Dice un proverbio africano que para criar a un hijo hace falta una tribu. Sin embargo, hoy, sobre todo en las grandes ciudades, criamos más solos que nunca: con la red familiar lejos, en familias nucleares cada vez más pequeñas y sin referentes en los que apoyarnos. Es lógico entonces que en este panorama los libros de crianza, las recomendaciones del pediatra o lo que vemos en redes sociales se hayan convertido en balsas a las que padres y madres se agarran en medio de un océano de soledad.
Lo sabe Leticia Garcés, pedagoga especializada en parentalidad positiva y educación emocional. En 2010 fundó Padres formados, un proyecto educativo para familias que buscan mejorar sus competencias parentales desde una perspectiva de buenos tratos a la infancia. Ahora, acaba de publicar su segundo libro, Infancia bien tratada, adolescencia bien encaminada (Desclée De Brouwer, 2023). En esta guía explora la influencia de nuestras experiencias infantiles en la crianza, poniendo el foco en la necesidad de examinar nuestra autoestima para gestionar heridas emocionales y criar de manera emocionalmente competente. Aborda aspectos clave como la gestión de rabietas, la diferencia entre castigos y límites, el ejercicio de buenos tratos y la transición a la adolescencia, siempre con una mirada reflexiva hacia la infancia. Eso sí, advierte en esta entrevista que las pautas que puede ofrecer en su libro o en sus formaciones serán solo una orientación para que las propias familias sean las que puedan construir sus pautas, sin alejarse de lo que la ciencia propone ni de las necesidades de cada familia.
En 2010 fundaste Padres formados con el objetivo de impartir formaciones para familias en parentalidad positiva y educación emocional. ¿Cómo ha evolucionado la crianza y educación de los hijos en estos 13 años?
Por un lado, puedo decir que año tras año me hacen preguntas muy parecidas (“¿Cómo puedo ayudar a gestionar las rabietas de mis hijos?”, “Si los castigos no son efectivos, ¿cómo puedo lograr que me obedezca?”, “¿Cómo podemos favorecer una buena autoestima?”, etc.), pero también es cierto que en los últimos años una de las consultas que más me ha tocado atender es: “Nos vamos a separar, ¿cómo podemos ayudar a nuestros hijos para que sufran lo menos posible?”. Esta pregunta agradezco que me la hagan porque una pareja se puede separar, pero son padres para siempre, y están obligados a entenderse y cuando esto no es posible, los hijos sufren mucho.
Muchas de las familias que empezaran a formarse contigo, ahora tendrán hijos adolescentes…
Sí, y observo que sus inquietudes han cambiado pero lo más importante es que han asentado unas buenas bases y eso hace que ahora enfrenten esta nueva etapa con más confianza y seguridad. Como se han ocupado –y no tanto preocupado– en crear un apego seguro en la primera infancia, en cuidar la comunicación mostrando empatía y en usar más límites que castigos, les resulta más fácil la relación con sus hijos. Esto no quita que no tengan los típicos conflictos de la adolescencia. Educar de forma consciente no evita enfrentarte a las mismas situaciones de convivencia, pero te permite responder de forma más afectiva y, por lo tanto, más efectiva.
La soledad y el individualismo actual marcan enormemente la experiencia de la maternidad y, cada vez más, de la paternidad. Este ha sido el caldo de cultivo idóneo para que las familias estén perdidas a la hora de criar a sus hijos e hijas. ¿Qué opinas? ¿Estamos más perdidos y solos que nunca?
Por un lado, hay padres muy comprometidos con la crianza de sus hijos que leen, se documentan, acuden a todas las charlas que pueden y están muy presentes y pendientes de las necesidades de sus hijos, pero es posible que por toda la información que tienen, duden más. La mayoría tienen claro cómo no quieren educar, si fueron lastimados en su infancia no quieren repetir patrones o si no fueron escuchados de niños tienden a abusar del diálogo sermoneando más que conversando. Y muchas veces cuando no consiguen los resultados esperados a las buenas, se pasan al autoritarismo sintiéndose culpables por ello. Por eso el asesoramiento en la crianza es muy necesario porque hay mucha información y toda no es necesaria, hay que tener el conocimiento preciso, revisar fuentes bibliográficas que nos permite comprender mejor la infancia y la adolescencia, pero sobre todo, reflexionar sobre ello para adaptar toda esa información a la realidad que cada uno tiene.

¿A ser madres y padres se aprende?
No exactamente, el día que te ponen un bebé en brazos te conviertes en madre y padre, para eso no hay que aprender, solo asumir la responsabilidad de cuidar y proteger a ese menor que está a tu cargo, pero a ejercer el rol de educador como madre y padre sí conviene aprender porque de lo contrario tiras de experiencia propia, que si ha sido negativa, repites patrones justificando cierta violencia y aunque haya sido positiva, la ciencia ha avanzado mucho en los últimos años y conviene actualizar la disciplina que ofreces a tus hijos para que sea bientratante y siga los principios que se recomiendan desde la parentalidad positiva.
Sin referentes parece más difícil que nunca…
Es posible, pero afortunadamente desde el año 2000, la década del cerebro, contamos con mucha documentación, los últimos años hemos tenido un aumento de investigaciones, escritores, auto publicaciones, audiolibros, etc., internet ha permitido que todo el que tenga algo que contar, lo haga y todo el que quiera aprender, pueda hacerlo, de ahí la importancia de saber seleccionar bien la información y al informante, entre tanto para elegir.
¿Cuáles son los problemas y los miedos más habituales que encuentras en tus formaciones y consultas?
Quizá que los padres ya tienen algunas reflexiones hechas como, “ya sé que no tengo que comparar a los hermanos”, “ya sé que no debería gritarle”, “ya sé que con los castigos no consigo nada, pero entonces, ¿qué hago?” Es decir, tienen muy claro qué no deben hacer, pero dudan de qué otro camino tomar porque muchas veces cuando leen un libro o acuden a una charla se quedan con las pautas que da el experto, pero luego a la hora de aplicarlo en su caso en concreto no les funciona. Quien me conoce sabe que yo procuro no dar pautas, más bien invito a reflexionar porque cuando piensas sobre la crianza que estás llevando a cabo, en lugar de que te digan cómo pensar, tienes la oportunidad de pasar toda esa información por tu conciencia y la puedes hacer tuya, pudiendo adaptarla bien a tu realidad. Entonces las pautas serán solo una orientación para tú puedas construir las tuyas propias, sin alejarte de lo que la ciencia propone ni de lo que tú necesitas.
En el libro hablas de la violencia silenciosa: actitudes y palabras que dañan, pero que están muy normalizadas socialmente. Como ejemplo, frases como “Si te portas mal, no te vuelvo a traer al parque” o “Si no recoges tu habitación, no te compro más ropa”. Para una generación que ha habitado el chantaje en la infancia, como es el caso de quienes somos madres y padres recientes hoy, puede ser un reto cambiar estas actitudes. ¿Cómo hacerlo?
Los grupos de padres y madres ayudan mucho, son esa tribu que necesitamos construir porque no siempre en la propia familia o en el entorno escolar de tus hijos encuentras personas con las que compartir tus inquietudes sobre la crianza que deseas. Pero cuando acudes a charlas y formaciones con otros padres, se genera un ambiente de respeto, de complicidad, donde nadie te juzga, más bien se te comprende, tienes la oportunidad de escuchar otras preguntas, aprender de otras respuestas y prepararte para situaciones nuevas.
¿Qué ocurre cuando una familia toma conciencia de esto?
Cuando amplias tu visión de la educación y te haces más consciente de lo vivido en tu infancia, te puedes dar cuenta de que algo que para ti era lo normal, ser manipulada o abusada por personas de tu confianza quizás hay que revisarlo. Cuando lees, te formas y aprendes en grupo, puedes despertar a un mundo diferente al tuyo, darte cuenta de que algo que considerabas “lo normal” para ti, puede tener otras lecturas, cuando la ciencia limpia tu forma de pensar se rompen paradigmas, mitos y creencias limitantes. Solo cuando te haces consciente de algo, puedes plantearte cambios. Hay padres que todavía no se han dado cuenta que manipulan a sus hijos porque es lo que consideran lo normal, yo apuesto más por relaciones auténticas, de confianza donde la verdad marca siempre el camino, por eso hay que cuidar las palabras y las formas a la hora de corregir. Ya no vale ignorar a un niño cuando llora o usar la ironía para que dejen de llorar porque quizás lo hagan, pero seguramente no aprendiendo a regularse emocionalmente.
¿Qué es lo que más nos cuesta cambiar?
Generalmente queremos resultados inmediatos, no tenemos en cuenta la adolescencia si estamos en la primera infancia o no pensamos en la infancia que hemos tenido, si estamos en la adolescencia. Tendemos a hacer lo conocido porque lo nuevo siempre genera miedo y desconfianza. Nos apoyamos en la propia experiencia justificando mucho de lo que hacemos con frases como “toda la vida ha sido así y tampoco hemos salido tan mal”. Lo cierto es que, porque somos seres resilientes que salimos adelante por nuestra gran capacidad de adaptación y de lucha, no hay que pensar solamente en que no estamos enfermos, sino en qué tantos recursos emocionales tenemos, qué tanta capacidad tenemos para mantener relaciones positivas y de calidad y qué tan responsables somos de nuestro bienestar emocional.