El juego es la actividad por excelencia de la infancia. A través de él, los niños y niñas se relacionan con el mundo que les rodea y adquieren los conocimientos que les permitirán adaptarse a su entorno, en consecuencia, podemos decir, que el juego es una preparación y un ensayo de la vida adulta.
Desde la más tierna infancia, el juego se convierte en un comportamiento natural, cotidiano y frecuente. Es la manera que tienen los niños de relacionarse con su mundo.
Son muchos los especialistas en la infancia que han estudiado este fenómeno, observando a los pequeños y analizándolo en sus diferentes formas, llegando a diversas conclusiones, entre las que destaca la importancia en el desarrollo evolutivo que el juego tiene, ya que mediante este, los niños amplian su conocimiento del mundo físico, se ejercitan en el uso y la práctica de las relaciones sociales, y desarrollan estrategias de cooperación y comunicación con sus iguales o con los adultos que de un manera u otra interaccionan con ellos en situaciones de juego.
Las funciones del juego
Teniendo en cuenta estos dos grandes factores, podemos afirmar que son muchos las funciones específicas que podemos atribuir al juego. Entre ellas citaremos las siguientes:
- El juego es un medio de comunicación, y a través de él, los niños se expresan y realizan sus deseos.
- Sirve de escape y con él, los pequeños descargan sus deseos y emociones tanto positivas como negativas, con lo que se convierte en un catalizador emocional, ayudando a mantener un correcto equilibrio.
- Es un gran disparador creativo.
- Es un gran instrumento socializador ya que proporciona muchas ocasiones de interacción con iguales, trabajando, con ello, las habilidades sociales, ya que con el juego el niño/a tiene que regirse a través de unas reglas, de este modo, va a asimilando el concepto de normas y reglas que la sociedad a lo largo de su vida.
Cómo fomentar el proceso de socialización
Centrándonos en este último punto, podemos afirmar que para que el proceso de socialización se produzca de manera correcta, debemos proporcionar a los pequeños actividades lúdicas en las que se potencie la comunicación entre ellos, mejor aún si esta se produce de modo grupal (en este caso son muy beneficiosas las actividades en la asamblea de aula).
El hecho de que haya actividades en grupo también les facilitará el paso del juego simbólico, un tipo de juego individual y espontáneo cuya finalidad es proporcionar al niño un medio de expresión que le va a permitir resolver conflictos que se plantean en el mundo de los adultos (suelen imitar a los mayores dando a diversos objetos de la vida cotidiana finalidades que no son las propias, por ejemplo una cuchara puede ser una espada).
El juego dramático es más elaborado, en el que existe una interacción entre iguales y, para lo cual, se hace necesario la existencia de una reglas y un consenso de todos los que intervienen en él. La finalidad del juego dramático es lograr una experiencia educativa integradora de diversos lenguajes expresivos que, basada en el juego y en el protagonismo del niño y niña, posibilita su expresión personal, su actitud creativa y mejora sus relaciones personales.
El niño/a puede decir mediante la acción lo que es y lo que quiere, en un lenguaje globalizador que no limite sus manifestaciones expresivas. Y es en este punto, donde empieza la verdadera socialización de los niños y de las niñas.
Una divertida experiencia de aprendizaje
Como conclusión podemos afirmar que el juego ha demostrado ser una valiosa experiencia de aprendizaje. Por ello, en la actualidad se ha superado en gran medida la tendencia a considerar el juego como una inofensiva "pérdida de tiempo" propia de la infancia.
Es un gran instrumento educativo, ya que los niños/as a través de él experimentan, aprenden, reflejan y transforman la realidad, es decir, crecen a través del juego, por eso no debemos limitarles a la hora de realizar esta actividad, sino todo lo contrario, potenciarla y compartirla con ellos, de este modo, además, estaremos creando unos lazos de afecto y confianza que podrán durar toda la vida.