Quizá hayas escuchado alguna vez que durante el embarazo no es muy recomendable acudir a tratamientos en balnearios, aguas termales y spa.
Por ello, nuestra asesora Gema Magdaleno del Rey, matrona en el Hospital Universitario La Paz (Madrid), nos explica que esto se debe fundamentalmente a dos motivos. En primer lugar, “muchas embarazadas son propensas a las bajadas de tensión, y el calor y la humedad de estos lugares puede provocarlas”.
Las altas temperaturas de las aguas termales y las saunas pueden aumentar la temperatura corporal de la futura madre, lo que podría ser peligroso para el feto al incrementar el riesgo de defectos congénitos, especialmente en el primer trimestre.
Por otro lado, al pasar mucho tiempo sumergida en el agua se pueden favorecer las infecciones vaginales, que aunque no suelen afectar al feto, son más incómodas durante el embarazo y muchos de los tratamientos habituales como las cremas de uso externo están contraindicadas durante el mismo.
Además, algunos tratamientos de spa incluyen el uso de aceites esenciales y masajes intensos que podrían no ser seguros durante el embarazo, ya que pueden inducir contracciones o afectar la circulación.
Estos tratamientos estéticos y de relajación, como las envolturas corporales o las terapias de presión, pueden no ser adecuados debido a los cambios fisiológicos que experimenta el cuerpo durante el embarazo.
Asimismo, existe el riesgo de infecciones en ambientes húmedos, que pueden ser especialmente preocupantes para las mujeres embarazadas, ya que su sistema inmunológico está más comprometido.
De esta manera, en caso de que quieras ir al spa y estás embarazada, es mejor hacerlo durante el segundo trimestre, y siempre bajo supervisión médica.
No obstante, si tienes programada esa experiencia para algo antes es esencial que consulte a su médico antes de disfrutar de estos servicios para asegurarse de que sean seguros tanto para ti como para el bebé.
