El apego que desarrollamos cuando somos niños, afecta a nuestras relaciones cuando somos adultos

La teoría del apego desarrollada por John Bowlby resulta que no solo se aplica en la etapa infantil sino que tiene su reflejo en la edad adulta afectando a las relaciones que desarrollamos y al modo en que lo hacemos.
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A mediados del siglo XX, el psicoanalista británico John Bowlby planteaba la teoría del apego, con la definía y clasificaba los efectos que tienen en los niños y las niñas ser separados de sus padres y sus madres. 

Hoy en día, tanto él como su teoría, siguen siendo grandes referentes para los estudiosos de las relaciones humanas.

La teoría del apego se centra en que los niños necesitan sentir que tienen una relación segura con al menos un criador principal para así poder tener un desarrollo emocional y social saludable.

Un vínculo para toda la vida

Eso es lo que señalaba el propio autor, el apego que se desarrolla con al menos uno de los criadores principales de una persona, se mantiene y nos influye por tanto, durante toda la vida, “de la cuna a la tumba”.

Porque esa relación que generamos con nuestros padres, diseña una especie de plantilla en base a la cual vamos construyendo e interpretando nuestras propias relaciones a lo largo de toda nuestra vida.

Para Marinus van IJzendoorn, investigador de la University College de Londres, esas primeras relaciones de apego que creamos, las interiorizamos mediante esquemas cognitivos a lo largo de toda nuestra infancia, y estos serán los que configuren las relaciones posteriores con iguales, parejas sentimentales o incluso futuros hijos.

Así, la teoría del apego inicialmente solo referida a la infancia, pasó también al mundo de los adultos.

Phillip Shaver y Cindy Hazan, señalaron en los años 80’ que “el amor romántico es un proceso de apego que las personas experimentan de manera diferente debido a variaciones en sus historias de apego”.

La conclusión fue que la manera en la que de niño, una persona se había relacionado con sus padres, tenía una importante influencia en sus relaciones románticas y esto, en muchas ocasiones, explicaba por qué hay relaciones amorosas más saludables que otras.

Hay tres características del cuidado que damos a nuestros hijos que impactan e impactarán en su vida social incluso en su edad adulta: la seguridad, la estabilidad y que el cuidado sea compartido o no.

Es innegable que siempre hay espacio para el cambio a lo largo de la vida de las personas, como señalan los expertos, pero también es útil esta teoría para sugerir a los padres y las madres, como es más conveniente que sea la crianza de sus hijos.

Estar disponible para atender las necesidades los niños, escuchar y dar valor a sus emociones, involucrarse en sus intereses, compartir tiempo con ellos, son algunos de los consejos más eficaces y habituales de los psicólogos para los padres y las madres que quieren forjar un tipo de apego con sus hijos durante su infancia, algo que ya sabemos que va a influir también en su vida cuando sean adultos.

Niños abrazados - iStockphoto

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  • Rubén García Díaz