Comemos como podemos

Nuestras decisiones alimentarias están influenciadas por diversos factores, como la presencia abundante de opciones alimenticias rápidas y procesadas, las demandas del estilo de vida contemporáneo, las barreras económicas o la falta de educación nutricional.
comida basura

En los últimos años, hemos sido testigos de un sutil despertar colectivo en torno a la importancia de adoptar un estilo de vida saludable. Al menos, así lo percibimos en los contenidos que circulan por las redes sociales, los libros que colman las mesas de las novedades editoriales y los estantes del supermercado, donde el marketing alimentario intenta captar a los consumidores con promesas de bienestar.

¿Los niños deben comer galletas y azúcar siempre que quieran? - Istock

Cada vez más personas cuestionan sus hábitos de vida, especialmente aquellos relacionados con la alimentación, y exploran diversas vías para mejorarlos. Sin embargo, este avance positivo a menudo resulta ser un trampantojo, ya que, en última instancia, en muchos casos acabamos comiendo “como podemos".

Sabemos que vivir inmersos en un entorno obesogénico, caracterizado por condiciones que fomentan prácticas alimenticias poco saludables y un estilo de vida sedentario, contribuye irremediablemente a alimentar las tasas de obesidad y de enfermedades crónicas. Un entorno que está muy presente desde la infancia. Así lo reflejan datos como los recogidos por el último informe ALADINO sobre obesidad infantil (Estudio de Alimentación, Actividad Física, Desarrollo Infantil y Obesidad en España, 2019), que señala que el 23,3% de los escolares españoles de 6 a 9 años presenta sobrepeso y el 17,3% obesidad. 

España: líder en obesidad infantl

- Getty Images/iStockphoto

Aunque desde 2011 estas cifran parecen haber descendido, lo cierto es que a partir de 2015 esta disminución parece haberse estancado y España sigue siendo líder en obesidad infantil. Y no es necesario llegar a tener sobrepeso u obesidad: muchos niños y niñas presentan carencias nutricionales como consecuencia de una mala alimentación. La pregunta es, claro, cómo hemos llegado hasta aquí si, aparentemente, tenemos mejores condiciones que generaciones anteriores para una mejor alimentación en la infancia.

Responder a esa pregunta no es tarea fácil. Nuestras decisiones alimentarias están influenciadas por diversos factores, como esa presencia abundante de opciones alimenticias rápidas y procesadas que favorece el ambiente obseogénico, las demandas del estilo de vida contemporáneo y la publicidad intensiva de productos no saludables. 

Cómo podemos incorporar hábitos saludables en el día a día

Comida saludable - YURI ARCURS PRODUCTIONS

Estos elementos se entrelazan como los ladrillos de un intrincado laberinto, donde las familias frecuentemente se encuentran atrapadas al intentar incorporar hábitos saludables. “No vivimos sometidos a una dictadura de la alimentación saludable, sino a una desenfrenada propaganda de la comida basura”, escribe Julio Basulto en su último libro, Come mierda (Vergara, 2022). 

La inversión en publicidad de productos insanos es aproximadamente treinta veces superior al presupuesto gubernamental destinado a fomentar una alimentación saludable. Esta discrepancia requiere necesariamente, como bien explica Basulto en el citado libro, una regulación para limitar las prácticas de marketing agresivas de la industria alimentaria. Pero no solo.

Aportar a la enseñanza infantil conocimientos de nutrición 

La limitada alfabetización nutricional desempeña un papel crucial en este contexto. Si las familias no cuentan con una educación alimentaria adecuada, será difícil que puedan sortear la complejidad del etiquetado de alimentos y escapar de los cantos de sirena de la publicidad. La ausencia de conocimientos sobre nutrición y habilidades culinarias puede llevar también a la preferencia por opciones más rápidas y económicas, aunque menos saludables. También es habitual no saber cómo planificar las comidas de forma más sana. Todo esto contribuye a no poder hacer elecciones alimentarias saludables.

Las barreras económicas también obstaculizan la adopción de una mejor alimentación para las familias con recursos limitados, ya que el acceso a alimentos saludables, como frutas, verduras frescas y proteínas magras, a menudo es más costoso que optar por opciones insanas. Además, las familias de bajos ingresos suelen priorizar gastos esenciales como vivienda, sacrificando la calidad nutricional de su dieta al optar por alimentos más asequibles pero menos nutritivos. Comemos, pues, como podemos.

En la construcción de un entorno alimentario más saludable importan los cambios a nivel individual, pero, sobre todo, importan los cambios a nivel comunitario y político. “El objetivo debe ser proporcionar a los niños una alimentación nutritiva, segura, asequible y sostenible”, señala el informe Niños, alimentos y nutrición de Unicef, publicado en 2019. Para lograrlo es importante la colaboración entre sectores, como el gobierno, la industria alimentaria y la sociedad civil. Urge implementar (más) herramientas educativas y la creación de políticas que permitan el acceso a alimentos saludables. Solo así será posible transformar el ambiente obesogénico en el que vivimos en un ambiente salutogénico, transformar, al fin y al cabo, cómo comemos.

Recomendamos en