La respuesta de una niña en silla de ruedas que es una lección de vida

La escritora y artista Asha Dore ha compartido en un precioso relato cómo ha aprendido de su hija, que se mueve en silla de ruedas. Una verdadera lección de vida y un aprendizaje para la crianza, desde el punto de vista de los adultos.
Una niña en silla de ruedas. En detalle, la escritora Asha Doré
Una niña en silla de ruedas. En detalle, la escritora Asha Doré (RG)

Que la paternidad/maternidad es un aprendizaje vital de doble dirección es algo que se descubre rápido… pero solo cuando se experimenta en primera persona. Mantener la mente y los ojos abiertos a lo que nos enseñan los niños y niñas desde bien pequeños es una de las grandes fuentes de aprendizaje de la vida. En el atículo "Qué he aprendido con mi segunda hija que no hacía con la primera" me extendí sobre ello. Y estos aprendizajes se dan en situaciones cotidianas que pueden suceder en cualquier momento. Bien lo sabe la artista y escritora Asha Doré, que ha compartido una preciosa anécdota vivida con su hija de 12 años.

En un artículo publicado en Today, la escritora —ha publicado en medios como The New York Times— presenta una escena en la que su hija Maggie, una niña de 12 años entonces que se mueve en sillas de ruedas, se reencuentra con sus amigas y compañeros de clase en un parque cuando las niñas escuelas e institutos iban a reabrir tras la COVID-19. 

Dos niñas se miran frente a frente, de igual a igual
Dos niñas se miran frente a frente, de igual a igual (RG)

Recuerda Doré que todos, padres e hijos, llevaban mascarilla y mantuvieron la distancia, tratando en esas circunstancias tan difíciles aprender a ser sociables de nuevo. Y en ese entorno, una de las compañeras de clase de Maggie se acercó a ella y le dijo: "¿Por qué usas esa cosa?", señalando la silla de ruedas de Maggie.“Mi hija dijo: ‘Me cuesta caminar y mis piernas se cansan bastante rápido’”, relata la escritora que respondió su hija con naturalidad, sin sentirse ofendida.

A continuación, ese mismo día, la propia Maggie hizo algo parecido en sentido opuesto. Lo relata su madre: “Maggie señaló el hijab de su compañera de clase y le preguntó: ‘¿Por qué llevas ese pañuelo en la cabeza?’. La niña explicó que era un símbolo de su religión”.

Ni Maggie ni su amiga musulmana se sintieron ofendidas por el comentario que se habían hecho mutuamente. En cambio, las madres, como poco, dudaron, cuenta Asha Doré: “Maggie y su compañera de clase siguieron hablando de su profesora y de sus videojuegos favoritos. Me acerqué un poco más a la madre de la compañera de clase. Ambas nos disculpamos al mismo tiempo y luego nos reímos. ‘Ellas no se ofenden como nosotras’”, dijo”. 

Ambas adultas habían aprendido la lección: sus hijas confiaban en la curiosidad mutua, más allá de si eran acertadas las palabras elegidas para mostrar dicho interés natural, genuino. Y eso les llevó a entender, como le dijo a la escritora la madre de la niña musulmana, que, salvo excepciones, como preguntar "¿y tú para cuándo?", “hacer preguntas es bueno”.

Una adolescente musulmuna, de camino a clase
Una adolescente musulmuna, de camino a clase (RG)

Una lección aprendida

En el citado artículo donde narra la anécdota de su hija Maggie y su amiga, Asha Doré reconoce que le hizo reflexionar, mirar desde otro punto de vista: Nunca lo había pensado en esos términos hasta ese momento. Al observar cómo interactuaban nuestras hijas, me di cuenta de cuánto de mi vida al lado de Maggie apuntaba a estas verdades sutiles pero importantes”, dice.

Y así da pie la escritora a otras anécdotas similares vividas con Maggie desde que era pequeña, una niña a la que le diagnosticaron una enfermedad genética nueva que provoca discapacidad física y trastorno del habla: “podía entender y usar el lenguaje, pero sus sonidos no coincidían con sus palabras”, dice su madre.

Con el trabajo de los profesionales del jardín de infancia, docentes y terapeutas, Maggie pudo hablar al final de esta etapa sin usar su dispositivo, lo cual fue un progreso "sin precedentes" para su terapeuta, “milagroso” para su profesora, según la escritora. 

Retrato de madre e hija
Retrato de madre e hija (RG)

Así relata en el artículo Asha Doré cómo su hija se esforzó por mejorar el habla: “La razón principal por la que el habla de Maggie mejoró fue que cada vez que presionaba su tableta para hablar, repetía las palabras y oraciones una y otra vez verbalmente, entrenando sus propios sonidos. La vi salir de la aplicación ‘talker’ en su tableta para grabarse practicando palabras, el abecedario y, finalmente, muchísimos chistes tontos. Nunca la vi frustrada mientras practicaba. En mi opinión, Maggie practicaba mucho porque disfrutaba mucho de conectarse con la gente y se esforzaba muchísimo para cada palabra”.

Esta etapa vital le ayudó a la escritora, dice, a entender que “la capacidad de comunicarse es una de las partes más emocionantes del ser humano”, lección que volvió a recordar el día en el que su hija en silla de ruedas y su amiga musulmana solo quisieron saber, conocer, interesarse por la otra, y lo hicieron de la forma más eficaz y adecuada: haciéndose preguntas mutuamente, hablando, comunicándose. 

Y deja una reflexión Asha Doré en el mencionado artículo, cuya lectura completa es muy recomendable, sobre la elección de las palabras de su hija y su amiga —esto se aprende, lo importante es tener la intención de comunicarse desde el respeto—: “No siempre podemos predecir qué palabras podrían herir los sentimientos de otra persona, por lo que debemos permanecer abiertos a sus respuestas”, explica. “Lo que realmente importa es que hayan seguido siendo amigos durante mucho tiempo”, dice Doré que le dijo, con razón, uno de sus alumnos cuando utilizo este mismo ejemplo en sus clases de oratoria. 

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