Ser Padres

¡SOS! El colegio de las niñas me ha puesto todas estas tareas para la semana de Carnaval

Desde que se puso de moda la tradición de la Patarrona, la de carnaval se ha convertido en la semana más estresante del curso. Mamá, papá, no estáis solos en esto.

Este fin de semana ha corrido como la pólvora en las redes sociales un vídeo de @ladysarcasmo en TikTok en el que comparte la yincana que es para los padres con hijos e hijas pequeños la semana de Carnaval, sobre todo si están en el segundo ciclo de Educación Infantil o en los primeros cursos de Primaria. Un calcetín de cada color, un accesorio de color verde, una pajarita, pintarse la cara… ¡y ahora también ir en pijama! Acompáñame en esta triste historia, que dirían los fieles de Twitter: “Cuando el Carnaval se convierte en una tortura”.

Si tú también tienes hijos o hijas en edades como las mías (seis y cuatro años respectivamente), esta de febrero es una de esas semanas marcadas en rojo en el calendario. No porque tengas un planazo en ciernes en el que llevas pensando y se te hace la boca agua con ello. No, todo lo contrario, está marcada en rojo fuego porque tienes ganas de prender el calendario estos días. Vamos, para que nos entendamos, es de esas semanas cuyos días tachas en el calendario de la nevera o de la oficina como los niños pintan cuando están llenos de rabia, en negro y hasta que no se vea sombra alguna de la fecha debajo…

Si no teníamos suficiente con lidiar con el puente escolar de la extinta ‘Semana Blanca’, esos dos días que los peques tienen libres de regalo en pleno febrero mientras tú tienes que trabajar al mismo ritmo de siempre —"Hola, abuelos, ¿qué tal estáis? Oye, que os hemos buscado un planazo para el viernes 24 y el lunes 27…"—, ahora también tenemos que organizar la semana de la Patarrona. Una señora, por cierto, que yo no tenía el gusto de conocer antes de tener hijas en el colegio. No dudo que sea simpatiquísima ella, pero a mis casi 40 tacos ya no tengo ganas de hacer nuevas amistades. Llamadme borde o, simplemente, práctico: en esta etapa de la vida me sobra todo lo que me la complica, y la Patarrona tiene mucha culpa del estrés adicional que supone esta semana de febrero si hay peques en casa.

Que sí, que es divertido para ellos y ellas, no lo dudo, pero esto lo escribe un padre de dos hijas y autónomo, no una niña de 6 años que adora ir al cole.

Patarrona, ¿para qué viniste?

Resulta, te lo cuento por si no tienes hijos o por si son todavía bebés, que de unos años a esta parte —”¿por qué no tuve los hijos antes de los 30 como siempre quise?”, me pregunto en días como estos— se ha puesto de moda esta tradición salida de ninguna parte por la que la fiesta de Carnaval en los coles pasa a ser de una semana. Como las bodas griegas, pero con la mitad de los invitados, los padres en este caso, sin tener los días libres para disfrutar de la fiesta.

Ya no solo van disfrazados el último día de la semana a clase —de esto también tenemos que hablar detenidamente luego, y no lo digo por lo de la señora vegana que está indignada porque su hija tiene que ir de pescadora—, sino que cada día tienen que llevar algo distinto a clase.

No les vale a los benditos profes —lo son, aquí la única culpable es la Patarrona— con decirles a los peques que se pongan algo sencillito, de eso que tienes a mano por casa y apañas en un segundo. Bueno, recuerdo que hace unos años, cuando todavía no sabía si la Patarrona me caía bien o mal, no era para tanto: un gorrito, un lazo, una pajarita, pero como toda tendencia, parece que si no la retorcemos no nos quedamos a gusto. Es como quien se empeña en echarle cosas a la tortilla de patata de toda la vida, o quien prefiere los croissants rellenos de mejunjes y hacen cola por probarlos… No te fíes de esa gente. Seguro que a la Patarrona le gustan así…

En nuestro caso, tenemos dos libretos de instrucciones distintos para la semana de Carnaval. Pobres aquellas familias que tengan tres y cuatro. No quiero ni imaginarme cómo estarán ellos teniendo en cuenta que nosotros estamos en casa más agobiados y perdidos que cuando tenemos que montar un mueble, aunque sea otra Billy más de Ikea de las que ya tienes tres en casa. ¿A quién le toca el calcetín de cada color hoy? ¿Y pintarse la cara? ¿Y el accesorio de qué color tenía que ser? No, si al final, si lo piensas bien, ¡que vayan en pijama es lo más fácil de todo! Otra cosa es que tus hijas o hijos tengan un pijama “visible”, que ese es otro tema…

A mí, personalmente, me da igual que mis hijas bajen al colegio con un pijama lleno de lámparas de tomate que no se quitan, algún agujerito que otro en las costuras y con más pelotillas que ese jersey favorito de hace 15 años que nos resistimos a tirar. “¡Si ellas son felices igualmente!”, le digo a la mamá de las peques, intentando quitar hierro al asunto de que vayan a ir hechas un cromo al colegio. En el grupo de WhatsApp de padres del cole hay quien ha reconocido que no le queda otra que comprar uno nuevo. “Es una buena excusa para renovarlos —dice alguno puesto en moda— porque se lleva el "Netflix- Baguette-Netflix’”, que al parecer consiste en ser moderno por bajar a por el pan en pijama. Vamos, lo que llevas viendo hacer en el barrio toda la vida, que ahora es “trendy”. Te tienes que reír… El caso es que al final la Patarrona nos obliga a ir de compras también. Como para que me caiga bien.

Tenemos que hablar del disfraz

Y todavía estamos a jueves. Queda lo mejor: el viernes, el día del disfraz. “¿Cómo les pueden quedar ganar de ir disfrazados después de llevar toda la semana haciendo algo similar?”, mal pienso yo a veces, cuando el monstruo rojo toma los mandos de mi sala de control. Ojo, no lo digo por los niños y niñas, que ellos cuanto más, mejor. Pero, ¿y esos profes? Tienen el cielo ganado.

Claro, que también nos merecemos un huequito en el paraíso las mamás y papás contemporáneos. Yo recuerdo que en mi época de estudiante, elegía el disfraz y si no se aprovechaba algo que había por casa (o en la de los abuelos, que son muy de guardar los disfraces de niños que ya tienen 40 años…), me apañaban el disfraz comprando cuatro cosas baratas. Pero esto se acabó, amigos y amigas con bebés que dentro de nada conocerán a la Patarrona… Ahora el disfraz es grupal en casi todos los coles. Como las comparsas gaditanas pero sin la parte graciosa del asunto. Y la temática te la dan los profes, y te piden muchos de ellos que hagáis el disfraz con materiales reciclados y manualidades hechas por los peques en casa.

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Niños disfrazaos

Y tú dirás, mamá ilusa, papá ingenuo, recién estrenados ambos en este mundillo, “Será facilito…”. JA, JA y JA. Mi hija mayor tiene que ir —atención, redoble de tambores—... ¡de animal en peligro de extinción! Menos mal que la careta la hacían en clase y fue su madre a ayudarla —abrieron la clase a las familias para la actividad, una idea genial, por otra parte, sobre todo si no eres un cero a la izquierda con las manualidades como yo—.

Ahora “solo” nos queda apañar un disfraz de panda “con lo que tenemos por casa”. Como si fuera lo mismo que montar una cena de picoteo con lo que tienes en la despensa. Solo pienso en esos papás y mamás que tienen que ayudar a sus peques a hacer un disfraz de lince ibérico, de rinoceronte o de quebrantahuesos. Animal, por otra parte, que probablemente no hayan visto en su vida. Para que luego digan que no se aprenden cosas nuevas con la maternidad/paternidad…

No os he dicho, a todo esto, de qué tiene que ir mi hija pequeña —el redoble de tambores tiene que ser triple y a todo trapo esta vez—. Tiene que ir de algo relacionado con el cuerpo humano. Sí, sí. Ya le tocó a su hermana mayor y nos curramos entre todas un disfraz casero de aparato digestivo —recordáis lo que os he confesado antes sobre mi habilidad en las manualidades, ¿verdad? Pues eso, imaginad el panorama mientras hacíamos un intestino con goma eva…—. De todo se aprende en la vida: este año hemos convencido a la profesora para que les deje ir de médicos también, que al fin y al cabo son quienes cuidan nuestros cuerpos humanos, y oye, la cosa ha colado. Y encima nuestra peque, que por ella iría en chándal todo el día, ha visto con muy buenos ojos lo de no tener que ir de glóbulo rojo o de esqueleto casero. Por cierto, es trampa, y de la grande, utilizar el disfraz de Halloween. Aquí estamos todos y todas en el mismo barco, el de los “pringaos”, nunca mejor dicho. Menos mal que a la Patarrona no se le escapa una.

Y esto, papás y mámas, del presente y del futuro, es lo que tenía que confesaros sobre la terrible semana de Carnaval. Si compartís etapa vital con la mía, sabed que no estáis solos. Y si vuestros hijos e hijas son mayores, pues eso que os habéis ahorrado, “chupito” para vosotros. Y si, por el contrario, son pequeños, toda la suerte del mundo para cuando os toque conocer a mi “amiga”. Después del pijama, no se me ocurre qué será lo próximo que se le ocurrirá… Nada bueno, eso seguro. 

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