En la infancia, la figura de la madre está totalmente idolatrada. Para los niños, su mamá es perfecta (incluso cuando pone límites, no importa, el amor de los niños es incondicional). Al final, es la persona que siempre está a nuestro lado para lo bueno y para lo malo. Es el ser que nos dio la vida y que ha sacrificado mucho para que crezcamos y tengamos un buen futuro en la nuestra. Nuestra madre puso (sin esperar nada a cambio) su cuerpo, su descanso, sus intereses, su dinero, sus sueños o metas… por y para nosotros. Pero según crecemos, lo normal es que empecemos a ver a nuestra madre de un modo diferente. Es algo natural, y forma parte del desarrollo del pensamiento crítico.
Sabemos que en la infancia, al mirar a una madre solo vemos perfección, pero en la adolescencia eso cambia. Comenzamos a ver los defectos de nuestros padres, y comenzamos a ver la vida de un modo diferente. La familia pasa a un segundo plano y los amigos al primero, y en esa etapa los adolescentes desarrollan el pensamiento crítico y reflexivo y se dan cuenta de esos defectos que siempre habían tenido sus padres pero que nunca antes habían visto. O, sencillamente, están en desacuerdo con las opiniones de sus padres. Podemos decir que se vuelven rebeldes, pero es normal.
En ocasiones hay hijos que son desagradecidos con sus padres, incluso cuando ya son adultos. Viven sus vidas y no les importa lo bien o lo mal que estén sus padres. Pero la mayoría de ocasiones, el algo transitorio que sucede en la adolescencia.
No debemos tomarlo como algo personal. Es un proceso normal de reafirmación de la identidad. No debes dejar de darle tus consejos (puedes descubrir aquí cómo hacer para que te escuchen) ni de mostrarle tu apoyo incondicional.
Aunque también hay circunstancias en las que cuando esto ocurre, puede que sea porque los hijos sienten que sus padres no fueron esos padres cariñosos y comprensivos que tanto necesitaban en su infancia. Pero incluso los padres más sacrificados pueden encontrarse con hijos que no se dan cuenta de todo lo que sus padres lucharon para que no les faltasen oportunidades.

No hay personas perfectas, pero lo importante es mejorar cada día
Como no existe la persona perfecta, no existe tampoco la madre perfecta. Las madres son seres imperfectos, pero esas imperfecciones las hacen únicas, diferentes. Madres que quieren lo mejor por sus hijos cada día, y que lucharán lo que haga falta por y para ellos.
Valora todo lo que tu madre hace por y para ti, porque aunque seas adulto seguro que se sigue desviviendo por ti siempre que puede hacerlo y dentro de sus limitaciones.
Dale esa felicidad que se merece prestándole la atención que necesita. Tener a una madre es de lo más maravilloso en la vida, así que disfrútala ahora si tienes la suerte de tenerla a tu lado. Y si eres madre, ten paciencia con los adolescentes. Están en un momento en el que, aunque no lo parezca, ¡te necesitan!