María es médico de familia. Tras su segundo aborto espontáneo se hizo una ecografía que mostró un gran mioma en el útero. Habló con su ginecóloga y decidió no preocuparse: “Me dijo que el mioma podía ser compatible con el embarazo. Si me operaba, pasaría tiempo antes de volver a plantearme el embarazo y no me garantizaba que se acabaran los abortos”, cuenta. Así que hizo lo que ya había visto hacer en su consulta a otras mujeres: “La clave para conseguir un embarazo de éxito, la mayoría de las veces, es insistir; sin obsesionarse con las pérdidas”, puntualiza. En el caso de María, a la tercera fue la vencida y hoy su hija, de dos años, corretea a su lado mientras ella recuerda aquella época. El aborto espontáneo casi nunca es causado por aglo que hizo la embarazada. Actividades cotidianas como mantener relaciones sexuales, hacer deporte o trabajar no provocan un aborto de este tipo.
Tristeza e inseguridad
No todas las mujeres lo viven con la perspectiva de María. El primer aborto precoz (se conoce así a los que ocurren antes de la semana 12) pilló a Olivia, de 38 años, desprevenida. Se había quedado embarazada con rapidez, como planeó, pero perdió el embarazo en la octava semana. Junto a la tristeza empezó a hacerse hueco la inseguridad... ¿Tendría problemas para tener hijos, como tanto escuchaba a su alrededor? Jamás pensó que pudiera pasarle a ella. Cuando tres meses después tuvo su segundo aborto espontáneo, la duda se asentó en su vida: “¿Podré ser madre?”, se preguntaba una y otra vez.
El aborto precoz es más común de lo que imaginamos: según las estadísticas, le ocurre al 15% de las mujeres. Sin embargo este argumento no siempre consuela a quien acaba de pasar por una pérdida: “Todos te dicen que es normal, que no pasa nada, que antes de darte cuenta tendrás un bebé en brazos... Pero a veces esos consejos solo incrementan tu ansiedad: no reducen el dolor y te sientes muy incomprendida”, relata Katia. “A veces te alivia si la historia viene de una mujer que ha pasado por lo mismo que tú”, concede. “O de un profesional en el que confías”.
Quizá por eso a Olivia le consolaba tanto la historia de su abuela: “Siempre contaba con normalidad que había tenido 3 hijos y 4 abortos; además no hablaba de los abortos con angustia”, reflexiona, “y recordarlo me ayudó”. A pesar del alivio que puede suponer corroborar que es algo común, la mujer que ha pasado por esta experiencia suele necesitar algo más para empezar a recuperar la esperanza. El siguiente paso, normalmente, es buscar una causa.

El pánico se apodera de ti
“Cuando te pasa una vez puedes pensar que ha sido casualidad. Aún así el siguiente embarazo lo vives con ansiedad desde el primer momento, no puedes quitarte de la cabeza la posibilidad de perderlo y si vuelve a ocurrir, el pánico se apodera de ti”, recuerda Olivia: “Necesitas una explicación para poder manejar la angustia”, resume.
Muchas veces miramos en la dirección equivocada: “Las mujeres empiezan a echarle la culpa a haber tomado la píldora durante mucho tiempo, o incluso lo relacionan con un aborto voluntario en la juventud si lo hubo”, apunta la enfermera Alicia Pérez. Pero estos factores no tienen nada que ver, como corrobora la ginecóloga Ana Belén Espejo.
El embarazo llegará
La mayoría de los abortos espontáneos se debe a malformaciones congénitas: “no venía bien”, como se decía antes. Se trata de malformaciones “de novo”, apunta la doctora Espejo, es decir exclusivas de ese embrión. Puede ocurrir una vez o dos, o tres, sin que refleje imposibilidad para llevar a término el embarazo deseado. Los datos lo corroboran: “El 70% de las mujeres que ha tenido abortos e insisten tiene hijos sin necesidad de recurrir a tratamientos”, apunta la ginecóloga.

Junto a las malformaciones congénitas, hay otras posibles causas que los estudios pueden revelar. Normalmente a partir de la tercera pérdida consecutiva (o de la segunda, en función de la edad de la mujer) se pone en marcha un protocolo de pruebas y estudios para intentar determinar la causa de los abortos repetidos. Los estudios genéticos se hacen siempre a partir del tercer aborto. En el 50% de los casos, aproximadamente, los estudios no revelan una causa que justifique las pérdidas. Seguir intentándolo es la medida.
En el otro 50% de los casos, se pueden encontrar razones que implican algún tratamiento que normalmente favorece la buena marcha del embarazo. Se pueden encontrar, por ejemplo, “problemas de coagulación no diagnosticados o factores metabólicos (como diabetes o hipotiroidismo) no tratados”, apunta la doctora Espejo. También pueden encontrarse malformaciones uterinas.
Los problemas genéticos que dificultan que el embarazo siga adelante, ya tengan su origen en las células reproductoras del hombre o de la mujer, son los menos habituales. El 5% de las parejas con pérdidas precoces deberá pasar por técnicas de reproducción asistida.
Para nuestras abuelas era normal tener varios abortos
Las pérdidas gestacionales en las primeras semanas no son exclusivas de nuestra época. El problema es que ahora ocurren no al principio de una vida fértil, sino más bien en medio o al final de la misma. Las condiciones sociales han dado lugar a que se retrase el primer embarazo y, cuando lo buscamos, no esperamos encontrar dificultades. La edad tiene un doble peso:
¿Hay algo más que influya en las pérdidas precoces? Los estudios señalan el tabaco, la alimentación y los tóxicos ambientales como factores que pueden influir en que un embarazo salga adelante.
Y el estrés o la ansiedad... ¿influyen? “No hay evidencia científica, faltan estudios”, corrobora la doctora Espejo. Muchas mujeres, no obstante, sí lo relacionan con la marcha de su embarazo.
A Olivia, que está a punto de cumplir 40 años, le quedan pocos días para dar a luz. “Por mi edad, tras los dos primeros abortos me recomendaron empezar con un programa de apoyo a la fertilidad. Solo pensarlo me creaba más estrés largas y de ese viaje volvió con un embarazo que está a punto de terminar: “Mis amigas me decían: 'ya verás, cuando te relajes todo saldrá bien'... y así ha sido”, apunta.
Asesoras: Dra. Ana Belén Espejo, ginecóloga, directora de la Unidad de Gestión Clínica de Ginecología y Obstetricia del Hospital Regional Universitario de Málaga. Alicia Pérez, enfermera jefa de bloque de Maternidad, coordinadora de la Unidad de Gestión Clínica de Ginecología y Obstetricia del Hospital Regional Universitario de Málaga.