Lucía Galán (Oviedo, 1978) no necesita presentaciones. Con su casi un millón de seguidores en Instagram (@luciamipediatra) es casi imposible que no hayas oído hablar de ella. Más aún, si eres madre. Su naturalidad, sentido común y experiencia como pediatra la autorizan como uno de los mejores médicos en su especialidad.
Hablamos con ella con motivo de la publicación de su último libro, Los virus no entran por los pies (Ed. Planeta), donde derriba todos los mitos que existen sobre la salud física y mental de los niños.

¿Cuál es el mito de salud que más crees que cuesta desterrar?
“Ponte las zapatillas que te vas a resfriar”. Que no, abuelita, que los virus no entran por los pies. “Bueno, dirás lo que quieras, pero se te enfrían los pies y luego se te va a la garganta”. Que no, abuelita, que no pueden subir por la planta de los pies a la garganta. “Bueno vale, pero se te enfrían los pies y te bajan las defensas”.
Que no, abuelita, que no bajan las defensas por andar descalzo. Este es el mito estrella. A partir de ahí, los más de 150 mitos que encontramos en mi libro.
¿Cuál te pone los pelos de punta?
El de que las mujeres que están dando pecho, si beben cerveza, producen más leche. También, el de que si toman leche condensada, la calidad de la leche es mejor. Por último, me llamó la atención un bebé que vino a mi consulta con un papelito pegado en la frente.

Cuando fui a quitárselo pensando que se le había quedado ahí algo, vino la abuela y me dijo que por favor no se lo quitara porque le ayudaba con los gases. Pero llega un momento en el que tienes que elegir qué batallas pelear, y como el que llevara el bebé un papelito pegado no iba a hacerle ningún daño, dejé el papelito ahí.
¿Qué mito puede ser peligroso creérselo?
El que normaliza el consumo esporádico de alcohol durante el embarazo. Cuando se piensa que no pasa nada por tomar una copita de vino embarazada cuando se va a una boda o una cervecita el domingo. Tenemos un grandísimo número de trastornos que se llaman del espectro alcohólico fetal, cuya incidencia en España es de 10 de cada 1000 niños, y en países como Italia de 30 y 40 de cada 1000 niños.
Ahí se incluyen trastornos del neurodesarrollo, trastornos de conducta de comportamiento, discapacidad intelectual, trastornos auditivos, cardiacos o renales. El consumo de alcohol durante el embarazo es la causa más frecuente de discapacidad intelectual adquirida.

Realmente es un problema de salud pública a nivel mundial, porque en nuestro país manejamos unas cifras relativamente bajas, pero en los países del Este es más llamativo. No hay una cantidad mínima de alcohol seguro durante el embarazo. Cualquier cantidad de alcohol que consumes durante el embarazo puede tener un impacto en la salud de tu hijo.
Pero como son trastornos en donde luego no hay un estudio genético, no hay una prueba que confirme que haya sido provocado por beber durante el embarazo, entramos en un cajón de sastre donde realmente hay millones de niños afectados. Durante el embarazo, cero alcohol, porque no podemos garantizar que con una o dos puedan no afecten al neurodesarrollo del bebé.
¿Por qué crees que en muchas ocasiones damos mayor credibilidad a los mitos que a la evidencia científica?
Porque los mitos llevan toda la vida escuchándose. Una mentira repetida 1000 veces se convierte en verdad. Con la evidencia científica, como se escucha de primeras, te dicen aquello de “tú dirás lo que quieras, pero a mí me funciona y he criado a tres hijos y dos nietos”.
¿Creías en alguno de los mitos de los que hablas antes de hacerte pediatra?
La verdad es que no, porque fui pediatra y madre casi a la vez. A la par que iba descubriendo las maravillas de la maternidad, iba avanzando en la ciencia de la pediatría. Recuerdo estar toda la vida machacando a la gente con “que no, que eso no es así”, y que me miraran raro como diciendo “bueno, aquí está la lista”. La ciencia está para algo, y yo soy una mujer de ciencia.
¿A quién debes tu pasión por la escritura?
Desde pequeñita he sido una niña con mucha imaginación y escribía muchos cuentos infantiles. Luego, en la adolescencia escribía poesía, era muy imaginativa y creativa. Siempre me gustó escribir, escribía diarios. También me ayudaba mucho a gestionar mis propias emociones.
Cuando mis dos hijos tenían como 5 o 6 añitos sentí la necesidad de escribir un libro, porque como pediatra había encontrado muchos vacíos en la maternidad. ¿Cómo había tantísimos asuntos de las profundidades de la maternidad para los que yo no había encontrado respuesta?
A raíz de ahí escribí Lo mejor de nuestras vidas, que fue mi primer libro y se convirtió en un bestseller. Descubrí que mis mismos miedos, temores y preguntas eran comunes a mucha gente.
Cuentas con casi un millón de seguidores en IG que te hablan de sus preocupaciones a diario. Más allá de las dudas sobre la crianza del bebé, ¿qué otros problemas les preocupan?
Despierta mucho interés todo lo relativo a mi persona fuera de la pediatría. Me preguntan cómo gestiono o gestionaría distintos asuntos relacionados con mis hijos. Me piden muchos consejos de amiga. Hemos establecido un vínculo muy bonito entre todos los que me ven como referente, no solo como pediatra.
Soy como la amiga con la que se tomarían un café para decirle que su hija adolescente se acaba de echar novio.
¿También te llegan problemas relacionados con la salud mental?
De salud mental me llegan muchísimas cuestiones, no solamente de niños, sino de ellas mismas, de las madres: “Estoy sufriendo una depresión”, “he sido víctima de abusos”, “tengo un trastorno obsesivo compulsivo”, “mi marido es alcohólico o ludópata y no sabemos cómo salir de aquí”.
También me escriben adolescentes. Tengo una historia preciosa de una chica de 20 años que me escribió un mensaje desesperado diciéndome que no tenía ganas de vivir. “Pienso en el suicidio todos los días, Lucía, no encuentro salida”, me decía. Cuando leí aquello. Me puse en contacto con ella y ahora por fin nos vamos a conocer.
Ingresó en psiquiatría varias veces y de eso han pasado ya 3 o 4 años. Ahora está súper feliz. Ha terminado la carrera y tiene pareja. Este tipo de cosas que son reales, con nombres y apellidos, con problemas de verdad, me acercan muchísimo a la gente. Es maravilloso.
¿Qué te ayuda a ver siempre el vaso medio lleno?
Soy optimista por naturaleza, pero tengo un optimismo muy realista. Tengo mucha fe en el ser humano, en el cambio, en el poder de la humanidad, en el poder de la gratitud y de la amabilidad. Doy por hecho que la mayor parte de la gente es buena y que la mayor parte de las cosas que nos suceden no ocurren porque haya una conspiración universal o sea un castigo divino.
Sucede porque la vida va de esto, también de que nos pasan cosas malas. Tengo esa capacidad de sobreponerse a las adversidades de una forma sana. Y esto me ayuda a mí y ayuda a las personas que están a mi alrededor. La gente que me conoce mucho por redes sociales lo percibe.
Perciben que no que yo no vendo un optimismo barato de vida fácil o de todo es maravilloso porque sabe leer entre líneas. No nací ayer, tengo muchas horas de vuelo, me han pasado muchas cosas. Me sobrepongo a las adversidades porque lo veo y lo vivo a diario en mi profesión.
Yo vivo auténticos dramas en mi profesión y veo delante a mujeres que son para ponerles un monumento todos los días. Tengo este ejemplo increíble en mis pacientes que a mí me inspira mucho como mujer. Todo esto se transmite y es contagioso.
Siempre he huido de la queja continua, no me gustan los perfiles en redes sociales que están todo el rato quejándose de una cosa o reivindicando algo. Entiendo que es necesario y que hay espacio para todos, pero yo utilizo las redes sociales para intentar ayudar y para inspirarme, no para descargarme de energía.
Promueves un estilo de vida saludable, pero ¿con qué le cuesta más a Lucía practicar con el ejemplo?
Con el deporte. No me gusta hacer ejercicio, pero lo hago porque sé que es bueno para mi salud física y mental. Alarga la vida, disminuye la incidencia de infinidad de enfermedades. Es como cuando estudiaba medicina, no me gustaba la bioestadística, la odiaba, pero entendía que era un escalón para conseguir un objetivo que tenía muy claro.
Mi objetivo haciendo ejercicio es vivir muchos años y vivir bien, disfrutar de mis hijos, ojalá de mis nietos, y estar estupenda como estoy ahora. Para mí es una obligación. Intento ver el lado bueno, me pongo mis podcasts, mis audiolibros, con lo que aprovecho también el tiempo.
Entreno tres días a la semana, pero me encantaría ser como esa gente que sale todas las mañanas a correr y tiene su rutina diaria de la que disfruta, pero eso yo no lo logro, yo lo hago porque soy muy disciplinada.
En tu tiempo libre te encanta viajar. ¿Cuál es el destino que más te ha gustado hasta el momento?
Te voy a decir dos, una en pareja y otro en familia. En pareja, el año pasado me fui con mi chico a hacer un viaje por el norte de Noruega en coche, al círculo polar Ártico. Pasábamos horas en carretera, sin cruzarnos con ningún ser humano más que animales, montañas, lagos y fiordos. Yo tengo una vida muy intensa: mucha gente, muchos pacientes, gestión de centros, entrevistas, medios, libros…
Estar una semana en un lugar donde no te cruzas a una sola persona, porque es un sitio bastante deshabitado, con la naturaleza en su máxima esplendor, con la persona de la que estás enamorada, en un coche, sin prisas, cada noche en un hotel, viendo la vida pasar, fue muy revelador.
Creía que no iba a ser capaz porque yo soy muy motorín. Pero fue maravilloso y, de hecho, este año repetimos, pero por Italia y Suiza. En familia me encantó un crucero que hicimos por el Caribe. Fue increíble porque mis hijos ya eran adolescentes y lo pasamos pipa. Hicimos de todo: bailamos, cantamos, jugamos, nos divertimos, comimos… Recuerdo esos dos viajes como muy especiales.
Estás muy unida a tus padres. ¿Qué destacarías de la relación madre-hija en la madurez?
Es una relación mucho más tranquila, más serena, nada dependiente. Mi madre tiene sus problemas y yo los míos, somos las dos autosuficientes, pero nos nutrimos mucho. Ella se nutre mucho de mí, aprende mucho conmigo, y yo me nutro de su calma.
Hace poco pasé por una época un poco complicada porque le diagnosticaron a mi hija unas migrañas y empezó muy fuerte, tuvo varias crisis incapacitantes y me temí que fuera un tumor cerebral. Después de esas primeras semanas duras, un día, comiendo con mi madre, le dije lo mal que lo había pasado y mi madre dijo: “Bueno hija, son unas migrañas, esto es benigno, tiene solución. Ya está. Se encuentra el tratamiento y seguir”.
Escuchar esto de la voz de mi madre, tan tranquila, que no paró de comer para decírmelo, me tranquilizó. Acudo a mi madre cuando necesito calma, y también recurro a ella ya desde la calma. Mi madre es como una balsa de calma. En la madurez ya no hay que correr, no hay alarmismos.
¿Dónde te ves viviendo cuando seas mayor?
Mi sueño sería tener una casa en Mallorca. Me gusta mucho la isla y voy bastante. Me inspira mucho porque tiene playa, me encanta el mar, y montaña, me encanta la montaña como buena asturiana que soy.