Educar a los niños demanda una buena dosis de intuición pero a menudo no es suficiente, sobre todo cuando aparecen malos comportamientos que deseamos erradicar. Antiguamente se decía que “la letra con sangre entra” y se apostaba por los castigos, incluso físicos, para moldear la conducta de los niños. Sin embargo, en la actualidad sabemos que los castigos son contraproducentes y pueden dejar profundas huellas en el ámbito emocional por lo que es preferible recurrir a los premios (con moderación).
Obviamente, no es posible educar solo a base de premios ya que no conviene acostumbramos al niño a moverse solo porque sabe que después le espera un regalo. Premiar es mejor que castigar pero se debe hacer con mesura porque las recompensas son un arma de doble filo.
7 consejos para que los premios sean eficaces
Los premios y los castigos no deben usarse en el día a día, porque debemos fomentar la motivación intrínseca de los niños. Eso no quiere decir que jamás de deban usar los premios, porque de hecho los adultos los usamos en nuestra vida ("me merezco estas vacaciones, porque llevo todo el año trabajando"). Pero hay que usarlos con cautela.
1. Los premios no siempre deben tener un valor monetario
A menudo se asocia un premio con un regalo, pero no siempre tiene por qué ser así pues de esta manera solo estarás fomentando valores materialistas. Puedes recompensarle con unas simples palabras de felicitación.

2. Recompensa al niño por un comportamiento específico que quieras que se repita
A menudo los padres piensan que es importante recompensar al niño cuando se porta bien. Pero recompensar el buen comportamiento puede dar pie a múltiples interpretaciones. Lo mejor es usar el premio en un caso muy concreto en el que queremos reforzar una buena conducta.
3. Prémialo inmediatamente después de la buena conducta
Si recompensas a tu hijo antes de realizar una buena acción, el premio se convertirá en un soborno. De hecho, ni siquiera es conveniente que le motives diciéndole que al terminar será recompensado, debes darle el premio sin haberlo anticipado.
4. Recompensa también los pequeños objetivos
La mayoría de los padres recompensan los buenos resultados cuando termina una etapa, como por ejemplo, cuando llega a su fin el curso escolar. Sin embargo, es importante transmitirles a los niños que a veces el resultado no es tan importante como el esfuerzo. Por eso, no siempre es necesario esperar la recta final, a veces es mucho más educativo recompensar el esfuerzo que ha hecho.
5. Explícale por qué lo recompensas
Es importante que siempre le expliques al niño por qué le estás premiando. ¿Ha sacado buenas notas? ¿Ha limpiado el jardín? ¿Recogió todos sus juguetes? Hazle notar cuál es la buena conducta porque así sabrá qué esperas de él en el futuro, será consciente de lo que debe y no debe hacer.
6. No premies todos los comportamientos
Las recompensas no se pueden convertir en la única estrategia educativa porque, a la larga, serán algo habitual y perderán su valor motivacional para el niño. Es mejor utilizar los regalos y los elogios de forma ocasional. Por tanto, utiliza los premios solo para recompensar las tareas o los comportamientos que han requerido un verdadero esfuerzo o en los que ha obtenido buenos resultados.