La personalidad es el conjunto de características psicológicas, patrones de pensamiento, emociones y comportamientos que nos distinguen a cada uno de nosotros. Es lo que hace que cada persona sea única e inigualable.
La personalidad se compone de diferentes rasgos y características que pueden variar de una persona a otra. Por ejemplo, una persona puede tener rasgos de personalidad como la responsabilidad, la reflexión y la introversión; mientras otra puede tener rasgos como la sociabilidad, la vitalidad y el liderazgo.
Así pues, estos rasgos pueden influir directamente en la forma cómo pensamos, sentimos y nos comportamos.

¿A qué edad se forma la personalidad?
La respuesta es muy simple: desde el nacimiento. La formación de la personalidad es un proceso que comienza desde el día en el que nacemos. Durante la infancia y la adolescencia, la personalidad define su molde: esto se da debido a la variedad de exposición a experiencias nuevas, interacciones sociales y aprendizajes. No obstante, debemos saber que la personalidad no es estática, sino que va evolucionando (en un grado mucho más sutil) en la adultez y a lo largo de la vida.
Entonces, ¿la personalidad es aprendida?

Que la personalidad tenga un mayor desarrollo en la infancia y en la adolescencia, pero que luego vaya teniendo ciertos cambios a lo largo de la vida, no significa que sea aprendida. La formación de la personalidad es una interacción compleja entre factores genéticos y ambientales: tanto nuestra herencia genética como nuestro entono desempeñan un papel fundamental.
En definitiva, la personalidad se forma a través de una combinación de genética, crianza, cultura, experiencias de vida, entre muchos otros factores.
Los genes pueden influir en la personalidad al transmitir ciertos rasgos o predisposiciones biológicas de una generación a otra. Sobre las aptitudes musicales, la sociabilidad, la creatividad o la elocuencia influyen mucho los genes, aunque se ha comprobado que la educación y las condiciones de vida también tienen un papel fundamental.
Algunos investigadores que han observado el comportamiento de gemelos y niños adoptados descubrieron que los gemelos univitelinos se parecen entre sí, aunque hayan crecido en familias diferentes.
Y según otras investigaciones, los hijos adoptados manifiestan más similitudes con el carácter de los padres biológicos, a los que no conocen, que con el de los adoptivos. Otros estudios, en cambio, confirman la influencia de los progenitores, de los compañeros y de la experiencia en el desarrollo de los niños.
Hoy, la mayoría de los científicos está de acuerdo con que la herencia genética y el entorno repercuten más o menos a partes iguales en la formación de la personalidad.

Así pues, el entorno y las experiencias también desempeñan un papel importante en la formación de la personalidad. Factores como la crianza de los padres, la educación en casa o la escuela, las relaciones con los demás, la cultura o las experiencias personales pueden influir significativamente en la personalidad. De hecho, por ejemplo una experiencia traumática en algún momento determinado de la vida puede tener un impacto duradero o quizás permanente en una persona.