El bebé recibe los sabores y aromas de la dieta materna mientras está en el útero. Por eso las preferencias alimentarias del bebé en la etapa de descubrimiento están relacionadas con la alimentación que llevó la madre durante el embarazo.
Al nacer, el bebé prueba su primer alimento: la leche materna, la cual tiene un sabor dulce. De forma innata, se genera una predilección por el sabor dulce por pura supervivencia. La leche materna tiene dos características: es calórica y dulce. Todo aquello que no sea calórico ni dulce, provocará un rechazo inconsciente en el bebé porque se identifica como algo que no le nutre.
Entonces… ¿Por eso rechazan las verduras?
Sí, debemos tener en cuenta que las verduras tienen un sabor, por lo general, ligeramente amargo y aportan muy pocas calorías. Esto se identifica por el cerebro del bebé como un alimento poco nutritivo y energético que no ayudará a su crecimiento, provocando un rechazo.
Que un alimento amargo provoque rechazo en los más pequeños también tiene otra explicación: curiosamente, muchos compuestos venenosos y tóxicos que existen en la naturaleza son amargos (por ejemplo, los alimentos podridos). Esto es para protegerles de llevarse a la boca algo que sea peligroso para su salud.
El rechazo a los alimentos tiene un nombre: neofobia alimentaria. Algunos niños rechazan tomar alimentos nuevos (e incluso alimentos que antes tomaban sin problema) de manera repentina y llamativa. No es casualidad que todos los niños suelen rechazar el mismo tipo de alimento: frutas, verduras y alimentos con proteínas.
Y… ¿cuándo desaparece este reflejo fisiológico? ¿Cómo combatirlo mientras tanto?
Suele ser en torno a la adolescencia. Por eso, es importante entender que es algo que va a ocurrirles a todos y optar por utilizar herramientas que puedan ser útiles, como las que os proponemos a continuación:
- Aumentar la variedad. Si solo les damos un tipo de verdura o fruta, no se podrá familiarizar ni sentirse cómodo al ver diferentes alimentos.
- No esconder las verduras.
- Paciencia. Reintroducir los alimentos que han sido rechazados es clave, ¡es posible que tengas que ofrecer un nuevo alimento 15 veces hasta que lo acepte!
- Dar ejemplo. Comer de forma saludable en casa que nos vean haciendo buenas elecciones, comiendo verduras felices... Su observación es calve.
- No obligar a comer. Ni verduras ni cualquier alimento, deben poder tomarlas o no tomarlas, forzar (al igual que prohibir) no es la solución. La lucha de poder en la mesa altera al pequeño que es exigente al comer, e incluso puede llevar a problemas de alimentación más adelante en la vida.
- Creatividad. Hacer figuras, utilizar los colores a tu favor y cocinar juntos siempre fomenta una buena relación con la comida, lo que hará que no lo rechace. Varía las formas de prepararlas: pizza, wok, cremas... Evita preparaciones sencillas como puede ser el vapor. Convierte a tu pequeño en un mini chef, cosas como añadir cebolla a una sartén o dejar que te traiga los ingredientes es suficiente. Aleja las distracciones y haz que la comida sea un momento feliz cuando los madres animan y elogian la posibilidad de probar nuevos alimentos o los rechazados anteriormente, los niños tienen más probabilidades de comerlos.
- Elección. Darle el control de elegir genera confianza e independencia, además de reducir la probabilidad de que lo rechace.
- ¡Con la comida SÍ se juega! Es más probable que un niño pruebe algo si puede tocarlo, apretarlo, olerlo, aplastarlo, masticarlo... El juego razonable con la comida es aceptable a esta edad, ya aprenderán modales más adelante.
Artículo elaborado por Elena Toledano, nutricionista de ROOTS Mindfoodness