Ana es una recién nacida de pocas horas de vida. Nació por cesárea programada porque estaba de nalgas, es decir, hubiese nacido de forma que salieran las piernas primero y por último la cabeza. Como estos partos son muy complicados generalmente se prefiere hacer lo que llamamos una “cesárea electiva”. Estando en la planta de maternidad la pediatra explora a la pequeña y les dice a los padres que tiene un “click” en la cadera derecha y que deberá ser revisada por el traumatólogo infantil ante el riesgo de displasia de caderas.
¿Qué es la displasia de caderas?

La cadera es la articulación entre la pelvis y el fémur. Para que esta articulación funcione bien estos huesos deben encajar adecuadamente. Durante su proceso de formación el fémur va moldeando la pelvis y “haciéndose hueco” en la misma, que a su vez debe rodear y “abrazar” al fémur. Este proceso empieza en el feto dentro del útero materno y termina en los siguientes meses tras el nacimiento, prácticamente cuando el niño empieza a andar. En todo ese recorrido puede haber alteraciones, en diferentes momentos, por lo que decimos que la displasia de caderas es evolutiva.
Se pueden diferenciar tres tipos de displasia de cadera según cuando aparezca
- Displasia teratológica: se llama así porque ocurre cuando se está formando el embrión, dentro del útero, en las primeras semanas de embarazo. Frecuentemente está asociada a otras enfermedades. Afortunadamente estos casos son muy escasos.
- Displasia del desarrollo de la cadera: ocurre una vez que el bebé ha nacido. Podemos diagnosticarla al nacimiento o durante los primeros meses de vida, por lo que es muy importante acudir a las revisiones del pediatra. Estos niños suelen tener factores de riesgo asociados que nos ponen en alerta.
- Displasia infantil y/o del adolescente: se produce cuando existe una deformidad en la cadera, pero la articulación está bien formada y se trata de un niño o niña que anduvo de forma normal cuando empezó a dar sus primeros pasos.
¿Es frecuente? ¿Cuáles son los factores de riesgo?
Aproximadamente afecta de 3 a 5 recién nacidos de cada 1000.
Hay tres factores de riesgo fundamentales:
- Sexo femenino: este factor de riesgo se relaciona con los estrógenos, que son las hormonas femeninas. Entre otras muchas acciones los estrógenos aumentan la laxitud de los ligamentos.
- Presentación en podálica: Significa que el bebé está “sentado” en el útero materno, en vez de en posición boca abajo o de cabeza. Al nacimiento primero saldrían las piernas y después la cabeza.
- Antecedentes familiares de displasia de caderas: para que os hagáis una idea el riesgo aumenta cuando hay algún hermano afectado a un 6%, si está afectado uno de los padres al 12% y un 36% si están afectados un hermano y uno de los padres.

Hay otros factores de riesgo menores que deben ser tenidos en cuenta, y que básicamente suponen que el feto ha estado bastante “encajado” en el útero materno o con poco espacio. Por ejemplo, en bebés muy grandes, en casos de gemelos o mellizos o en casos de alteraciones de la forma del útero. En estos casos la displasia de caderas puede asociarse a tortícolis, plagiocefalia, o malformaciones de los pies del bebé.
¿Cómo se diagnostica?
Al nacimiento todos los bebés deben ser explorados por el pediatra, ya que, con unas simples maniobras podremos ver si hay alguna anomalía. Es muy frecuente encontrar recién nacidos con cliks en las caderas. Este hallazgo no significa necesariamente que exista una displasia, simplemente que puede haberla y se necesitan más pruebas y valoraciones. Generalmente derivaremos al traumatólogo infantil a aquellos bebés que tengan fatores de riesgo o aquellos a los que detectemos alguna anomalía en la exploración.
Las pruebas que suelen realizarse para diagnosticar la displasia de caderas son la ecografía y la radiografía. En los primeros meses haremos una ecografía que también nos servirá para valorar la gravedad de la displasia en caso de que exista. A partir de los 4-6 meses de edad, como los huesos ya están osificados, podremos ver la articulación con una radiografía convencional.
¿Cuál es el tratamiento?
El traumatólogo infantil elegirá la forma de tratamiento más adecuada, que dependerá de la gravedad de la displasia y de la edad del niño. En bebés de pocos meses se suele optar por tratamiento ortopédico con arneses o férulas que mantendrán las piernas del bebé separadas y flexionadas (postura de rana) para que la articulación pueda formarse bien. Es posible que el caso requiera cirugía si fracasan estas medidas, si el diagnóstico es más tardío o se trata de niños más mayores.