Antoine de Saint-Exupèry no se pudo imaginar nunca que la historia de su pequeño príncipe se convertiría en uno de esos libros que se regalan y se recomiendan de generación en generación porque siempre ofrece una enseñanza de vida al lector.
El autor lo escribió en un viaje, mientras estaba hospedado en un hotel en la ciudad que nunca duerme, en Nueva York, a principios del convulso siglo XX. De hecho fue allí donde se publicó por primera vez, en el mes de abril de 1943.
Y desde entonces se ha convertido en el libro más traducido del mundo y sigue siendo una de esas obras que nos inspiran, entre otras cosas porque es una de las primeras obras literarias en las que se puede encontrar tantos argumentos a partir de los cuales hablar de inteligencia emocional con los niños.
La inteligencia emocional de El Principito
Entendemos como inteligencia emocional a la habilidad de entender, de utilizar y de gestionar nuestras emociones de manera que controlemos nuestros niveles de estrés, aprendamos a comunicarnos de forma eficiente, sepamos empatizar con los demás, superemos distintos desafíos y lleguemos a reducir en lo posible los conflictos a los que nos enfrentamos.
Uno de los expertos en este tema, Daniel Goleman, define la inteligencia emocional como una capacidad que tenemos que desarrollar para reconocer nuestros propios sentimientos pero también los sentimientos de los demás, la capacidad de motivar esos sentimientos y de manejar de forma correcta las emociones, no solo las nuestras sino también las que producen nuestras relaciones sociales.
Sobre todo ello podemos aprender y mucho leyendo de nuevo la historia de El Principito, con esta perspectiva, la de la inteligencia emocional. Algunas de las frases más acertadas sobre ello y con las que podemos trabajar la inteligencia emocional con los niños, acercándosela de una forma natural y sencilla son las siguientes.
- En toda multitud hay hombres a los que no se distingue, pero son portadores de mensajes prodigiosos. Y sin saberlo ellos mismos.
- Es mucho más difícil juzgarse a sí mismo que juzgar a los demás. Si logras juzgarte bien a ti mismo eres un verdadero sabio.
- Los hombres se meten en los rápidos, pero no saben dónde van ni lo que quieren. Entonces se agitan y dan vueltas.
- Las personas mayores nunca pueden comprender algo por sí solas y es muy aburrido para los niños tener que darles una y otra vez explicaciones.
- Los baobabs comienzan por ser muy pequeñitos.
- Y cuando te hayas consolado (uno siempre termina por consolarse) te alegrarás de haberme conocido.
- Cuando el misterio es demasiado impresionante, es imposible desobedecer.
- Si quieres construir un barco, no empieces por buscar madera, cortar tablas o distribuir el trabajo. Evoca primero en los hombres y mujeres el anhelo del mar libre y ancho
- Sólo se ve bien con el corazón, lo esencial es invisible a los ojos.
- Siempre he amado el desierto. Puede uno sentarse sobre un médano de arena. No se ve nada. No se oye nada. Y, sin embargo, algo resplandece en el silencio…
- Es verdaderamente útil porque es linda.
- Los hombres ocupan muy poco lugar sobre la Tierra… Las personas mayores no les creerán, seguramente, pues siempre se imaginan que ocupan mucho sitio.

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