Desde muy temprano, los bebés empiezan a relacionarse con el mundo que los rodea. Un cruce de miradas, una sonrisa respondida, o la curiosidad por un objeto que otro señala son señales de que el cerebro ya está procesando información social. Estas interacciones, que parecen simples, en realidad están construyendo la base del desarrollo social y del lenguaje. Pero, ¿es posible predecir cómo un bebé interactuará en el futuro a partir de su actividad cerebral?
Un estudio reciente publicado en Cognitive Development ha investigado esta cuestión. Investigadores analizaron la actividad eléctrica del cerebro en bebés de 6 meses y descubrieron que ciertos patrones de activación cerebral están relacionados con su capacidad de atención conjunta a los 12 meses. En particular, observaron cómo la comunicación entre distintas regiones del cerebro puede predecir si un bebé mostrará mayor interés por compartir la atención con otras personas. Los hallazgos sugieren que el desarrollo de las habilidades sociales no solo depende de la experiencia, sino que también está moldeado por procesos neurológicos tempranos.
¿Qué es la atención conjunta y por qué es importante?
La atención conjunta es la capacidad de dos personas de compartir el foco de atención en un mismo objeto o evento. En la infancia, se manifiesta cuando un bebé sigue la mirada o el gesto de un adulto para dirigir su atención hacia un punto específico, o cuando él mismo trata de llamar la atención de otro señalando algo.
Este comportamiento es clave en el desarrollo humano porque facilita la adquisición del lenguaje, la interacción social y la capacidad de aprendizaje. Investigaciones previas han demostrado que la atención conjunta temprana se asocia con mejor desarrollo lingüístico y puede ser un indicador temprano de posibles dificultades en el desarrollo, como las que se observan en niños con trastorno del espectro autista (TEA).

El estudio: midiendo la actividad cerebral en bebés
Para comprender cómo se desarrolla la atención conjunta, los investigadores analizaron la actividad cerebral de 48 bebés utilizando electroencefalografía (EEG). Este método permite registrar la actividad eléctrica del cerebro mediante sensores colocados en el cuero cabelludo. Se trata de una técnica no invasiva que mide los cambios en la actividad neuronal a través de ondas eléctricas generadas por el cerebro.
Los bebés participaron en dos sesiones: una a los 6 meses y otra a los 12 meses. En la primera sesión, los investigadores midieron dos aspectos clave del EEG:
- La coherencia EEG, que refleja cómo distintas áreas del cerebro se comunican entre sí. Una mayor coherencia indica una conexión más fuerte entre regiones cerebrales, lo que podría estar relacionado con el desarrollo de habilidades cognitivas y sociales.
- La potencia EEG, que mide la cantidad de actividad eléctrica en una región específica del cerebro. Un aumento o disminución en la potencia de ciertas ondas cerebrales puede dar pistas sobre el grado de activación de esas áreas.
En la sesión de los 12 meses, los investigadores observaron el comportamiento de los bebés para evaluar con qué frecuencia iniciaban o respondían a interacciones de atención conjunta. Al comparar estos datos con los registros de EEG tomados a los 6 meses, pudieron analizar si había una relación entre la actividad cerebral temprana y el desarrollo social posterior.

Hallazgos principales: el cerebro anticipa la interacción social
Los resultados mostraron que la actividad cerebral a los 6 meses puede predecir la capacidad de atención conjunta a los 12 meses. En particular, se encontraron tres hallazgos clave:
- Mayor conectividad entre la corteza frontal y la región temporal del cerebro a los 6 meses estaba asociada con una mayor tendencia a iniciar interacciones de atención conjunta a los 12 meses.
- Cambios en la actividad del lóbulo frontal durante una tarea social a los 6 meses predecían una mayor respuesta a la atención conjunta más adelante.
- La lateralización cerebral también tenía un papel importante: la conectividad en el hemisferio derecho estaba vinculada con mayor interacción social, mientras que la conectividad en el hemisferio izquierdo tenía un efecto más complejo.
Estos hallazgos refuerzan la idea de que la arquitectura cerebral temprana es clave para el desarrollo social posterior. No solo permiten comprender mejor cómo emergen las habilidades sociales, sino que también podrían servir para identificar patrones atípicos de desarrollo desde edades muy tempranas.

Implicaciones para la investigación y la detección temprana
El hecho de que la actividad cerebral a los 6 meses pueda predecir habilidades sociales a los 12 meses abre nuevas vías para la detección temprana de diferencias en el desarrollo. Estudios previos han sugerido que los bebés con riesgo de trastorno del espectro autista muestran patrones atípicos en la conectividad cerebral, lo que podría dificultar la adquisición de la atención conjunta.
La posibilidad de usar EEG como una herramienta de detección temprana aún está en estudio, pero este tipo de investigaciones sugieren que el cerebro infantil ya contiene pistas sobre cómo evolucionarán sus habilidades sociales. Comprender estos mecanismos no solo ayuda a la ciencia, sino que también puede facilitar la identificación de niños que podrían beneficiarse de un seguimiento más cercano en su desarrollo.
El desarrollo social no es un proceso que comience repentinamente cuando un niño empieza a hablar o a jugar con otros. Desde los primeros meses de vida, el cerebro ya está organizando las bases de la comunicación y la interacción con los demás. Este estudio confirma que ciertos patrones de actividad cerebral pueden predecir la forma en que los bebés interactuarán socialmente un año después.
Referencias
- Broomell, A. P. R., Reid, N. A., Patton, L. A., & Bell, M. A. (2025). Neural foundations of joint attention in infancy. Cognitive Development, 74, 101546. https://doi.org/10.1016/j.cogdev.2025.101546