Ayuda a tus hijos, pero no demasiado: el consejo de una psicóloga de Stanford para educar a niños independientes

¿Cómo ayudar a tus hijos sin lastrar su autonomía? La clave psicológica para lograr el equilibrio entre apoyo y autonomía.
Madre ayudando a su hijo pequeño

Cuando ves que tu hijo pequeño no logra abotonarse la camisa o lucha por atarse los cordones de los zapatos, es comprensible que acudas a darle una mano. Pero, ¿alguna vez te has preguntado hasta qué punto realmente lo estás ayudando? Una psicóloga de Stanford descubrió que la implicación parental excesiva causa más problemas de los que resuelve y brinda las pautas para criar a niños más autónomos y seguros de sí.

La implicación parental excesiva causa más problemas de los que resuelve. - Oleksandr P - Pexels

¿Qué sucede cuando los padres intervienen demasiado en las tareas infantiles?

En la actualidad, la mayoría de los padres y madres son más conscientes de la marca que deja la educación en sus hijos, por lo que suelen implicarse más y buscan momentos de enseñanza que les permitan fortalecer el vínculo familiar y fomentar el desarrollo infantil.

Esa actitud es positiva. La ciencia ha demostrado que una crianza comprometida ayuda a los niños a desarrollar sus habilidades cognitivas y emocionales. Sin embargo, es fácil traspasar la línea que separa la ayuda constructiva de la intervención innecesaria que lastra las capacidades infantiles.

Jelena Obradović, psicóloga y profesora de Educación en la Universidad de Stanford, observó las interacciones de los padres con niños de 2 a 4 años mientras estos jugaban, ordenaban los juguetes, aprendían las reglas de un juego nuevo o discutían sobre un problema.

Constató que los hijos de los padres que intervinieron con más frecuencia para dar instrucciones o sugerencias, realizar correcciones o hacer preguntas tenían más dificultades para regular su comportamiento y gestionar sus emociones en otras circunstancias.

Esos niños también tenían problemas para retrasar la gratificación, que normalmente se considera un indicador temprano del éxito en la vida. Además, presentaban dificultades en el control de los impulsos y les costaba concentrarse cuando otra actividad demandaba su atención. 

La ayuda que no ayuda

El intervencionismo de los padres impide que los niños aprendan a regularse. - Pavel Danilyuk - Pexels

Los padres y madres están sometidos a una gran presión por cumplir con su rol. Y quieren hacerlo bien. Por eso, muchos sienten la necesidad de encontrar formas de involucrarse en las actividades infantiles.

Por supuesto, es genial que jueguen, apoyen y guíen a sus hijos, pero en su justa medida. La implicación parental excesiva puede tener consecuencias negativas para los niños, en especial cuando están concentrados en las tareas y no necesitan ayuda.

Ese “intervencionismo parental” hará que a los pequeños les cueste más enfocar su atención y controlar su comportamiento La supervisión y orientación constantes afectan las habilidades de autorregulación infantil y lastran su autonomía porque los niños no llegan a desarrollar un locus de control interno, sino que son guiados continuamente por un agente externo.

No obstante, Obradović también advirtió que los pequeños cuyos padres intervienen cuando necesitan ayuda real o no están concentrados, no sufren esas dificultades. Por tanto, se trata de encontrar el equilibrio adecuado en las interacciones para lograr que esa asistencia realmente sea desarrolladora y aporte valor

La pregunta clave para encontrar el equilibrio

Sugerir ideas, corregir o dar consejos a los niños no es negativo. La guía de los adultos es fundamental cuando los peques no prestan atención, violan las normas o necesitan ayuda para resolver un problema porque todavía no cuentan con las habilidades necesarias.

El objetivo no es criticar a los padres, sino proporcionarles más herramientas psicológicas para que realmente puedan poner en práctica una educación positiva y desarrolladora que prepare a sus hijos para la vida.

Para ello, deben ser conscientes de que los momentos de enseñanza tienen su tiempo y lugar, pero los niños también necesitan espacio para hacer las cosas solos. Hay que encontrar un equilibrio entre la orientación y la independencia, para que los peques comiencen a sentir que tienen el control de la situación.

Por consiguiente, la próxima vez que sientas la tentación de intervenir, pregúntate: ¿tu hijo realmente lo necesita?

Y antes de responderte, recuerda que la prisa no compagina bien con el aprendizaje. El hecho de que tu hijo tarde en abotonarse la camisa o anudarse los cordones de los zapatos, no significa que debas hacerlo en su lugar.

Enséñale a ser independiente: espera hasta que se vista solo, guarde sus juguetes, prepare su mochila, te ayude a recoger la mesa después de la cena o haga sus deberes escolares. No intentes ocupar cada momento de su día forzando el aprendizaje. Deja que se aburra y encuentre en qué ocupar su tiempo.

Esos pequeños triunfos cotidianos - sin tu intervención - contribuirán a que tu hijo se sienta competente y confíe más en sí. A fin de cuentas, la educación también va de armarse de paciencia y, en muchas ocasiones, mantenerse en un discreto segundo plano mientras los niños exploran, aprenden y maduran. 

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