La inclusión de lo digital en el universo académico genera mucho debate. Dar la espalda a las nuevas tecnologías no parece la forma más inteligente de afrontar el cambio que se sigue produciendo a nivel social desde la irrupción de internet en nuestras vidas, hace ya bastantes años. Dejando a un lado puntos de vista subjetivos, es indudable que hay herramientas como las comunidades digitales que suponen una oportunidad en el ámbito escolar.
Por comunidad digital se entiende aquel espacio que posibilita la generación de nuevas relaciones y aprendizajes conjuntos, que enriquece aquello que su propio nombre indica, la comunidad. Lo hace, eso sí, a través de herramientas digitales, abriendo una ventana que facilita, por ejemplo, que pertenezcan a la misma comunidad personas que viven en partes del país o del mundo muy alejadas.
Es un espacio en el que el aprendizaje es, además de comunitario, inmersivo, y diverso, porque en él pueden convivir, por ejemplo, si hablamos del ámbito educativo, personal docente, alumnado y otros agentes que forman parte del proceso educativo.
El aprendizaje colectivo e inmersivo, por lo tanto, es el protagonista de las comunidades digitales, que son una oportunidad para enriquecer el proceso académico. Permite diversificar, compartir otro tipo de experiencias y actividades, y por supuesto, trabajar objetivos educativos propios de las distintas etapas, con especial atención a aquellos que hacen referencia a las nuevas tecnologías. Además, son muy útiles para potenciar el trabajo cooperativo, la ayuda entre unos miembros y otros de la comunidad, y ofrecen esa capacidad de velocidad de reacción (hiperconexión) que no ofrece el espacio físico, que en el ámbito educativo permanece abierto y vivo tan solo unas horas determinadas al día. Esto no ocurre con las comunidades digitales, que están abiertas de forma permanente.

Es importante, eso sí, que en dicha comunidad virtual se hable un lenguaje común y se establezcan, como en cualquier espacio comunitario, físico o virtual, un marco de convivencia. Estos son pilares de las comunidades digitales en las que se generan sentimientos de pertenencia y, por ende, un clima colaborativo y respetuoso que fomenta el aprendizaje común al mismo tiempo que se atiende a la individualidad. Esto último no es un detalle menor, ya que estas comunidades también permite a los estudiantes marcar sus propios ritmos en el aprendizaje, aunque este sea global, y más si se trata de una comunidad digital global, no reducida solamente a un espacio educativo concreto.
Para que tenga éxito la comunidad digital, además del marco normativo de convivencia y el lenguaje común, son factores decisivos el contenido; la dinamización, que en el caso de las comunidades educativas pasa por la propuesta de retos por parte del equipo docente, por ejemplo; y por supuesto, la plataforma, que sea accesible para cuantas más personas mejor, que el aspecto tecnológico no sea una limitación.