Síndrome de la niña buena: qué es y cómo evitar que tus hijas (o hijos) lo desarrollen

"Está tan normalizado que no solo nos cuesta reconocerlo, sino que, además, está muy reforzado por la sociedad”, asegura la psicóloga Marta Martínez Novoa.
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Se entiende por “síndrome de la niña buena” cuando una niña, pero también un niño, adolescente o adulto presenta dificultades para poner límites, dar su opinión, afrontar conflictos o defender aquello que a uno le importa. No se trata de ningún trastorno especificado en un manual diagnóstico, sino que es el término que utilizan muchos psicólogos para poner nombre a la complacendia desmesurada que caracteriza a bastantes personas y que les lleva a ponerse a sí mismas en último lugar.

La psicóloga Marta Martínez Novoa (@martamnovoapsico) acaba de publicar un libro que lleva por título precisamente “El síndrome de la chica buena”. En una entrevista concedida al diario ABC, Martínez Novoa explica que decidió escribir esta obra porque "hace más falta de lo que creemos" y porque asegura que en consulta se topa con muchas cuestiones que están directamente relacionadas con él. “Esta tan normalizado que no solo nos cuesta reconocerlo, sino que, además, está muy reforzado por la sociedad”, sostiene la psicóloga.

Los mensajes del tipo “Hay que sacrificarse por los demás para ser bueno”, “Tienes que anteponer las necesidades de los demás a las tuyas”, “Tienes que reprimir tu ira para no hacer daño”, “Tienes que ser súper amable y súper complaciente” normalmente suelen estar dirigidos a niñas y mujeres.

“Todo eso estaría bien si se hiciese en su justa medida, porque ser bueno no es malo”, matiza Martínez Novoa. Sin embargo, añade que el problema surge cuando se hace de una forma totalmente desproporcionada y la persona se olvida de sí misma: "Cuando uno ya no es protagonista de su vida y son los demás, esos a los que complace, los que se convierten en auténticos protagonistas de su vida”.

Niña de cuatro años en el colegio - Getty Images/iStockphoto

Este síndrome se desarrolla en la infancia y durante los primeros años de vida porque es algo que está muy relacionado con la necesidad de sentirse protegido, explica la terapeuta: “De hecho, cuando somos pequeños no tenemos aún las herramientas suficientes para saber cómo podemos protegernos, especialmente si estamos en un entorno que no nos da esa protección que necesitamos”

Por tanto, añade, si no se siente esa protección o si se necesita sentirla mejor, la buscaremos en todos lados. ¿Y qué es lo que está reforzado socialmente para sentirse válido y, por tanto, protegido, querido y aceptado? La complacencia, ser lo que otros esperan de ti y priorizar a los demás.

Desde pequeños aprendemos a ser sensibles a lo que el otro pueda necesitar para cumplirlo sin plantearnos si debemos o no hacerlo o si tenemos o no recursos para ello. Pero es cierto que lo que subyace en todo eso es sentirse válido y querido.

Para evitar esto, la autora de “El síndrome de la chica buena” sugiere que hay que dar un nuevo significado al concepto de bondad pero también al de proteger: “Así, en lugar de relacionar la bondad con la sumisión o la complacencia habría que aumentar el espectro o los puntos de vista. En cuanto al concepto de proteger no tendría que entenderse como meterse en una burbuja o meter a alguien en una burbuja”.

Conviene reflexionar sobre nuestro estilo de crianza

Por su parte, la psicóloga Alejandra de Pedro (@adp.psicologa) explica en una revista online que el estilo de crianza es clave para la aparición de este síndrome y aparece cuando a los niñas y niños se les repite siempre el mismo tipo de mensajes, tanto en casa como en el colegio, que giran siempre en torno a su buen comportamiento.

Hoy en día la mayoría de padres y educadores tienen más que claro que los castigos y las amenazas no sirven en la crianza y en la educación, pero lo que no es tan evidente es que “el exceso de refuerzos también puede ser problemático”: “En lo que se refiere al síndrome de ‘la niña buena’, es contraproducente dar la enhorabuena a nuestro hijo y celebrar cada vez que hace algo bueno por los demás, especialmente en niños que ya de por sí actúan de manera adecuada en este sentido”, declara de Pedro.

La consecuencia directa es que llegan a convencerse de que sus adultos de referencia los quieren porque son buenos y se portan bien: “Se forma una asociación tan potente, que luego nunca llegan a contrastar esa hipótesis, nunca llegan a cometer el fallo. De este modo, terminan por creer que son queridos por lo que hacen y no por lo que son”.

Niña en el colegio - Getty Images

Por otro lado, el mismo hecho de haber sido siempre tan elogiados, sobre todo en lo que se refiere a su bondad y al plano académico, les impide buscar resultados por sí mismos, sino que lo hacen por los demás, por lo que “se vuelven muy dependientes de la valoración externa y muy sensibles a las críticas”.

El resultado es una baja autoestima, pero también puede relacionarse con relaciones perjudiciales que los haga en el futuro también dependientes de amigos o parejas que no los traten como merecen. De ahí que sea muy importante estar atentos e identificar las primeras señales de alerta con el objetivo de revertir la situación lo antes posible porque, en este caso, el papel de los padres es el más importante para lograr cambios.

Señales de alerta

La psicóloga sanitaria afirma que hay que cambiar el estilo de crianza si hay un exceso de refuerzo y tener cuidado con las etiquetas. También recomienda que hay que hacer algo al respecto cuando se perciben las siguientes señales de alarma en los niñas y niños:

  • No sabe decir que no. Esa necesidad de complacer siempre a todo el mundo les lleva a ser incapaces de decir que no, a rechazar planes o propuestas por mucho que les disguste la idea (lo que se puede extrapolar a las relaciones, que en ciertos casos se vean obligados a mantener aunque no les hagan bien).
  • Inseguridad desmesurada que le dificulta enormemente tomar decisiones, especialmente cuando sus intereses o necesidades chocan con lo que se espera de ellos.
  • Sentimiento de culpa. Surge en las pocas ocasiones que se anteponen a sí mismos y deciden actuar en función de lo que verdaderamente desean, lo que les hace sentir egoístas.
  • Muy exigente consigo mismo. Cumplir e incluso superar las expectativas que los demás tienen de ellos los hace excesivamente autoexigentes, lo que suele implicar una importante carga mental y, en ocasiones, incluso física.
  • No sabe pedir ayuda cuando la necesita. “Se vuelve muy invisible y sus problemas son también invisibles porque aparentemente está bien”, precisa Alejandra de Prada. “Esa niña o ese niño callado, que no pide nada, que todo le parece bien, que nunca da problemas… ¿qué problema va a tener, si no lo muestra?”. Al final, antes o después, “pasa muy desapercibido porque acostumbra a no pedir ayuda”.

¿Qué se puede hacer para solucionar el problema?

Alejandra de Pedro explica que para revertir la situación y modificar esos pensamientos y emociones, se podría decir que el papel más importante lo desempeñan los padres y otras figuras de referencia de los niños. El origen está en ellos y es ahí donde hay que hacer los cambios pertinentes. Es posible hacerlo con éxito, si bien no siempre es fácil.

La psicóloga sostiene que la clave es aprender a diferenciar la conducta de la persona, hacerles entender que los queremos igual independientemente de sus comportamientos, que no se les va a querer menos cuando no se porten tan bien como acostumbran o cuando no cumplan las expectativas:

“Efectivamente, se trata de una tarea complicada, puesto que el objetivo de los padres es hacerles entender qué comportamientos son reprochables y no deben hacer y, al mismo tiempo, reforzar los adecuados. Una manera sería, “por ejemplo, si se han portado mal, de algún modo, transmitirles el mensaje de ‘No me gusta que te portes así y no estoy de acuerdo con esto que has hecho, pero sigo estando aquí y te seguiré queriendo igual”.

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