del hombre como cabeza de familia, que tiene su encarnación en padres más o menos autoritarios, ausentes y alejados de los cuidados. “Las paternidades autoritarias, distantes o ausentes contribuyen a perpetuar el modelo patriarcal y machista, cuya expresión más grave es la violencia contra las mujeres, pero que también se manifiesta, por ejemplo, en la anulación del mundo emocional de los varones, o en el caso de la chicas, en el reforzamiento de roles y estereotipos de género”, sostiene Peña, que señala que diversos estudios han demostrado ya que este modelo autoritario “tiene un impacto negativo en la salud mental y en el bienestar psicoemocional de la infancia y la adolescencia”.

Por otro lado, según el experto, estaría una figura emergente, fruto de “un proceso de transformación que apenas está empezando”: la del hombre que acepta el reto de involucrarse en el día a día de la crianza de sus hijos, construyendo nuevas maneras de experimentar la paternidad desde un lugar más próximo, en lo corporal y en lo afectivo. “Aunque no podemos hablar de una relación causa-efecto, lo cierto es que primero apareció el feminismo y luego llegó el fenómeno de las llamadas nuevas paternidades. Lo cierto es que es difícil en la actualidad encontrar algún proceso social que no esté influido de alguna manera por el movimiento feminista”, argumenta el psicólogo.

Por otro lado, según el experto, estaría una figura emergente, fruto de “un proceso de transformación que apenas está empezando”: la del hombre que acepta el reto de involucrarse en el día a día de la crianza de sus hijos, construyendo nuevas maneras de experimentar la paternidad desde un lugar más próximo, en lo corporal y en lo afectivo. “Aunque no podemos hablar de una relación causa-efecto, lo cierto es que primero apareció el feminismo y luego llegó el fenómeno de las llamadas nuevas paternidades. Lo cierto es que es difícil en la actualidad encontrar algún proceso social que no esté influido de alguna manera por el movimiento feminista”, argumenta el psicólogo.

Portada de 'Paternidad aquí y ahora' (Arpa), del psicólogo perinatal Máximo Peña

Paternidad aquí y ahora tiene como subtítulo “9 lecciones para ser mejor padre que tu padre”. ¿Vivimos en un contexto social que nos ayuda a ser mejores padres que nuestros padres? “Estamos en medio de un cambio cultural favorable a que los hombres asuman los cuidados a la infancia de forma amable y cercana, a pesar de que el ambiente laboral aún está lejos de contemplar que atender a las criaturas es también algo que compete al sexo masculino. En todo caso, a nuestros padres les bastaba con traer el dinero a casa, y, si acaso, cambiar algún pañal de vez en cuando, para ser considerados “buenos” papás. Ahora, en cambio, a los hombres se nos exige mucho más, y ser un buen padre en el siglo XXI va más allá de la provisión material”, responde Peña.

“Estamos en medio de un cambio cultural favorable a que los hombres asuman los cuidados a la infancia de forma amable y cercana

A pesar de esa mayor exigencia, sin embargo, no es extraño que los padres, a poco que se impliquen en la crianza de sus hijos, se ganen la etiqueta de “padrazos”. “Sabemos que detrás de la etiqueta de padrazo se esconde una de las costumbres más arraigadas del patriarcado, aquella de otorgar más valor a las actividades llevadas a cabo por los hombres, incluso aunque estas actividades sean las mismas que hacen las mujeres”, reflexiona el autor, que no obstante se muestra favorable a la proliferación de “padrazos” que asuman la crianza de una forma comprometida, responsable y amorosa: “Cuando los padrazos sean mayoría dejaremos de nombrarlos como algo extraordinario”.

Padres troyanos: el riesgo en el camino hacia una paternidad del cuidado

El psicólogo Máximo Peña. - Cheché Díaz Yugurí

En las páginas de Paternidad aquí y ahora, Máximo Peña defiende la necesidad de que la figura del padre evolucione hacia lo que él denominas la paternidad del cuidado, que se caracterizarían por ser paternidades flexibles y contextuales que ponen el foco en la infancia y están centradas en las necesidades evolutivas de los niños y de las niñas.

Las paternidades del cuidado son flexibles, según el psicólogo perinatal, porque más que un reparto al cincuenta por ciento de las tareas entre los miembros de la pareja, este modelo aboga por que cada familia pueda organizarse de manera flexible, adaptándose a los cambios evolutivos de las criaturas, y atendiendo a variables como capacidades, habilidades, disponibilidad, situación laboral-profesional, deseos, expectativas, recursos y apoyos de los que dispongan. Y son contextuales, añade, porque, aunque existen modelos ideales de cómo ser un buen padre en el siglo XXI, “hay que reconocer que, a veces, circunstancias no elegidas delimitan la actuación de las personas, como las interminables jornadas laborales. Como se ha dicho de las madres, un padre, más que intentar ser perfecto, tendrá que conformarse con ser un papá suficientemente bueno”.

Reconoce Peña que este ideal de modelo de paternidad, como tal, es posiblemente inalcanzable, pero que debe ejercer como un faro que dicte a los navegantes, en este caso a los padres, qué rumbo tomar. “Ese faro indica a los padres que tienen que asumir los cuidados de sus criaturas en estrecha cooperación con las madres, respetando los procesos evolutivos de la infancia y sin que ninguna labor sea exclusiva de ningún miembro de la pareja en función del género”, subraya el experto, que no obstante reconoce que no será suficiente con que cada vez más hombres adopten formas de paternidad comprometidas, presentes y afectivas, sino que también resultará “indispensable” que desde los poderes públicos y el resto de la sociedad “se otorgue a la maternidad y la paternidad el reconocimiento, el apoyo social y los recursos que merecen”.

El único hándicap para alcanzar ese ideal de las paternidades del cuidado, además, puede no ser esa falta de apoyo social e institucional. También, apunta Máximo Peña, estaría el hecho de que las nuevas paternidades activas e igualitarias no atiendan a los tiempos del desarrollo evolutivo propios de cada criatura y a las necesidades de la diada madre-bebé. Es decir, que no sean flexibles. Es lo que el educador social Paco Herrero Azorín bautizó como las paternidades troyanas para advertir de un nuevo paradigma de padre que lleva a tal extremo el igualitarismo que termina usurpando procesos como el necesario vínculo entre la madre y la criatura recién nacida. “Hay padres que llegan a cuestionar, incluso, la lactancia materna, porque dar el pecho, según esta posición extrema, puede ser discriminatorio para el miembro de la pareja cuyas glándulas mamarias no producen leche. Se trata de un hombre que, en lugar de buscar el necesario pacto de cooperación con la mujer, intenta que su voz se imponga en procesos que le son ajenos, como el embarazo, el parto o la forma en que la diada madre-bebé se organiza para dormir”, alerta a modo de conclusión el psicólogo.

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