El consumo de redes sociales excesivo o irresponsable, sin control en muchas ocasiones, por parte de los adolescentes tiene unas consecuencias potenciales muy negativas. La evidencia científica hace tiempo que lo ha demostrado, y no dejan de publicarse nuevas investigaciones acerca de ello: son una de las causas que provocan desde problemas de sueño a patologías de índole mental. Este es un tema que preocupa tanto a nivel social que forma parte de la agenda política del país. Sin embargo, este nivel de atención que genera hace que queden en sombra, en segundo plano, el hecho de que las redes sociales también pueden ser un problema para personas adultas. Personas, por ejemplo, que quieran ser padres.
Abordamos cómo afectan las redes sociales a las personas en edad fértil que desean ser padres cuando consumen en exceso contenidos relacionados con la crianza y qué dice la investigación clínica al respecto con Marta Prat, psicóloga experta en fertilidad y reproducción de Next Fertility. Prat comparte además consejos y experiencias acerca de esta cuestión.
Pregunta: ¿Afecta la ansiedad generada por las redes sociales a la fertilidad?
Respuesta: La ansiedad es uno de los factores que más puede alterar el equilibrio hormonal del cuerpo, y las redes sociales se han convertido en una fuente constante de comparación, presión, sobreinformación y desinformación. Aunque su impacto directo sobre la fertilidad se desconoce, sí hay evidencia de que el estrés crónico puede interferir en el ciclo menstrual, la ovulación, la calidad del esperma, el deseo sexual y, en general, en la capacidad reproductiva.
En este sentido, sabemos que el uso excesivo de redes puede provocar alteraciones del sueño, aislamiento social, baja autoestima y un incremento del cortisol, la llamada “hormona del estrés”. Asimismo, sabemos que el cortisol puede afectar a multitud de procesos incluyendo la ovulación, la producción y regulación de hormonas reproductivas y el deseo sexual. En cuanto a la tasa de implantación, todavía se está estudiando los efectos del cortisol y del malestar psicológico y, de momento, los resultados de los estudios son heterogéneos y poco concluyentes.
¿Cómo pueden afectar, de un modo negativo, el mal uso o uso desproporcionado de las redes sociales a las personas adultas que desean ser padres?
Aunque solemos asociar los efectos perjudiciales de las redes sociales con los adolescentes por ser un colectivo más influenciable y vulnerable, los adultos tampoco están exentos. En personas en edad fértil o con deseo de ser padres, el consumo constante de contenido relacionado con maternidad/paternidad puede generar una ansiedad silenciosa: compararse con los embarazos ajenos, sentir culpa o insuficiencia ante la infertilidad o los tratamientos de reproducción asistida, o incluso experimentar una presión social disfrazada de “expectativas personales” ya que nos cuesta cada vez más conectar con nosotros mismos y diferenciar lo que “nosotros deseamos” de lo que “la sociedad espera para nosotros”.
Este tipo de ansiedad adulta puede manifestarse en insatisfacción constante, frustración, miedo a hablar del tema en pareja, o en la búsqueda desesperada de soluciones en fuentes poco fiables.

¿Pueden llegar a ser contraproducentes las redes en el deseo de ser madre/padre?
Sí, pueden serlo, especialmente si se convierten en un espejo distorsionado de la realidad. Una de las grandes paradojas de las redes sociales es que, al mismo tiempo que nos conectan con más información que nunca, también nos aíslan en burbujas personalizadas. Cuando una persona empieza a seguir cuentas sobre maternidad, fertilidad o tratamientos para concebir, las plataformas —a través de sus algoritmos— comienzan a mostrarle sistemáticamente más contenido similar.
Esto crea una cámara de eco emocional, donde el usuario empieza a vivir rodeado de embarazos, bebés, testimonios de éxito, recomendaciones de clínicas y estilos de vida "fertility friendly". Y aunque esto puede parecer útil o esperanzador, en la práctica puede alimentar la ansiedad, la comparación y el sentimiento de urgencia.
"Quienes crean contenido sobre maternidad, fertilidad o crianza tienen una responsabilidad moral"
La exposición constante a historias ajenas —muchas veces editadas, idealizadas o incompletas— lleva a una falsa percepción de que “todo el mundo lo está logrando menos yo”. Lo que empezó como una búsqueda de apoyo puede convertirse, sin darnos cuenta, en un entorno que refuerza la inseguridad y el estrés.
Y es muy importante hablar de esto ya que no siempre somos conscientes de que no estamos eligiendo lo que vemos. El contenido que aparece en nuestro feed responde a patrones de comportamiento digital, no a nuestras necesidades emocionales reales. Aprender a cuestionar esa selección automática y tomar decisiones conscientes sobre qué cuentas seguir (o dejar de seguir) puede marcar una diferencia enorme en la salud mental de quien está transitando un deseo de maternidad o paternidad.
Como experta clínica en la materia, ¿qué consejos da a quienes buscan concebir en relación al uso de las redes sociales?
Es poco realista pedir una desconexión total, pero sí es fundamental aprender a establecer límites. Algunos consejos para un uso más saludable que comparto son:
- Filtrar el contenido: dejar de seguir cuentas que generan ansiedad, comparación o culpa. Priorizar cuentas que hablen con honestidad, sin idealizar.
- Tiempo consciente: establecer horarios de uso. Evitar las redes justo antes de dormir o al despertar.
- Buscar apoyo profesional: psicólogos especializados en fertilidad pueden ayudar a identificar la ansiedad y acompañar el proceso.
- Autocompasión: recordar que cada proceso es único y que lo que vemos en redes es solo una parte de la historia.
¿Cómo saber si hay un problema de ansiedad relacionada con redes y fertilidad?
Algunas señales de alerta son el sentimiento de tristeza o ansiedad después de ver publicaciones sobre embarazos o familias. La necesidad compulsiva de buscar información o testimonios sobre fertilidad. O compararse constantemente con otras personas que están en proceso o ya han sido madres/padres.
También la dificultad para desconectar de las redes a pesar de ser conscientes del malestar que provocan; los cambios en el estado de ánimo relacionados con lo que se ve en redes; y la pérdida de interés por otras actividades no relacionadas con la maternidad, que antes resultaban agradables o motivadoras.
Si estos síntomas interfieren con la calidad de vida o con la relación de pareja, es importante buscar ayuda profesional.

¿Debería mejorar la responsabilidad individual en la divulgación de temas de familia y crianza en redes?
Sin duda. Quienes crean contenido sobre maternidad, fertilidad o crianza tienen una responsabilidad moral: mostrar también los desafíos, no solo los momentos felices. La narrativa parcial puede hacer mucho daño, especialmente a personas en situaciones sensibles.
Mostrar vulnerabilidad, hablar de pérdidas, tratamientos fallidos, frustraciones o dudas, no solo humaniza el contenido, sino que permite construir una comunidad más empática y realista.
Como decíamos, conviene realizar una reflexión a nivel ético sobre el mensaje que lanzamos en redes, más allá de si este “vende o no”. En el mundo digital abunda la idea de que con suficiente información, disciplina y actitud positiva se puede lograr cualquier meta, incluida la de ser madre o padre. Esta mentalidad promueve un relato en el que la fertilidad parece depender exclusivamente de factores como la alimentación, el ejercicio, la meditación, los suplementos, la acupuntura, o incluso la "vibración energética".
"Aunque su impacto directo sobre la fertilidad se desconoce, sí hay evidencia de que el estrés crónico puede interferir en la capacidad reproductiva".
Aunque muchos de estos elementos pueden ser beneficiosos para el bienestar general, no garantizan ni sustituyen la complejidad biológica del proceso reproductivo, especialmente cuando hay causas médicas, genéticas o inexplicables detrás de las dificultades para concebir.
Este mensaje, aunque bien intencionado, puede ser peligroso porque fomenta la culpa: si no se logra el embarazo, se tiende a pensar que es por “no haber hecho lo suficiente” o “no haberlo hecho bien”. También refuerza expectativas poco realistas: se da por hecho que quien “hace todo bien” acabará consiguiéndolo. Pero el cuerpo no siempre responde de forma matemática.
Además, silencia otras narrativas: no hay suficiente espacio para hablar de quienes, a pesar de haberlo intentado todo, no logran concebir, o deciden parar el proceso por salud mental o física. Y sustituye una mirada profesional: muchas veces, en el deseo de buscar la solución definitiva e incentivados por otros testimonios de éxito, recurrimos a gurús de internet que no poseen la formación académica necesaria para tratar casos de salud reproductiva.
¿Qué deberíamos promover en su lugar?
Una visión más realista, compasiva y honesta de lo que implica el deseo de ser madre o padre; que incluya también los límites, el azar, la biología y el derecho a no tener respuestas. Y que recuerde que el valor de una persona no está determinado por su capacidad reproductiva.
¿Y los medios de comunicación, tienen algo que decir en esta cuestión?
Los medios tienen un rol clave. Pueden elegir cómo contar las historias: si con sensacionalismo o con sensibilidad. También deben cuidar el lenguaje y evitar la simplificación de temas complejos como la infertilidad o la maternidad tardía. Además, se pueden ofrecer espacios para voces diversas, para experiencias menos idealizadas, y contribuir a desmitificar lo que significa “formar una familia”.
Por otro lado, se debería tener especial prudencia y sensibilidad a la hora de hacer preguntas sobre la maternidad. Por ejemplo, hace poco unos periodistas le preguntaron a Blanca Suárez que si estaba planificando ser madre y para cuándo. Ella respondió con asertividad y sin dar explicaciones que no tenía por qué dar.
Es importante que tengamos cuidado a la hora de hacer este tipo de preguntas ya que no sabemos cuál es la situación de esa persona, si quiere ser madre, si puede o si quiere hablar de ello.
