‘El conejo envidioso y la liebre veloz’: un cuento para hablar de los celos

Es importante que los niños adquieran buenos valores desde su tierna infancia, y los padres son los principales encargados de que esto ocurra. Una muy buena forma de conseguirlo es ayudarse de los libros, la lectura de ciertas historias puede echarnos una mano a la hora de enseñar a los más pequeños aprendizajes que son algo más complejos. ¿Qué tal si hablamos de los celos? Leamos esta historia.
conejo

Como decimos, la lectura será nuestra gran aliada en la tarea de hacer reflexionar a los niños sobre ciertos aspectos de la vida. Y una alternativa clásica para mostrarles una enseñanza o moraleja son las fábulas. Esta vez, recogemos la famosa fábula de El conejo envidioso y la liebre veloz, para hablar de una cualidad en concreto: los celos.

Los niños deben entender qué son sentimientos como la envidia y los celos. Pero, sobre todo, lo que deben aprender de esta historia es que es fundamental saber arrepentirse y pedir perdón cuando hemos hecho algo mal.

El conejo envidioso y la liebre veloz

Cada mañana, antes ni siquiera de que el sol saliera, la liebre corría y corría por las sendas del bosque para entrenar a diario. Cuando el resto de animales se despertaba, ella ya había hecho kilómetros, aunque nadie se percatara de ello. Solo lo sabía el búho que, cada amanecer, la veía correr sin parar.

Un día, un conejo que era conocido por ser algo envidioso, se colocó al lado de liebre y delante de todos dijo bien fuerte: “Es muy fácil ser el animal más veloz cuando la naturaleza te da ese don”. La libre escuchó sus palabras, pero no abrió la boca.

Al día siguiente, el conejo vio pasar de nuevo a la liebre, se rio de ella y gritó: “¡Dejad paso a la liebre que corre como un rayo!”. Así, día tras día y con gran paciencia, la liebre aguantaba las burlas sin decir nada.

Una tarde, el conejo se fue a una madriguera cercana para visitar a sus padres. Después de unas horas, se fue de vuelta a casa, pero en el camino se le hizo de noche. Mientras estaba volviendo, de repente apareció un gran olor y un humo espeso, lo que indicaba que había fuego cerca. En poco tiempo el conejo se vio envuelto en llamas, tosiendo y casi ahogándose sin poder ver nada.

El búho que estaba por allí cerca, empezó a alertar a los animales diciendo: “Fuego, fuego, fuego”. Sin pensarlo, todos huyeron de la zona. Todos, excepto uno: la liebre.

La liebre fue corriendo hacia las llamas y arriesgando su vida, se metió entre el fuego para ayudar a los animales que se habían quedado atrapados, entre ellos, al conejo. Así fue como en poco tiempo, gracias a la ayuda del búho y la liebre, muchos animales se salvaron de morir en el incendio.

El conejo envidioso, con las orejas agachadas y muy arrepentido, se dirigió a la liebre y le dijo: “Perdóname, liebre”. Fue en ese momento en el que el resto de animales se dio cuenta de que además de ser la más rápida del bosque, la liebre también era generosa y muy valiente.

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