“Pues no se le nota que es hija única” y aunque no lo parecía era un piropo

Escribiendo y leyendo sobre la figura de los hijos únicos, inevitablemente me lo he llevado a mi propia experiencia y ahora, cuando llevo años siendo una mujer adulta, he llegado a algunas conclusiones que quizás puedan servir a esos padres y madres que crían magníficas hijas e hijos únicos.
Niña bajo la lluvia

Lo primero que os diría: no carguéis las tintas en exceso, de verdad. A los hijos únicos no se nos nota nada que lo fuimos. Ni para bien, ni para mal pero sobre todo eso, no se nos nota nada para mal.

Sí, lo confieso, no tengo hermanas ni hermanos. Soy hija única y visto lo visto os diría que no he salido tan mal como decían todas las etiquetas, los prejuicios y los estereotipos.

No, ser hijo único no es “una enfermedad en sí mismo” como sentenció Granville Stanley Hall, quizás el psicólogo que más estudió el desarrollo de los hijos únicos. Como si ser hijo único fuera algo innato en el niño o la niña, como tener pecas o los pies planos. Yo no le veo la relación pero es verdad que no soy psicóloga.

Ni egoístas ni caprichosos

O por lo menos ni menos ni más que el resto del mundo. He conocido niños y niñas con dos, tres e incluso cuatro hermanos y tanto ellos como yo hemos tenido nuestros momentos de no querer compartir ni el aire de la habitación o querer compartirlo todo, hasta las galletas de la merienda que eso son palabras mayores cuando eres pequeño.

No ha sido por tener o no tener hermanos, en mi experiencia ha sido más por como teníamos el cuerpo ese día, si habíamos discutido con alguien o no, si se habían metido con nosotros o no, si habíamos dormido bien o no. 

Los factores externos son mucho más importantes en el desarrollo emocional de un niño que el hecho de tener o no tener hermanos, a mi modo de ver y según mi experiencia.

Y lo que es clave es la educación que nos dieron nuestros padres y madres a cada uno, si nos enseñaron a compartir, a entender y a respetar o si nos dejaron sin referencias, sin límites y sobre todo sin su ejemplo. 

En mi caso me enseñaron a compartir y a valorar y no lo hicieron porque fuera su única hija, lo hicieron porque me querían, porque eran mis padres y porque sabían que lo que mejor podían hacer por mí era educarme, ayudarme a ser feliz y mostrarme el camino para ser una buena persona.

Imaginación al poder

Sin duda. Los hijos únicos pasamos muchos ratos en nuestra infancia más solos que la una pero eso no es malo del todo, después lo compensamos teniendo amigos, conocidos, mejores amigos y “muy mejores amigos”. Además tenemos juguetes, muñecos y en mi caso y durante años, un diario al que contarle miles de pensamientos, sensaciones y sobre todo momentos banales y rutinarios de la vida diaria.

La imaginación se desarrolla muchísimo, la creatividad se despierta y el aburrimiento no tiene espacio, más que de vez en cuando porque eso es así tengas hermanos o no.

Es verdad que mi infancia estuvo completamente virgen de pantallas más allá de la del cine y la de la televisión, como la de todos los niños de mi generación. Me recuerdo con cuadernos, bolígrafos y sobre todo libros en los que perderme y disfrutar de una soledad muy bien acompañada por Francisco Ibáñez, Isabel Allende, Jose Luis Sampedro, Louise May Alcott o J.D.Salinger entre otros muchos.

Fuente: Depositphoto

Responsable sí pero ordenada no tanto

Arrancadas las primeras etiquetas sobre inseguridades, soledad y egoísmo hay algunas supuestas virtudes de los hijos únicos que en mi caso, la verdad es que no lo son tanto (mamá, puedes dejar de leer a partir de aquí).

Responsable sí pero no por ser hija única, pesan más el contexto y la situación vital de cada momento que el hecho accidental de no haber tenido hermanos.

Ordenada pues no mucho, lo intento pero no hay manera y mira que llevo años siendo una mujer adulta pero el tema del orden no es mi fuerte. 

Por más que me enseñaron como se hacía, me regañaban cuando la montaña de ropa de mi habitación amenazaba con tragarme a mí o incluso alguna vez, seguro que me castigaron, no ha habido manera de dejar de abrazar el caos por mi parte. No es que me enorgullezca de ello pero, es lo que hay.

Así que en resumen, no sé si hay alguna diferencia real entre mis amigos y sus hermanos y yo pero no se la encuentro. 

No sé si mi infancia como hija única me ha marcado de alguna forma que se me escapa, sinceramente creo que es un grano de arena en la playa en la que hay otros granos como la educación, la cultura, el entorno, las relaciones familiares, la costumbre, la situación económica y un larguísimo etcétera que seguro que se me escapa.

Por lo  que modestamente yo os diría que si tenéis un hijo y nada más que un hijo no creo que se le note nada ni para bien ni para mal por no tener hermanos, se le notará el amor con el que crece, el apoyo que le ofrezcáis y el respeto que le enseñéis por encima de cualquier otra cosa.

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