He dejado de llevar el control de los deberes de mis hijos y esto es lo que ha pasado

El mayor reto de este cambio ha sido asumir el riesgo de que se les olvide, pero he creído que merecía la pena intentarlo a cambio de que mejorar su autonomía y capacidad de atención.
Deberes

Mi mañana era aquello que pasaba mientras me llegaban notificaciones de las distintas aplicaciones del colegio y la guardería de mis hijos. Una serie de alertas que vienen a llenar aún más ese compartimento infinito de mi cerebro de tareas pendientes y a liberar, de paso, a ellos de responsabilidades.

Deberes - Getty Images

Así, para cuando ellos llegaban a casa tras su jornada escolar, yo ya no les hacía la clásica pregunta de "¿traéis hoy tarea?", sino que pasaba a comunicarles cual pregonera que "hoy tienen 2 páginas de mates, que hacer el dictado y que aprenderse la poesía por tal o cual efeméride". A veces me lo cuestionaban y ponían cara de póker, porque no les constaba tal aluvión de deberes que se les acumulaba, quizá porque, sabiendo que yo iba a recoger telemáticamente el recado, habían decidido prestar su valiosa atención a otros asuntos más apetecibles, o porque la profesora no había puesto especial ahínco en que anotaran lo encomendado prefiriendo comunicárnoslo directamente a los padres a través de esa suerte de trasvase de competencias que es la plataforma de comunicación entre padres y profesores.

En los primogénitos suelen recaer responsabilidades que no les corresponden y esto puede impactar negativamente en su autoestima y desarrollo

El caso es que me faltaba tener que avisarles de cuándo tenían que cambiar de inspiración a expiración. Y yo a eso nada más que le veía contras. Hace poco, mientras conversaba con una amiga sobre un tema muy recurrente entre madres; "compartir nuestras cagadas para sentirnos mejor", ella supo resolver uno de los asuntos expuestos en los que ambas creíamos suspender como progenitoras con una elegancia y una practicidad a mi juicio envidiable: "Tía, que no, que yo paso de quitarles piedras del camino, que eso no les prepara para la vida".- me dijo.

Tampoco es que tenga yo mucho margen de acción a la hora de cambiar la operativa del colegio y su manera de proceder, pero sí que he empezado a hacerme un poco la sorda con ciertas notificaciones que no considero vitales y a darle cancha a mis hijos, sobre todo al mayor, para que asuma él la responsabilidad de llevar al día sus obligaciones, aceptando el posible riesgo de que se le olvide algo, pero confiando en que la lección que de ahí aprenda será más valiosa que el dormirse en los laureles gracias a una "madre secretaria"

Y de ahí, de ese cambio de actitud por mi parte, he empezado a recoger frutos, observando ciertas mejorías en él:

  • Ha mejorado su autoestima. Se siente inmensamente satisfecha de ser el único responsable de llevar su tarea hecha el día que toca.
  • Se ha vuelto más organizado. Esta obligación ha hecho que necesariamente desarrolle nuevas habilidades organizativas, como establecer prioridades, dividir el trabajo en tareas más pequeñas y crear un horario de estudio eficiente.
  • Ha mejorado su capacidad de atención. Ahora sabe que o está atento en clase o se pierde las claves para ir al día. Así, a base de entrenarla, su capacidad de atención ha mejorado también en otros ámbitos.

En resumen, del experimento he obtenido una mente más descargada y un hijo más responsable, ¿te animas a intentarlo?

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