El miedo al parto es una preocupación común en muchas culturas y países del mundo. Si trabajas con mujeres embarazadas, has vivido de cerca el embarazo de alguna mujer o has sido tú la que has tenido que enfrentarte al parto, sabrás que sí, que es un miedo común que puede ser vivido con más o menos intensidad. Como psicólogas, tenemos la obligación ética de preguntarnos qué puede haber detrás de un miedo o preocupación común a tantas mujeres, porque hay realidades que aunque las acompañamos de manera individual tenemos que ser capaces de analizar a nivel global qué sucede para que el patrón se repita una y otra vez.
Es muy difícil encontrar datos sobre cuál es la prevalencia de este miedo. Por un lado porque se da por sentado que el parto es algo peligroso y, por otro lado, porque la investigación referente a la psicología perinatal es reciente y poco abundante. Se estima que en España entre el 30% y el 50% de las mujeres experimentan algún grado de miedo al parto. Por ejemplo, en una muestra de 208 gestantes en la Comunidad Valencia se detectó que un 53% presentaba miedo excesivo al parto, tal y como argumenta el libro Miedo al parto; metas de la enfermería.
¿Por qué las mujeres tienen miedo al parto?
Estas son algunas de las pistas que nos ayudan a entender por qué el miedo al parto es tan común entre las mujeres:
- ¿Os suena aquello de “parirás con dolor”? una expresión tan incrustada en la sociedad que nos cuesta localizar su origen. Está en la Biblia, y desde ahí poco a poco junto a otros fenómenos sociales se ha ido instaurando la creencia de que el parto es doloroso. Que lo es, pero no exclusivamente y no igual para todas.
- La medicalización del embarazo y del parto: también han ido de manera paulatina potenciando este miedo, entre otras cosas porque todo el proceso de gestación y dar a luz se lee como algo potencialmente peligroso y que necesita ayuda médica para que sea un éxito. Esto implica que se nos olvide que el parto sucede de manera natural, que es un proceso neurohormonal y no puramente mecánico. Cuando hablo de las consecuencias emocionales de la medicalización al parto, recuerdo a Nuria Varela y su tan acertada expresión: “En España y medio mundo los partos no tienen madre. Las mujeres que van a dar a luz desaparecen en cuanto atraviesan la puerta del hospital. No son personas, son enfermas, y sus opiniones no cuentan”.
- El desconocimiento de lo que realmente es el parto: el saber y contar que parir es un baile neurohormonal entre la madre y el bebé en el que evidentemente, el dolor está, pero no solo. Comprender que el protagonista del parto es el Sistema Nervioso Parasimpático y que, curiosamente, es el que gestiona los estados de calma, bienestar, placer y salud es necesario para perder ese miedo
- La representación cinematográfica de los partos: gritos, prisas, mujeres tumbadas boca arriba, rodeadas de aparatos, médicos, enfermeros, deseando que alguien acabe con un sufrimiento insostenible. Una sensación de dolor insoportable y de mujer histérica. Y esto, da miedo, porque enfrentarse a un proceso transformador como el parto de la mano de mitos, estigmas y desconocimiento, da miedo. Porque la incertidumbre y la sensación de peligro nos ponen alerta y justo esto, es uno de los factores que hacen que los partos no fluyan como nos gustaría.
- La falta de relatos de parto: las mujeres necesitamos contar nuestro parto, y escuchar otros para saber qué pasa, para acabar con incertidumbres, para prepararnos y para informarnos. Si seguimos sin hablar, seguimos sin saber.
- La desconexión de nuestro propio cuerpo: vivimos tan rápido y con tan poca educación sexual y reproductiva que muchas mujeres llegan al parto sin conocer ni confiar en el propio cuerpo y esto también aumenta el miedo o la desconfianza en nuestra capacidad de parir.
- La cada vez más visibilizada violencia obstétrica hace que empiecen a aparecer mujeres que temen ser violentadas durante sus partos y que el temor sea tan intenso que tengan una máxima desconfianza en los equipos médicos y sientan un miedo más o menos intenso frente a esta experiencia vital.
Frente al miedo, información. Frente a la incertidumbre, información. Frente a la desconfianza en nuestro propio cuerpo, más información.