¿Por qué los niños de hoy en día son tan altos?

Los adolescentes de hoy en día nos sacan una cabeza. ¿Qué factores explican este crecimiento tan espectacular?
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A todos nos sorprende y admira la altura que alcanzan los adolescentes en comparación con las generaciones que les han precedido. Lo notamos porque, aunque heredan el patrón de crecimiento habitual en su familia, prácticamente todos acaban sobrepasando limpiamente a sus padres.

Este aumento de la talla tiene su origen en una clara mejoría de las condiciones higiénicas, nutritivas y socioculturales de cada país. Los factores hereditarios influyen poderosamente, de modo que unos padres bajitos difícilmente podrán criar a un jugador profesional de baloncesto. Pero, al existir unas condiciones favorables para el desarrollo del feto y una alimentación adaptada a nuestras necesidades, el cuerpo lo agradece creciendo antes y mejor.

Con la pubertad la talla se dispara

Otra de las características llamativas de las nuevas generaciones es que se dan más prisa por entrar en la pubertad. Por ejemplo, hoy muchas niñas tienen su primera menstruación a los 13 años, mientras que sus bisabuelas tenían que esperar a los 17.

La velocidad de crecimiento de un niño es bastante alta desde la última etapa uterina y hasta los tres años de edad, pero más adelante se estabiliza en los tres a cinco centímetros por año.

A partir de la pubertad, este incremento se dispara y alcanza (entre los 12  y 13 años, en las chicas; y de los 13 a los 14, en los varones) los 20 cm en ellas y los 23 en los niños.

¿Por qué, entonces, ellas parecen ya mujeres y los chicos todavía unos críos? Aunque ellos crezcan más, el sexo femenino se desarrolla antes en el tiempo. Las niñas crecen más rápidamente en la primera etapa de la pubertad mientras que los chicos acaban por sobrepasarlas en la última, entre los 15 y los 17 años.

¿Cuánto crecerá?

Muchos pediatras utilizan una fórmula para determinar la altura que puede alcanzar un niño, si quieres descubre cuánto crecerá con nuestra calculadora de crecimiento. Se llama talla genética o talla diana y consiste en sumar la talla de la madre y del padre, dividir esta cifra entre 2 y añadirle 6,5 cm si es varón o restarle 6,5 cm si se trata de una niña. El resultado tiene un margen de error de 5 cm más o menos, pero resulta bastante fiable si el desarrollo del individuo entra dentro de la normalidad. A partir de los seis años se puede utilizar otro sistema, que se vale de radiografías de la muñeca para conocer la edad ósea del niño y calcular el momento y el modo en que los huesos se fusionarán y poder predecir así la talla definitiva.

A muchos padres les preocupa que su hijo sea el más bajito de la clase o que su nena parezca más pequeña que sus amigas. Hay que saber que cada niño tiene su propio ritmo y que, probablemente, acabe alcanzando a los demás antes de finalizar la enseñanza secundaria.

Para salir de dudas, lo más adecuado es continuar el seguimiento pediátrico que comenzó en la infancia, ya que sólo un especialista puede valorar si existe alguna alteración, como un déficit hormonal, falta de absorción de los alimentos, alteraciones óseas o una enfermedad crónica que le impida seguir su ritmo normal de desarrollo físico.

«La velocidad de crecimiento es el termómetro de la salud de un niño», afirma nuestro asesor, Dr. Rafael Yturriaga, jefe de Pediatría del hospital Ramón y Cajal, de Madrid. Si crece normalmente, es extraño que presente trastornos de cualquier tipo. Pero un problema de nutrición, la anorexia o la bulimia, el síndrome de Turner (una anomalía que afecta únicamente a las niñas, debida a la falta de un cromosoma sexual), una anemia o incluso trastornos psicológicos como las fuertes carencias afectivas o el maltrato pueden alterar el desarrollo físico y deben ser detectadas y tratadas de inmediato.

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