“Un gran cambio para la vida de las familias”. Así describe Álvaro Bilbao la etapa de los cuatro años en la infancia. Explica el neuropsicólogo que los niños, por lo general, “comienzan a reducir las rabietas, enfados y se vuelven más autónomos tanto en lo referente a sus necesidades cotidianas como desde el punto de vista psicológico”. Sin embargo, pese a que nos dan “un respiro”, como el propio Bilbao reconoce, esto no quita responsabilidad a los adultos en el acompañamiento y crianza de nuestros hijos e hijas. Simplemente, cambian las circunstancias.
Los cuatro años son el momento vital del desarrollo de la autonomía. Así desarrolla esta idea Álvaro Bilbao: “Esta necesidad de autonomía se demuestra en muchos ámbitos que van desde querer hacer las cosas solos, ser capaces de desarrollar pequeñas responsabilidades o tener menos dependencia psicológica de sus padres hasta un fuerte deseo de tomar sus propias decisiones y desarrollar sus preferencias”, afirma.
Puede ser que te pille desprevenido porque estos cambios, en ocasiones, llegan de la noche a la mañana: quiere elegir su ropa, ya no come determinados alimentos, quiere ir al baño solo y hacerlo todo por sí mismo… “Aunque sin duda lo que más puede descolocar a algunos padres es que durante esta etapa algunos niños que han desarrollado un apego muy marcado hacia la madre pueden comenzar a mostrar preferencia hacia el otro progenitor”, apunta el neuropsicólogo.

Otra cuestión que puede darse en los cuatro años son conflictos entre niños y padres que antes no habían tenido lugar. “Es común que los niños puedan comenzar a decir pequeñas mentiras lo que suele indicar que es capaz de ponerse en tu lugar y utilizar esa información para intentar librarse de una regañina o un enfado, no lo hacen con mala intención”, advierte Álvaro Bilbao al respecto. Pequeñas escamurazas en casa para rebuscar donde no debe, pequeñas trastadas derivadas de su necesidad de explorar, aprender y ser más autónomo, o conflictos por su deseo de tomar decisiones… Para todo ello debemos estar preparados cuando se acercan los cuatro años.
En cambio, y aunque siempre hay excepciones, a los cuatro años, los peques mejoran mucho en su autonomía (se acaba eso de ir con una bolsa llena de recursos como pañales, cambios de ropa, etc.), y también se reducen las rabietas. Esto es así porque “alrededor de los cuatro años culmina un proceso neurológico que comenzó alrededor de los dos años y que implica el desarrollo de distintos circuitos cerebrales que tienen como función gestionar emociones difíciles (como la rabia, el enfado o la frustración) y otorgar al niño más control sobre sus emociones y su capacidad para gestionar situaciones difíciles”, explica Álvaro Bilbao. Cuidado, esto no quiere decir que se acaben las rabietas de golpe. “Para muchos es solo el principio de ese fin”, recalca Bilbao.
En definitiva, los cuatro años son un gran cambio porque es una etapa donde se aprecia una maduración física y psicomotriz en los peques, donde hay una maduración cognitiva y una maduración emocional (mayor autocontrol, por ejemplo), señala Álvaro Bilbao. “Como en todas las etapas las dificultades y los conflictos van a aparecer porque el niño o la niña todavía es muy inmaduro. Por eso esta etapa es una etapa ideal para aplicar estrategias de educación y disciplina positiva. No sólo te ayudarán a saber gestionar los conflictos cotidianos sino que te permitirá seguir construyendo una relación sólida y duradera ahora que van siendo cada vez más autónomos”, concluye el neuropsicólogo.
Las cinco necesidades de los niños de cuatro años
Una vez repasadas, a grandes rasgos, las líneas generales de lo que ocurre en la etapa de cuatro años, es el momento perfecto de explicar cuáles son las necesidades prioritarias de los peques en esta edad según un experto como Álvaro Bilbao.

Explica el especialista en el cerebro del niño que todos los cambios neurológicos y avances en sus capacidades hacen que tengas estas necesidades básicas:
- Respeto a su deseo de autonomía: en la etapa de los cuatro años, “los niños tienen una gran necesidad de hacer las cosas por sí mismos y demostrar que no dependen de los demás”, señala Bilbao.
- Acompañamiento: que el niño demande mayor autonomía no quiere decir que no necesiten acompañamiento; siguen siendo dependientes. “A pesar de toda esa autonomía emocional el niño sigue necesitando mucha ayuda y cuidado de sus padres ya que está muy lejos de ser realmente autónomo”, expone Álvaro Bilbao. “En esta etapa sólo está experimentando con esa autonomía y por ese motivo su actitud puede resultar contradictoria ya que en un momento quiere que le dejemos solo y al siguiente nos busca para que le consolemos”, añade.
- Facilitar su desarrollo psicomotriz: el neuropsicólogo asegura que “en esta etapa el niño descubre el placer de dominar su cuerpo”, por lo que tienen mucha energía. Y la responsabilidad de los adultos es que puedan exteriorizar dicha energía. “Es una etapa en la que además los niños tienen mucha energía lo que se traduce en un gran placer por correr, saltar y jugar al aire libre para terminar de afinar sus sistemas motrices”, apunta.
- Potenciar su creatividad: no limitar la creatividad de los niños a los cuatro años es otra de las necesidades que tienen, y es responsabilidad de los adultos que se potencie. “Los niños de 4 años sienten un deseo irrefrenable de jugar con su imaginación. Es una etapa ideal para regalarles disfraces, plastilina, lápices de colores y cualquier otra cosa que le permite jugar con su imaginación”, dice Álvaro Bilbao, que incide en lo siguiente: “es importante darles espacios de juego creativo ya que este es un precursor para la resolución creativa de problemas”.
- Dejar que desarrollen su identidad: esta necesidad se refiere a permitir y facilitar que experimenten “a través del juego, la toma de decisiones y las preferencias como veremos más adelante”, concluye Álvaro Bilbao.