Hacer cosquillas: cuándo sí y cuándo no
Aplicar el sentido es la clave con este juego que puede regalaros un rato muy divertido, a carcajada limpia, pero que también puede convertirse en un motivo de cabreo o incluso en un riesgo si no lo hacéis de forma controlada.
Las cosquillas son una de esas cosas cuyo límite entre lo divertido y lo excesivo es muy fino. Puede que lo que empieza como un juego, como un pique sano, acabe con un pequeño cabreo del que las sufre, sobre todo en el caso de los niños, que ya sabemos que emocionalmente son capaces de pasar de un extremo a otro en cuestión de segundos.
Las cosquillas no son malas. Solo pueden resultar negativas si no aplicamos el sentido común con ellas o si no sabemos frenar antes de que el juego que son se convierta en un pequeño incendio. Lo más importante es adecuar la intensidad y duración a la edad del niño y a su predisposición, a su actitud ante el juego.
Si tu hijo las rechaza porque es evidente que lo pasa mal y no le gustan, la respuesta a si hacerle cosquillas o no es evidente: no. No se trata de hacer sufrir al pequeño con algo que, cuando no te gusta, puede llegar a resultar angustioso. En cambio, si probáis y veis que se ríen y que entran en la dinámica, no hay mayor problema en hacerlas. La cara y los gestos de los peques os dirán cuándo parar o cuándo dejar que ellos os las hagan a vosotros.
Posibles efectos secundarios
Es importante en estos casos, eso sí, tener en cuenta los “efectos secundarios” de jugar a hacer cosquillas con niños. Los peques se suelen descontrolar mucho con la risa involuntaria que les genera la excitación nerviosa fruto del roce en axilas, cuello, costillas, espalda o pies, que son las zonas más sensibles del cuerpo a las cosquillas. Se doblan, se retuercen, se ríen mientras se ponen tensos e incluso tratan de defenderse. Lo hacen jugando, pero pueden dar una patada al adulto o niño que les esté haciendo las cosquillas. Y si eso ocurre, duele. Y como la patada sea en la cara o en el estómago, más. Así que cuidado al jugar a hacer cosquillas, controlad los riesgos del juego para que sea divertido y no haya que lamentar accidentes.
Por otro lado, también es importante tener en cuenta otros aspectos para saber si es buen momento o no hacerles cosquillas a los peques. Uno de ellos es aseguraros de que están bien apoyados y sin riesgos de caídas debido al descontrol y la sobreestimulación que son las cosquillas. Otro es el largo de las uñas, porque si las tenéis largas, ellos y vosotros, se pueden convertir en un riesgo para la piel y seguramente no queréis acabar un juego divertido llenos de arañazos. Y un tercer detalle a tener en cuenta es el momento del día, ya que si es justo antes de dormir puede que les espabilen demasiado y tengan mayor dificultad para conciliar el sueño.
En los bebés, mejor las caricias
Es absolutamente imprescindible ajustar la intensidad de las cosquillas a la edad de los pequeños. En los bebés, por ejemplo, no se deben aplicar de forma intensa, pero sí se les puede acariciar, masajear e incluso estimular zonas sensibles como las plantas de los pies con mucha delicadeza. De nuevo, aplicar el sentido común es la clave.
A medida que el recién nacido crece, su movilidad y el control sobre su cuerpo mejorarán, de manera que será más factible probar las cosquillas con pequeña intensidad cuando ello ocurra. La clave para saber si les gustan o no es su lenguaje gextual. Nada como escucharles y observarles para saber si eso que les estáis haciendo es de su agrado. Aplicadas con mesura puede incluso ser un ejercicio eficaz para que conozcan su cuerpo un poquito más a través de la estimulación de sus terminaciones nerviosas y para fortalecer su musculatura porque la reacción natural es la de contraer los músculos.
Por último, no os olvidéis de explicar a vuestros hijos que las cosquillas son un juego íntimo, solo apto para personas con mucha confianza entre sí. Contadles por qué no pueden hacérselas a personas con las que no exista un vínculo y una confianza suficientes para ello. Seguramente, como ellos verán que solo os las hacéis entre los miembros del grupo familiar, no se les pasará por la cabeza hacérselas a otras personas, pero es mejor prevenir que eso ocurra y para ello es tan sencillo como explicárselo.