La neurociencia explica la forma en que tu hijo gestiona el miedo: por qué los niños toman más riesgos que los adultos, son las experiencias las que moldean su respuesta al peligro

Investigadores descubren que el cerebro de los niños responde al miedo de forma distinta al de los adultos. El estudio explica cómo el desarrollo neuronal y las experiencias en la infancia moldean la respuesta al peligro, influyendo en la toma de riesgos en la adolescencia.
La neurociencia explica la forma en que tu hijo gestiona el miedo: por qué los niños toman más riesgos que los adultos, son las experiencias las que moldean su respuesta al peligro. Fuente: ChatGPT / E. F.

Cualquier padre ha experimentado la inquietud de ver a su hijo correr sin miedo hacia una calle, trepar sin medir el riesgo de caer o lanzarse a una piscina sin saber nadar. A menudo nos preguntamos: ¿por qué los niños parecen tener menos miedo que los adultos? La respuesta no es simple, pero la neurociencia nos ofrece algunas claves esenciales.

Un reciente estudio publicado en Nature Neuroscience y realizado por investigadores de la Universidad de California en Los Ángeles (UCLA) revela que el desarrollo del cerebro juega un papel crucial en cómo los niños aprenden a evitar peligros. Según los hallazgos, existen momentos críticos en el desarrollo neuronal que determinan cómo las distintas áreas del cerebro interactúan para regular la percepción del miedo y la toma de decisiones frente a amenazas.

El papel del córtex prefrontal en la respuesta al miedo

El córtex prefrontal medial (mPFC) es una región del cerebro clave en la toma de decisiones y el aprendizaje. Según el estudio, esta área se fortalece progresivamente durante el desarrollo, influyendo en la manera en que los niños y adolescentes responden a situaciones amenazantes. En adultos, el mPFC tiene un control más eficiente sobre otras regiones cerebrales, como la amígdala y el núcleo accumbens, que están involucradas en el procesamiento de emociones y recompensas.

Los investigadores encontraron que en ratones juveniles y adolescentes, la actividad del mPFC no está completamente desarrollada, lo que explica por qué los más jóvenes son menos propensos a evitar situaciones de riesgo. Según el estudio, “los modelos populares del desarrollo cerebral en adolescentes sugieren que un control prefrontal débil sobre el núcleo accumbens y la amígdala favorece comportamientos más arriesgados en individuos jóvenes”.

Cambios en la conectividad neuronal que regulan la exploración y evitación desde la infancia hasta la adultez. Fuente: Nature comunnications

Cómo evolucionan las respuestas de evitación en la infancia y adolescencia

Para comprender mejor cómo el cerebro aprende a evitar amenazas, los científicos desarrollaron un experimento en el que los ratones tenían que reconocer y evitar un estímulo peligroso. Observaron que los juveniles y adolescentes mostraban menor tendencia a esquivar el peligro en comparación con los adultos. Esto es consistente con estudios previos en humanos, que indican que la adolescencia es una etapa en la que el sistema de recompensa tiene más peso que el sistema de control del miedo.

Uno de los hallazgos más relevantes es que la conectividad entre el mPFC y la amígdala no cambia gradualmente, sino en momentos específicos del desarrollo. “Descubrimos que, aunque hay un fortalecimiento sináptico a lo largo del tiempo, algunos cambios ocurren de manera puntual y no de forma progresiva”, explicaron los autores.

Esto significa que el cerebro no madura de manera uniforme, sino que ciertas áreas relacionadas con la regulación del miedo y la toma de decisiones pueden activarse en etapas clave. Es por esto que los adolescentes pueden parecer “temerarios” en ciertos momentos, pero más prudentes en otros, dependiendo de cómo evolucione su conectividad neuronal.

La adolescencia es una etapa en la que el sistema de recompensa tiene más peso que el sistema de control del miedo. Fuente: Midjourney / E. F.

El impacto del estrés infantil en el desarrollo del miedo

Otro aspecto crucial del estudio es el impacto que las experiencias tempranas tienen en la maduración de estos circuitos cerebrales. El estrés y la adversidad en la infancia pueden alterar el desarrollo del mPFC, aumentando el riesgo de trastornos de ansiedad en la adolescencia y adultez.

Según los investigadores, “las experiencias adversas en la infancia pueden modificar las trayectorias de desarrollo del sistema límbico, lo que potencialmente lleva a trastornos de salud mental diferenciados”. Esto sugiere que un entorno seguro y estable durante los primeros años de vida puede favorecer una mejor regulación del miedo y la toma de decisiones en el futuro.

 El estrés y la adversidad en la infancia pueden alterar el desarrollo del mPFC. Fuente: Midjourney / E. F.

Implicaciones para la crianza y educación

Los hallazgos de este estudio tienen implicaciones importantes para padres y educadores. Comprender que el cerebro de los niños y adolescentes no está completamente preparado para evaluar riesgos puede ayudar a diseñar estrategias de educación y seguridad más efectivas.

En lugar de asumir que un niño debe “saber” que algo es peligroso, es más útil reforzar con explicaciones claras y modelos de comportamiento. En este sentido, exponer a los niños a situaciones nuevas de manera progresiva y en un entorno controlado puede ayudarles a desarrollar un sentido más preciso del peligro sin generar ansiedad innecesaria.

Este estudio también subraya la importancia de crear entornos libres de estrés tóxico en la infancia. La estabilidad emocional y el apoyo familiar pueden influir significativamente en cómo el cerebro del niño aprende a gestionar el miedo, lo que a largo plazo puede reducir la predisposición a trastornos de ansiedad o conductas impulsivas en la adolescencia y adultez.

Referencias

  • Cassandra B. Klune et al, Developmentally distinct architectures in top–down pathways controlling threat avoidance, Nature Neuroscience (2025). DOI: 10.1038/s41593-025-01890-w.

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