Cuando la hija de Marta, de 15 años, empezó a aislarse, dormir mal y a perder el interés por cosas que antes la entusiasmaban, ella lo atribuyó al estrés escolar. Solo tras semanas de dudas y conversaciones difíciles, un psicólogo le confirmó que se trataba de una depresión. La experiencia de Marta, aunque imaginaria, no es única: la depresión afecta a millones de adolescentes, y las chicas tienen el doble de probabilidades de sufrirla que los chicos. ¿Pero por qué?
Una nueva investigación liderada por King’s College London y publicada en la revista Biological Psychiatry ofrece una posible respuesta biológica. El estudio sugiere que una alteración en la llamada “ruta del triptófano” en el cerebro, que transforma esta sustancia presente en alimentos en distintos compuestos, podría estar relacionada con un mayor riesgo de depresión persistente en chicas adolescentes. Y lo más sorprendente: basta un análisis de sangre para detectarla.
Una ruta bioquímica que puede marcar el futuro emocional
La investigación se centró en el “camino de la quinurenina”, una serie de reacciones químicas en el cuerpo que transforma el triptófano, un aminoácido presente en alimentos como huevos, carne o lácteos, en diferentes sustancias. Algunas de estas son neuroprotectoras, como el ácido quinurénico, y otras neurotóxicas, como el ácido quinolínico, que en exceso pueden dañar el cerebro.
Según puede leerse en el paper, “el desequilibrio entre metabolitos neurotóxicos y neuroprotectores de la vía de la quinurenina se ha implicado en la fisiopatología del trastorno depresivo mayor en adultos”. Este estudio es el primero que analiza si ese desequilibrio ya está presente en adolescentes, y si tiene un impacto distinto en chicas y chicos.
La muestra estuvo formada por 150 adolescentes brasileños entre 14 y 16 años, divididos en tres grupos: bajo riesgo, alto riesgo y diagnóstico de depresión. Cada grupo contaba con igual número de chicas y chicos. Se les tomaron muestras de sangre y se les hizo seguimiento clínico durante tres años. Los resultados fueron claros: las chicas con mayor riesgo o depresión diagnosticada tenían niveles más bajos del compuesto neuroprotector ácido quinurénico.

El papel de la inflamación en el cerebro adolescente
El estudio también midió en la sangre ciertas proteínas que indican si el cuerpo está en un estado inflamatorio. Estas proteínas, conocidas como citoquinas, suelen liberarse ante infecciones, estrés o enfermedades.
Los investigadores encontraron que niveles elevados de citoquinas estaban relacionados con una mayor producción de compuestos neurotóxicos en la vía de la quinurenina. Esta relación no se observó en adolescentes de bajo riesgo, lo que sugiere que la inflamación actúa como un desencadenante en personas vulnerables. Tal como señala el artículo, “los marcadores inflamatorios proinflamatorios se correlacionaron positivamente con los metabolitos neurotóxicos, específicamente en los grupos de alto riesgo y con diagnóstico de depresión”.
La implicación es doblemente relevante: por un lado, se refuerza la idea de que la inflamación puede influir en la aparición y evolución de la depresión; por otro, se abren vías para nuevos enfoques terapéuticos, tanto farmacológicos como basados en el estilo de vida (alimentación, ejercicio, gestión del estrés).

Una diferencia de sexo con impacto clínico
Uno de los hallazgos más notables del trabajo fue que estas alteraciones en la ruta bioquímica solo se detectaron en las chicas, no en los chicos. La reducción de ácido quinurénico y el desequilibrio en el cociente entre compuestos neuroprotectores y neurotóxicos eran exclusivos del grupo femenino.
Esto coincide con investigaciones anteriores que han apuntado a una mayor sensibilidad de las chicas adolescentes a los cambios hormonales, al estrés y a factores sociales. Pero este estudio aporta una dimensión nueva: una vulnerabilidad biológica medible en la sangre, que podría ayudar a entender por qué la depresión es más frecuente, más duradera y, a veces, más resistente en chicas.
“Las adolescentes con depresión persistente a los tres años mostraron una proporción más alta de 3-HK/kynurenina al inicio del estudio que aquellas que remitieron”. Esta proporción indica un mayor desvío hacia la producción de compuestos dañinos, lo que podría anticipar la cronicidad de la enfermedad.

¿Un biomarcador para predecir el curso de la depresión?
De los 50 adolescentes con diagnóstico de depresión al inicio del estudio, 41 fueron evaluados nuevamente tres años después. De ellos, 21 habían superado la depresión y 20 seguían con síntomas. Al analizar sus muestras iniciales, los científicos vieron que las chicas que no se habían recuperado presentaban desde el inicio niveles más bajos de quinurenina y una actividad más intensa hacia la producción de neurotóxicos.
Esto sugiere que ciertos indicadores bioquímicos podrían servir para prever quiénes tienen mayor riesgo de desarrollar una depresión crónica. Como señalan los autores, “un mayor desvío de la quinurenina hacia la producción de metabolitos neurotóxicos se asoció con una depresión persistente en las adolescentes”.
Este dato es de gran relevancia clínica. Aunque no implica un diagnóstico automático, podría ayudar a personalizar el seguimiento de pacientes jóvenes y a prevenir complicaciones más graves, como el abandono escolar, el aislamiento o incluso el suicidio.
Nuevas posibilidades para la prevención y el tratamiento
La identificación de estos biomarcadores abre la puerta a estrategias más precisas de prevención. Desde intervenciones tempranas centradas en reducir la inflamación, hasta terapias que modulen esta vía bioquímica, como ciertos tipos de alimentación o fármacos antiinflamatorios específicos.
Además, pone sobre la mesa la necesidad de desarrollar tratamientos diferenciados según el sexo, algo que todavía no está plenamente integrado en la práctica clínica. Tal y como indica el artículo, “los adolescentes con riesgo o presencia de depresión mostraron una reducción en los metabolitos neuroprotectores, pero esta diferencia solo apareció en las chicas”.
Los investigadores insisten en que estos resultados deben confirmarse en estudios más amplios, pero el mensaje ya es claro: la depresión en la adolescencia no es solo un fenómeno emocional o social, también tiene raíces biológicas que podemos empezar a medir y abordar.
Referencias
- Nikkheslat, N., Zajkowska, Z., Legido-Quigley, C., Xu, J., Manfro, P.H., Souza, L., Pereira, R., Rohrsetzer, F., Piccin, J., Viduani, A., Kohrt, B.A., Fisher, H.L., Kieling, C., Mondelli, V. (2025). Sex-Specific Alterations of the Kynurenine Pathway in Association With Risk for and Remission of Depression in Adolescence. Biological Psychiatry. https://doi.org/10.1016/j.biopsych.2024.11.020.