Uno de los errores más comunes que cometen muchos padres cuando descubren la educación consciente es caer en la trampa de razonarlo todo. Como explica el neuropsicólogo Álvaro Bilbao, hablar con nuestros hijos e hijas y razonar con ellos es, por supuesto, fundamental. Pero cuando lo convertimos en la única herramienta de crianza, cuando cada indicación se convierte en un diálogo, un argumento o incluso una negociación, el resultado suele ser contraproducente. No solo agotamos nuestras propias energías, sino que generamos confusión en los niños, que muchas veces lo que necesitan es una acción clara, un límite sencillo o una respuesta coherente y firme.
Bilbao insiste en que no se trata de imponer sin escuchar, pero sí de saber cuándo hablar, cuándo escuchar y cuándo actuar. De poner límites (sin dramas), en definitiva. Un niño o niña pequeño, por ejemplo, no necesita una disertación para saber por qué no puede cruzar la calle solo. Necesita una rutina, una mano que lo guíe, y una referencia estable. Cuando cada instrucción se convierte en un foro de debate, el niño o niña pierde seguridad. El límite claro no es autoritarismo, es contención. Es el marco que le permite desarrollarse con tranquilidad, explica el neuropsicólogo.
Además, razonar en exceso desgasta mucho a los padres. Álvaro Bilbao señala que una de las causas de agotamiento más frecuentes en padres que educan en positivo es precisamente esa: la sensación de tener que justificar cada decisión. Pero no es necesario.
La crianza consciente no exige explicarlo todo, todo el tiempo. Exige presencia, coherencia y empatía. Y muchas veces, esas tres cosas se pueden expresar con un gesto firme, una mirada que transmite calma o una rutina que da estructura, según Álvaro Bilbao.

Otros errores habituales de padres que educan en positivo
Álvaro Bilbao destaca otros cinco errores habituales que el experto detecta en padres y madres que siguen la línea marcada por la educación en positivo, guiados por la crianza consciente.
Confundir educación consciente con permisividad
Bilbao lo dice claramente: ser conscientes de las emociones de nuestros hijos e hijas no significa que todo valga. No hay crianza consciente sin límites. Dejar de castigar no significa renunciar a la firmeza. Acompañar emocionalmente a un niño implica también sostenerle cuando está frustrado por no poder hacer lo que quiere, no evitarle esa frustración. La firmeza y el cariño no se excluyen, se complementan.
Hacer lo contrario de lo que hicieron nuestros padres
Muchas familias, al descubrir los errores que vivieron en su infancia, caen en el extremo opuesto. Rechazan todo lo anterior y tratan de construir una crianza completamente contraria. Pero Bilbao recuerda que la educación consciente no se trata de ajustar cuentas con nuestros padres, sino de aprender de sus errores y de sus aciertos. Lo más probable es que hicieron lo mejor que pudieron con los recursos que tenían. Y reconocer eso también es parte de sanar y avanzar.
Exigirnos ser padres “zen” las 24 horas
La crianza consciente no exige perfección. Nos vamos a equivocar, vamos a perder la paciencia, nos vamos a enfadar. Y eso no nos hace malos padres. Es más, el propio Álvaro Bilbao incide en que a veces es bueno enfadarse con los hijos.
insiste en la importancia de la compasión hacia uno mismo: enseñar a nuestros hijos que todos nos equivocamos y que lo importante es reparar y aprender. La verdadera educación emocional no está en no fallar nunca, sino en mostrar cómo se aprende del error.

Esperar resultados rápidos
Otro error muy frecuente es pensar que, por estar más conectados con nuestros hijos o ser más conscientes de nuestras emociones, los cambios serán inmediatos. Bilbao aclara que la educación consciente es un proceso a medio y largo plazo. Los resultados verdaderamente valiosos —la conexión, la confianza, el autocontrol— no se ven en días, ni siquiera en semanas. Se construyen con constancia, paciencia y tiempo.
No formarse
Finalmente, Álvaro Bilbao destaca que uno de los mayores riesgos es quedarse solo con la idea de “educar mejor”, sin invertir en formación real. Muchos padres están enamorados de la idea de criar de forma consciente, pero sin herramientas, repiten viejos errores. Formarse, practicar, reflexionar, es lo que permite ir más allá de la teoría y conectar de verdad con las necesidades de nuestros hijos.
Educar de forma consciente no significa hacerlo todo perfecto, ni explicarlo todo, ni tener todas las respuestas. Significa estar presentes, conectar, y actuar con intención. Como recuerda Álvaro Bilbao, muchas veces lo que nuestros hijos e hijas más necesitan no es un discurso, sino una mirada clara, un gesto firme o un abrazo que les diga: “Estoy aquí, y te acompaño con amor y seguridad”. Porque educar bien no siempre es hablar más, sino comprender mejor.