No es lo mismo aburrimiento que tristeza, y esto es importante dejarlo claro antes de tratar un tema como el que nos ocupa en este tema porque no solo hay niños que no saben diferenciar entre ambos conceptos, también muchos adultos. Una vez esté claro el diagnóstico del aburrimiento, entonces se puede enseñar a los peques a gestionarlo mejor… dentro de lo que cabe.
Los niños se aburren por motivos muy diversos. Alguno de índole natural, ya que su capacidad de atención es limitada en el tiempo, y otras por circunstancias sociales tales como el exceso de posibilidades que tienen a su alrededor o la ausencia de tiempo de ocio inactivo porque su agenda del día está repleta de actividades. Estas dos últimas cuestiones no dependen de ellos, sino de sus padres y su entorno familiar. En todo caso, se aburrirán porque es parte de la vida. Es más, deben experimentar cuanto antes la sensación de aburrirse porque si no están familiarizados con ella su nivel de frustración será mayor cuando tarde o temprano la conozcan.
Hay autores de hecho que hablan del término aburrimiento positivo para referirse a esta necesidad de que los niños pasen por momentos en los que sientan en primera persona qué es eso de aburrirse. Es fundamental cuando esto ocurra, sobre todo las primeras veces o cuando son muy pequeños, la labor de los padres para acompañarles durante un momento así, que para los peques es desconcertante y muy frustrante.
Escuchar, legitimar y explicar
Acompañarles significa enseñarles cómo gestionar mejor la situación. Hay distintas fórmulas para hacerlo, pero a todas se llega por la misma vía: el diálogo y la comunicación. Cuando salga de la boca del pequeño el temido “¡Me aburro!”, hay que escucharles, legitimar cómo se siente y explicarle qué está pasando y por qué.
No es lo mismo afrontar una conversación con él después de haberle explicado que entiendes que no sea agradable aburrirse y que a ti te pasa lo mismo -bendita empatía-, que directamente darle un portazo en los morros con alguna respuesta tipo “es lo que toca, hijo”. Las hay peores y personalizadas en todas las familias. ¿Nunca te dijeron a ti aquello de “pues cómprate un burro”? Ni una ni otra es la frase que a tu niño le gustaría escuchar de ti, o por lo menos no van a ser las que mejoren la situación.
Por lo tanto, como ocurre con cualquier otra emoción o sentimiento, se enseña a gestionar el aburrimiento desde la legitimación del mismo y desde la empatía con el niño. Y a partir de estos cimientos, construyendo una narrativa que le ayude a entender que estos momentos forman parte de la vida, que no está llena solamente de diversión. Seguramente tendréis una conversación similar decenas de veces, pero es parte del proceso de aprendizaje del niño y de la labor de los padres también.
Recursos en los que apoyarse
Para que vuestro mensaje sea lo más efectivo posible, hay algunos consejos que pueden funcionar. Uno de ellos es marcarle un horizonte temporal, que tenga una referencia y sepa que el aburrimiento, como la diversión, o como el colegio, por ejemplo, tiene un comienzo pero también un final. Explícale que en unos minutos acabará la espera del trámite que sea, que en unos minutos papá y mamá habrán terminado aquello que estén haciendo y podréis hacer algo juntos, o cualquier otro detalle que sea cierto y útil en el contexto de la conversación.
Además, podéis animarles a dar rienda suelta a su creatividad. Por ejemplo, proponiéndoles que sean ellos qué actividad quieren hacer en cuanto puedan darse las circunstancias, y también podéis recurrir al mítico recurso del “tarro contra el aburrimiento”, en el que le pidáis al niño que meta papelitos con aquellas cosas que le encantaría hacer para dejar de aburrirse.
Por último, es muy interesante recurrir a una herramienta que siempre que tenemos la ocasión recomendamos por su eficacia y sus múltiples ventajas: la lectura. Los cuentos son el gran aliado de los padres cuando quieren reforzar algún mensaje concreto a sus hijos, y cómo gestionar el aburrimiento es uno de los que se pueden trabajar mediante la literatura infantil. No hace mucho te recomendamos diez títulos de cuentos en los que apoyarte para ello.