A veces, como madres y padres, nos angustiamos cuando nuestros hijos parecen no aprender. Les repetimos una norma una y otra vez, y ellos siguen equivocándose. ¿Será que no lo entienden? ¿Será que no están preparados? ¿O tal vez… ya lo han aprendido, pero aún no pueden demostrarlo?
Un estudio reciente con ratones entrenados en tareas auditivas ha arrojado luz sobre una idea revolucionaria: el cerebro puede adquirir conocimiento incluso cuando el comportamiento no lo refleja aún. Aunque este experimento se realizó en animales, sus conclusiones son tan sorprendentes que pueden cambiar la manera en que entendemos el desarrollo del aprendizaje infantil.
Aprendizaje rápido, expresión lenta: dos tiempos diferentes del cerebro
El trabajo publicado por investigadores de la Universidad Johns Hopkins mostró que los ratones aprendían muy rápido las reglas del juego, incluso antes de empezar a comportarse correctamente. El estudio los entrenó en una tarea sencilla: asociar un sonido con una recompensa (agua), y otro sonido con la ausencia de recompensa.
Durante las primeras sesiones de entrenamiento, las señales cerebrales ya indicaban que los animales habían entendido la regla, aunque su conducta seguía siendo errónea. Según los autores, “una señal de predicción de recompensa emergió rápidamente dentro de decenas de ensayos” y aparecía en el cerebro incluso tras errores de acción al principio del entrenamiento. Esta señal desaparecía más tarde, cuando los animales ya eran expertos y cometían menos errores.
Esta disociación entre aprendizaje y desempeño sugiere que los errores no son necesariamente evidencia de que no se ha aprendido, sino que la expresión del aprendizaje puede ir por detrás.

El conocimiento latente: cuando el cerebro sabe antes de actuar
Uno de los hallazgos más potentes del estudio es la aparición de lo que los científicos llaman conocimiento latente: información que el cerebro ya ha incorporado, pero que todavía no se traduce en una conducta eficaz.
Para detectarlo, los investigadores utilizaron una estrategia ingeniosa. Introdujeron ensayos “de prueba” en los que no había recompensa, y observaron que los ratones sabían qué hacer mucho antes de que lo mostraran en los ensayos reforzados. Es decir, su cerebro ya había aprendido la asociación, pero su comportamiento seguía siendo errático.
“La adquisición rápida del conocimiento de la tarea estaba presente, aunque solo se expresaba más tarde”, explican los autores. Este desfase es especialmente relevante para entender cómo se desarrolla el aprendizaje en niños pequeños, donde muchas veces los adultos esperamos señales claras antes de asumir que el niño ha aprendido algo.

Fallar no es retroceder: el aprendizaje ocurre también en el error
Este estudio también aporta una perspectiva fundamental sobre los errores. Gracias a técnicas de imagen cerebral y manipulación optogenética, los investigadores detectaron que, incluso cuando los animales se equivocaban, su cerebro emitía señales coherentes con el aprendizaje.
“La señal de predicción de recompensa se observó también en ensayos incorrectos, lo que sugiere que el animal esperaba una recompensa aunque no la recibiera”, señalan los autores. Estos errores eran clasificados como “errores de conocimiento”, y no como errores aleatorios.
Este hallazgo es clave para madres y padres. Cuando un niño se equivoca —por ejemplo, al volver a hacer algo que ya le habíamos corregido—, puede que esté en plena fase de prueba, aplicando lo que ha entendido, pero sin haberlo interiorizado del todo. Fallar, en este contexto, no significa no saber. Significa estar aprendiendo.

Aprender también es saber cuándo no actuar
No todo en el aprendizaje es hacer. A veces, aprender es saber cuándo no hacer algo. Este matiz también fue explorado en el estudio, que detectó una señal cerebral específica relacionada con la supresión de acciones inapropiadas.
Los investigadores identificaron un conjunto de neuronas que se activaban cuando los ratones decidían no lamer en los ensayos donde no había recompensa esperada. Esta señal de “inhibición de acción” no aparecía en los ensayos donde los animales fallaban por impulsividad.
“El conjunto neuronal asociado a la supresión de la acción se activaba al final del ensayo, y su presencia era crítica para el desempeño”, reporta el artículo. Esta capacidad de inhibición, que en niños se traduce en controlar impulsos o posponer una respuesta, es una parte fundamental del desarrollo cognitivo.
El papel del entorno: cuando reforzar demasiado puede ocultar lo aprendido
Otra observación fascinante del estudio fue que, en algunos casos, el refuerzo constante (como la recompensa de agua) interfería en la expresión del conocimiento. Al eliminar momentáneamente la recompensa, el conocimiento se hacía más visible.
Esto lleva a una reflexión interesante sobre el entorno de aprendizaje. Demasiados premios inmediatos pueden enmascarar lo que realmente se ha aprendido, y reducir la posibilidad de que el niño consolide la regla más allá del refuerzo externo.
En los primeros años de vida, esto se puede traducir en evitar el uso constante de premios visibles (como dulces o pantallas) y dar espacio a que los niños aprendan a través de la experiencia, los errores y la comprensión interna de las consecuencias.
¿Qué implica esto para madres y padres?
Este estudio, aunque realizado en animales, sugiere un cambio profundo en cómo interpretamos el aprendizaje en la infancia. Algunas ideas clave:
- No todos los aprendizajes son visibles al instante. Que tu hijo no aplique aún una norma no significa que no la esté comprendiendo.
- Los errores son parte activa del aprendizaje. En muchos casos, los niños se están entrenando internamente incluso cuando fallan.
- La inhibición es también aprendizaje. Que un niño logre “no hacer” algo que desea es una forma compleja de regulación.
- El refuerzo externo no siempre ayuda. A veces conviene observar sin intervenir, para ver qué ha aprendido realmente el niño.
Como señalan los autores del estudio, “el aprendizaje rápido ocurre en el cerebro antes de que se manifieste en la conducta”, y esto “redefine el papel funcional de la corteza sensorial” como una región no solo dedicada a percibir, sino también a aprender asociaciones complejas.
Referencias
- Céline Drieu, Ziyi Zhu, Ziyun Wang, Kylie Fuller, Aaron Wang, Sarah Elnozahy, Kishore Kuchibhotla. Rapid emergence of latent knowledge in the sensory cortex drives learning. bioRxiv. Publicado el 10 de junio de 2024. DOI: https://doi.org/10.1101/2024.06.10.597946