Un estudio de investigadores de la prestigiosa universidad de Yale (Estados Unidos) profundiza en eso en lo que tanto insisten los estudios: la mochila que cargamos llena de experiencias, algunas de ellas de recuerdo maravilloso y otras que pesan como losas de granito, a lo largo de la vida, desde la infancia.
El estudio, publicado en la revista Nature Mental Health, concluye que las experiencias que vivimos durante nuestra infancia y adolescencia tienen un impacto profundo en cómo nuestro cerebro responde a situaciones de amenaza en la etapa adulta. Pero no solo importan esos hábitos y experiencias en la infancia: también en qué etapa vital se producen.
La ciencia no deja de sorprendernos en materia de crianza. En la misma semana en la que se ha producido el un descubrimiento clave en neurociencia infantil: el cerebro de un bebé a los 6 meses ya da pistas sobre su comunicación futura, investigadores de la universidad de Yale aportan nuevas evidencias de cómo y por qué impacta la adversidad en las primeras etapas de la vida.
La investigación, en la que profundizamos a continuación, ha arrojado luz sobre cómo la adversidad en diferentes etapas del desarrollo puede influir de manera única en las respuestas funcionales del cerebro ante amenazas.
Metodología del estudio
El estudio titulado, traducido al castellano, ‘Los análisis centrados en la persona revelan que la adversidad del desarrollo en diferentes etapas de la vida configura de manera única las respuestas funcionales del cerebro a las amenazas’, se centra en analizar cómo las experiencias adversas en distintas fases de la vida afectan la actividad cerebral relacionada con la percepción de amenazas. Dicho de otro modo: si hay diferencias en las respuestas cerebrales a una situación traumática en función de la edad a la que se experimenta.

Utilizando análisis que ponen en el centro a la persona, los investigadores buscaron identificar patrones específicos en las respuestas cerebrales de los individuos que habían experimentado adversidades en diferentes momentos de su desarrollo, desde la primera infancia y hasta la adolescencia.
Para ello, los investigadores de Yale que firman el paper emplearon técnicas de neuroimagen. De esta forma, pudieron observar la actividad cerebral de los participantes mientras estos eran expuestos a estímulos amenazantes.
Además, en paralelo, recopilaron información detallada sobre las experiencias de adversidad de cada individuo, clasificándolas según el momento de la vida en que ocurrieron. Esto es, la infancia temprana, la media infancia o adolescencia. En total, se investigó a 120 adultos a lo largo de cuatro etapas de su vida, desde la primera infancia hasta la adultez, de ahí que la investigación se haya prolongado durante tres décadas.
Esta clasificación permitió a los científicos analizar cómo la temporalidad de las experiencias adversas influye en las respuestas cerebrales específicas de las personas que participaron en la investigación.

Hallazgos principales de la investigación
Los resultados del estudio revelan que la adversidad experimentada en diferentes etapas del desarrollo está asociada con patrones únicos de actividad cerebral en respuesta a amenazas. Pero apunta matices novedosos al respecto, como destaca Lucinda Sisk, autora principal del estudio firmado por expertos de Yale: “los mayores niveles de adversidad en la infancia se asocian con un mayor riesgo de problemas de salud mental en la edad adulta, pero nuestros hallazgos sugieren que la historia es más matizada que eso”, dice.
Por ejemplo, aquellos que enfrentaron adversidades durante la infancia temprana mostraron una mayor activación en áreas cerebrales relacionadas con la detección y procesamiento de amenazas. En este sentido, los científicos concluyen que experimentar niveles bajos o moderados de adversidad durante la niñez, en la etapa de 6 a 12 años, y también durante la adolescencia, puede fomentar la resiliencia a la ansiedad en la edad adulta.
En cambio, en el otro lado de la balanza, si la exposición es alta a adversidades como eventos traumáticos o estresantes durante esas etapas iniciales de la vida en la que se produce el desarrollo cerebral, aumentan en un 40% las posibilidades de padecer trastornos de ansiedad en la edad adulta.
Dylan Gee, otro de los autores del estudio, reivindica que este es uno de los primeros estudios “que demuestra que el momento de la exposición a la adversidad realmente importa”, informa. “Si el mismo factor estresante ocurre a los 5 años en comparación con los 15, está afectando a un cerebro que se encuentra en un punto muy diferente de su desarrollo”, añade.

Implicaciones para padres y cuidadores
Estos hallazgos subrayan la importancia de considerar el momento en que ocurren las experiencias adversas en la vida de un niño o adolescente.
Comprender que la adversidad en diferentes etapas puede tener impactos específicos en el desarrollo cerebral es crucial para desarrollar intervenciones y estrategias de apoyo adecuadas. Y, en este sentido, el estudio hace hincapié en la relevancia de adoptar enfoques que sean personalizados a la hora de abordar la adversidad y sus consecuencias en la infancia y adolescencia.
En definitiva, como padres y madres es importante ser conscientes de que no solo el trauma o la situación de adversidad en sí deja huella en el menor, sino que también lo hace la etapa vital en la que se enfrente a dicha situación.
Referencias
- Eamon McCrory, Essi Viding, and others. Person-centered analyses reveal that developmental adversity at different life stages uniquely shapes brain functional responses to threat. Nature Mental Health, 2025. DOI: 10.1038/s44271-025-00193-x.